LA ICONOGRAFÍA DE SAN JOSÉ - PINTURA Y ESCULTURA (I)
MIGUEL CABRERA
Con información de Alejandra Cortés Guzmán (01/02/2021)
El culto a San José ha sido uno de los más ampliamente desarrollados a lo largo de la historia, hasta el punto de ser quizás el más elevado en el cristianismo tras el de su esposa María. Lo anterior y los numerosos patrocinios dedicados a su figura -desde patriarca de la Iglesia y patrón de los trabajadores, hasta custodio de Jesús y patrono de los migrantes y los refugiados, título postulado recientemente por el papa Francisco, que ha dedicado el presente 2021 como Año de San José- han dado lugar a multitud de representaciones e iconografías en el mundo del arte, especialmente de forma figurativa en la pintura y la escultura. |
A partir del siglo XVI el culto al esposo de María y padre putativo de Jesús, se difundió ampliamente gracias a Santa Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado, según describe en su "Libro de la vida" (1565). La Compañía de Jesús lo adoptó como una de sus devociones predilectas y exaltó sus atributos como protector de la Sagrada Familia, la Iglesia y los católicos; como abogado para la buena muerte y como patrón universal. El carácter protector de San José se reforzó en la Nueva España a partir de 1732, cuando fue declarado patrono de la Ciudad de México, después de los innumerables temblores que la habían azotado en los últimos tiempos. Según el inventario publicado por Guillermo Tovar de Teresa en "Miguel Cabrera: pintor de cámara de la reina celestial" (1995), el propio pintor novohispano poseía varios libros sobre la vida del santo: "Excelencia del Señor San Joseph", "El Corazón del Señor San Joseph", "Devoción al Señor San Joseph". Al mantener la castidad en su matrimonio con María, José fue paradigma de virtuosismo y, por lo tanto, modelo idóneo en la formación de los jóvenes que profesaban en el noviciado del antiguo Colegio de Tepotzotlán. En 1738, los jesuitas, bajo el patrocinio de Manuel Tomás de la Canal, erigieron un relicario dedicado a este santo adosado a la nave principal de la Iglesia de San Francisco Javier y a la capilla de Loreto y camarín de la Virgen. En esta íntima capilla, pintores cercanos al círculo de Cabrera representaron temas como "La huida a Egipto" y la "Coronación de San José" (José de Ibarra) y "La muerte de San José" (Francisco Martínez). En esta pintura del Museo Nacional de Historia, Cabrera utilizó modelos similares a los de estos dos artífices, que a su vez se basaron en los recomendados por tratadistas como Francisco Pacheco e Interián de Ayala. Su fisionomía es la de un hombre de entre treinta y cuarenta años en plena madurez física y moral, contraria a la del hombre anciano que describen los evangelios apócrifos. Así, se muestra de cabello largo, ondulado y barba crecida que sostiene una vara de azucenas como símbolo de pureza, sentado sobre un trono formado por nubes de apariencia rocosa en un escenario celestial. La vestimenta que cubre su cuerpo se compone de telas con motivos florales en dorado, a imitación del estofado utilizado en la producción escultórica contemporánea. El gesto es característico de la expresividad dulce y el ambiente afable que los pintores del siglo XVIII utilizaron para representar a la figura terrenal paterna del niño Jesús. La ternura de la escena se enfatiza aún más a partir del detalle infantil y naturalista del niño dormido; sin embargo, no se trata solamente del amor paternal de José. La cruz que el infante sostiene en la mano derecha la asocia a las representaciones del Niño dormido rodeado de símbolos de la Pasión, tema recurrente para aludir al destino sacrificial de Jesús, a través del sueño como prefiguración de la muerte. Miguel Cabrera (1695-1768), originario de Antequera de Oaxaca, es uno de los nombres más reconocidos en el ámbito de la pintura novohispana. Realizó una gran cantidad de encargos para varias órdenes religiosas, para el clero secular y para particulares durante el siglo XVIII; una de sus obras más complejas y que mejor lo representa es el templo de San Francisco Javier, Tepotzotlán, en donde se desempeñó como artista integral. En escasas ocasiones se ha reflexionado sobre la factura y modelos del plan general de la obra, piedra angular en la construcción de una atmósfera idónea para la exaltación de la espiritualidad. Durante el rectorado del padre Pedro Reales se ideó y desarrolló un programa de renovación del interior del templo: fue Miguel Cabrera el creador de una propuesta plástica que integró las aportaciones de Gian Lorenzo Bernini y de la tratadística sobre perspectiva, elaborada por el jesuita Andrea Pozzo, autor de las decoraciones del templo de San Ignacio y de los retablos de la iglesia de Il Gesú, en Roma, a finales del siglo XVII. |
FUENTES AA.VV. Miguel Cabrera. Las tramas de la creación (catálogo de la exposición), México, D.F., Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2015, p. 30. |
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