RICCI/CARREÑO. 400 AÑOS
RETRATOS DE CARLOS II

Con información de Eduardo Lamas Delgado


 

   
 
 
Carlos II como Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro
Juan Carreño de Miranda

 

El gran retratista que fue Juan Carreño de Miranda se formó estudiando a su amigo y maestro Diego Velázquez. De acuerdo con sus obligaciones de pintor de cámara, realizó una serie de copias de retratos de Felipe IV sobre originales de Velázquez para cumplir su función oficial. Nadie tras Velázquez fue capaz de acercarse en sus retratos a la personalidad de sus modelos con más hondura y emoción de vida.

El retrato no era, en cambio, el fuerte de Francisco Ricci. Pese a que Carreño detentaba el título desde 1671, Ricci fue nombrado también Pintor de Cámara por Carlos II a finales de 1679 o principios de 1680. Al parecer, el monarca optó por guardar ambos pintores en esta ocupación, ejerciendo también Carreño el cargo de tasador de pinturas y Ricci el de esculturas junto a José de Mora, escultor de Su Majestad. Recordemos además que la realización de retratos reales era tarea reservada tradicionalmente al Pintor de Cámara.

 

   
 
 
Retrato Ecuestre de Carlos II
Francisco Ricci

 

El estilo retratístico de Carreño debe mucho a los ejemplos de Velázquez: la pintura suelta, fluida, los atrevidos toques de pincel, la serena elegancia en la representación de los personajes... todo esto procede, sin duda, del maestro sevillano. Gracias a estas cualidades y a su manera de fundir pinceladas evitando las líneas definidas, logra sin dejar de ser sincero la difícil misión de reproducir los estigmas degenerativos del rey Carlos II.

Carreño llevó a cabo varios ejemplares del rey Carlos II, acentuando los rasgos deformados por la enfermedad conforme ésta avanzaba a lo largo de la serie, advirtiéndose al final los terribles síntomas de sus dolencias con profundo dramatismo. Su hidrocefalia, su labio colgante y su prognatismo acentuado están presentes con su triste elocuencia en obras como Carlos II como Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro (hacia 1677, óleo sobre lienzo, 216 x 140 cm), propiedad de la Colección Harrach (Austria). Esto hace del retrato un documento que ayuda a explicar la decadencia de la Monarquía y del Estado Español en el siglo XVII.

A reproducir las figuras de Carlos II y de Mariana de Austria dedicó Carreño lo mejor de su actividad de pintor palatino. Fue precisamente la Reina Madre quien nombró a Carreño Pintor de Cámara en 1671, relegando a Ricci -nombrado Pintor del Rey por Felipe IV- a un segundo plano en la Corte -según algunos autores, ello enfrió la relación entre ambos artistas-. Sin embargo, bajo la influencia de don Juan José de Austria -quien tras ser nombrado primer ministro en 1677 obligó a Mariana de Austria a exiliarse en Toledo-, Carlos II tomó también como Pintor de Cámara el de su medio hermano con la intención de distanciarse de la Reina Madre y como decisión de orden simbólico para mostrar una ruptura con su política.

El Ayuntamiento de Toledo conserva un Retrato Ecuestre de Carlos II (óleo sobre lienzo, hacia 1679-1680) que forma pareja con otro de similares características dedicado a su primera esposa María Luisa de Orleans, ambos realizados por Ricci con motivos del enlace de los dos monarcas. Las dos pinturas, de grandes dimensiones, se conservan en la escalera que conduce a la Sala Capitular del Ayuntamiento. En la actualidad se encuentran enfrentadas, cara a cara, si bien la representación de un arco iris que agrupa ambas composiciones plantea que originariamente fuesen consecutivas, presentadas una a continuación de la otra.

No es ni mucho menos la mejor obra de Ricci -como ya apuntamos antes no fue un retratista excepcional-, pero resume algunos de los elementos más emblemáticos de la pintura barroca española, desde las representaciones ecuestres de los monarcas hasta las inconfundibles arquitecturas de los Austrias, como el edificio que aparece en la esquina inferior izquierda del cuadro de la soberana. Unos angelotes sostienen la corona sobre las cabezas de ambos reyes. Curiosamente, María Luisa de Orleans murió de forma prematura y sin descendencia en el Madrid de comienzos de 1689 a consecuencia de la caída de un caballo. Como si fuese una imagen premonitoria, el retrato toledano de Ricci la muestra a lomos de un enorme alazán cuya baba expresa el poderío de la bestia sometida por las manos de la reina. Una bestia como la que diez años después acabaría con su vida.

 

FUENTES: LAFUENTE FERRARI, Enrique. Breve Historia de la Pintura Española, volumen II, Madrid, 1987, pp. 365 y 374; MORALES Y MARÍN, José Luis. La Pintura en el Barroco, Barcelona, 1998, pp. 210 y 214; LAMAS DELGADO, Eduardo. "Nuevas consideraciones sobre los títulos cortesanos del pintor Francisco Rizi", artículo publicado en Archivo Español de Arte, LXXXII, nº 325, Madrid, enero-marzo 2009, pp. 75-77; DE MINGO, Adolfo. "Aniversario de la reina lis", artículo publicado en La Tribuna de Toledo, 08-03-2012.

 

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