El 17 de octubre de 2013 se publica en La Hornacina una reseña titulada Una Talla Roldanesca en Bollullos Par del Condado (Huelva), donde se ponía de manifiesto, a través del estudio de fotografías de la antigua imagen del Nazareno de dicha localidad, lamentablemente perdido en los sucesos de 1936, que tal obra podría encuadrarse en el entorno del taller de Pedro Roldán o lo que viene siendo lo mismo "roldanesco".

En mi opinión, este término hay que pulirlo pues en él tienen cabida gran cantidad de obras de estéticas afines que podrían ir desde el segundo tercio del siglo XVII hasta prácticamente los comedios del siglo siguiente. Es por tanto que, debido a un uso indiscriminado, este apelativo ha ido perdiendo valor y con ello minusvalorando la calidad de unas obras que, aun siendo anónimas, presentan grados de calidad indiscutibles.

Bien es cierto que, como iremos viendo, es muy complicado, y en casos casi imposible, deslindar las gubias -que no la estética- de los componentes de este taller de Pedro Roldán. La cuestión de esta ambivalencia, de esta confrontación entre la línea estética y el grado de calidad quizás tenga la respuesta en el propio seno del obrador, porque personalmente considero que lo que Pedro Roldán persiguió en vida fue el pleno control estético de su taller y eso incluía a todos sus miembros.

El 4 de agosto de 1699, a los 75 años de edad, muere Pedro Roldán, siendo enterrado en la parroquia de San Marcos de Sevilla. Se destacan obras durante su trayectoria como el retablo mayor de la iglesia del hospital de la Caridad o imágenes para hermandades y cofradías que fueron erigiéndose como hitos.

En el germen de "lo roldanesco" intervienen multitud de autores, como pueden ser José de Arce, Alonso Martínez e incluso otros menos renombrados como Cristóbal Pérez, del que de su escasa obra conocida podemos destacar el Cristo Descendido, titular de la Hermandad de la Mortaja (Sevilla) y realizado en 1677. Asimismo, en la estela gaditana encontramos la figura de Ignacio López, cuyo San Andrés de la capilla jerezana de San Juan de Letrán se le atribuye y marca su hechura a comienzos del XVIII.

En esta línea citar el Crucificado que preside el retablo mayor de la iglesia de San Francisco de El Puerto de Santa María (Cádiz), también en el entorno roldanesco aunque adscrita al catálogo de Francisco Antonio Ruiz Gijón por similitudes con el Nazareno original del municipio sevillano de Alcalá del Río (1671-162). En el documento de encargo de esta obra, Ruiz Gijón miente sobre su edad real declarándose de entre 21 y 25 años, con el fin de tener mayor credibilidad ante la cofradía alcalareña del Nazareno, pues su maestro Andrés Cansino había muerto el año anterior y su formación como escultor superaba escasamente el año.

María Josefa Roldán y Matías Brunenque contraen matrimonio antes del año 1674 y aunque se les presupone una formación en el taller de Roldán, en el caso de Matías no ha podido documentarse. Lo que sí es cierto es que, al menos desde 1681, Brunenque se establece como maestro escultor independiente.

Un dato importante es que, en el año 1701, Brunenque redacta su testamento, en cuyo texto se detalla que tenía ajustadas obras con Cristóbal de Guadix -retablista y colaborador de Pedro Roldán en los últimos años de producción-; en concreto, siete santos de 2 varas, y también con Fernando de Barahona (iglesia de Santiago del municipio sevillano de Carmona) y con Vicente de Guadix (1709, para San Pedro, también en Carmona).

Como obras destacables citamos el Retablo Mayor de la Colegiata de Olivares (Sevilla), labrado entre 1697-1699. Su delicada imagen principal, la Virgen de las Nieves, es obra de María Josefa.

En contraposición podemos destacar, también documentado en 1699, el Nazareno de Almadén (Ciudad Real), del que, pesar de su pérdida física, se conservan fotografías que evidencian la dureza en la técnica de la talla. Fue reemplazada por una obra inspirada en su hechura, tallada en 1954 por Luis Marco Pérez.