GIUSEPPE SANMARTINO. 300 AÑOS
PIEDAD
05/06/2020
Se cumple en 2020 el tercer centenario del nacimiento del escultor Giuseppe Sanmartino (Nápoles, 1720-1793), uno de los protagonistas del panorama escultórico napolitano en el siglo XVIII. Heredero de Matteo Bottigliero, de quien fue discípulo, es conocido sobre todo por la mundialmente famosa escultura en mármol del Cristo Velado. En realidad su producción fue prolífica, aunque no pocas obras se han perdido y otras tantas las realizó en colaboración con otros escultores, destacando de la misma los temas sacros, los retratos y los conjuntos belenísticos, propios de su tiempo y entorno. |
Foto: Peter |
Son muy escasas las noticias biográficas de Sanmartino. Se sabe que fue hijo de Nunziante y hermano de Gennaro, que llegó a ser arquitecto, pero se desconoce el nombre de la madre y si se casó y tuvo hijos. Respecto a su formación, como hemos dicho parece que tuvo lugar al lado de Matteo Bottigliero (llamado también Bottiglieri) o de su hermano Felice, cuyo labor escultórica principalmente fue conjunta. En todo caso, de cualquiera de ellos Sanmartino aprendería la maestría en el arte belenístico. Activo mayormente en Nápoles, donde nació, residió y murió, Sanmartino dio un impulso tan tardío como contundente a la tradición barroca local a base de obras que destacaban por su realismo y un virtuosismo técnico fuera de lo normal, hasta el punto de imponerlas sobre el eclecticismo de Domenico Antonio Vaccaro, hijo del también famoso escultor Lorenzo Vaccaro, y de las tendencias rococó de Giacomo del Po. La obra con la que abrimos este especial pertenece a la fase final de la actividad artística de Sanmartino. En 1792 el artista había completado las estatuas marmóreas de Moisés y Aarón para la fachada del convento napolitano de los girolamini (padres jerónimos), a quienes probablemente donó tres piezas en terracota que ahora se conservan en la galería de arte del complejo monástico: las dos versiones de la Piedad y el busto de San Felipe Neri, las dos primeras policromadas y el santo sin policromar. En los dos simulacros de la Piedad sale a la luz una sensibilidad muy cercana, gracias también a su pequeño formato, a las figuras belenísticas asignadas por expertos como Elio Catello a la actividad de Sanmartino. En ambos casos, la composición, los gestos y las soluciones plásticas son muy similares, y observamos también un enfoque psicológico rico en concentración dolorosa y patetismo, propio de esta iconografía, también llamada de las Angustias, en la que la Virgen aparece con Cristo muerto en su regazo. Uno de los grupos (imagen superior) es ligeramente más grande que el otro y muestra el emotivo detalle de un ángel llorando al lado de María. El otro (imagen inferior), además de más pequeño (unos 43 cm de altura), posee las proporciones algo más compactas y simplificadas, así como motivos más grandes y espaciados que el anterior, caso de las hojas de acanto. En los detalles del modelado final de estas dos bellas imágenes de la Piedad -rostros, manos, pies y sobre todo el busto, el hombro y el brazo derecho de Cristo- se destaca toda la excelente capacidad plástica de Sanmartino. Todos estos elementos, entre los que también vemos conexiones con algunas obras de los más grandes escultores napolitanos especializados en la madera, por ejemplo Giuseppe Picano, contribuyen a que estas dos hábiles interpretaciones de la Piedad que hace Sanmartino sean dos pequeñas joyas de la pequeña imaginería napolitana del siglo XVIII. En cuanto a su fecha de ejecución, se baraja la octava década del setecientos. |
Foto: Spalluzza |
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