JOAQUÍN SOROLLA. 150 ANIVERSARIO
EL BESO DE LA RELIQUIA

Con información de Blanca Pons-Sorolla


 

 

En 1892 Joaquín Sorolla participa en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid y en la Exposición Internacional de Múnich y obtiene la medalla de oro de segunda clase por su óleo Rogativa en Burgos en el Siglo XVI. En septiembre de ese mismo año nace Joaquín, su segundo hijo.

Al año siguiente interviene también en la citada muestra alemana, así como en la Bienal del Círculo de Bellas Artes de Madrid y en la World's Columbian Exposition de Chicago, obteniendo la medalla única en este último certamen, y una medalla de oro de tercera clase en el Salón de la Sociedad de Artistas Franceses de París, por su obra El Beso de la Reliquia, presentada también en el mencionado evento estadounidense y por la que recibe la medalla de segunda clase en la IV Exposición Internacional de Viena, celebrada en 1894.

Ese mismo año el pintor valenciano realizó varias obras que se hicieron muy populares: ¡Aún Dicen que el Pescado es Caro!, La Vuelta de la Pesca y el famoso retrato del novelista Benito Pérez Galdós, entre otras. Asimismo, tras enviar El Beso de la Reliquia a la Exposición Artística de Bilbao y obtener el primer premio, dicha obra es adquirida por el Museo de Bellas Artes de la ciudad vasca.

Con esta escena costumbrista Sorolla refleja su formación inicial en el realismo decimonónico, dentro de un período de plena fecundidad artística que se extiende entre los años 1890 y 1905. Presenta el momento en que un grupo de personas (mujeres y niños, en su mayoría) acuden a besar la reliquia que les ofrece un sacerdote. La acción transcurre en una capilla lateral de la antigua iglesia de San Pablo (actual Instituto Luis Vives de la ciudad de Valencia), donde destacan los elementos barrocos que cubren los muros, los altares, los zócalos y los pavimentos cerámicos, característicos todos ellos del siglo XVIII.

La impresión inmediata del momento se conjuga con la sabia utilización de la luz, el color y la pincelada suelta. El ejemplo de Diego Velázquez proporciona al joven pintor refinados métodos de expresar un nuevo vocabulario artístico del que había carecido hasta la fecha. La influencia del prototipo español no solamente se advierte en los principios de la perspectiva, sino también en el arte de relacionar las figuras con el espacio que le rodea.

El cuadro está cuidadosamente estructurado a base de diagonales que se entrecruzan y acentúan la profundidad de un espacio rectangular en el que la perspectiva se indica a través de las baldosas del suelo y mediante los muebles y el altar situados a la derecha. La luz proviene también de esta zona, desde un punto alto, deteniéndose especialmente en el pañuelo blanco de la muchacha que está en el centro de la composición. El lateral izquierdo queda más en penumbra, ocasión propicia para llevar a cabo el aprendizaje del sombreado gradual, los intervalos luz-oscuridad y su importancia en la realización y consecución de las formas.

Observamos también el eco de Francisco de Ribera y la pintura naturalista del siglo XVII en esta obra, siempre interpretada desde un punto de vista más realista, donde el espacio aéreo envolvente sirve para definir el lugar, el carácter y el ambiente. Fue el primer cuadro de Sorolla que tuvo un reconocimiento internacional.

 

FUENTES: PONS-SOROLLA, Blanca. Sorolla. Obras Maestras,
Barcelona, pp. 200-201; http://variosestilospictoricos.blogspot.com.es

 

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