TRICENTENARIO DE IGNACIO VERGARA (VII)
SAN JOSÉ

Santiago Rodríguez López


 

 

Se desconoce la procedencia de esta magnífica escultura en madera dorada y policromada, de tamaño ligeramente inferior al natural, conservada en la actualidad en la capilla del Colegio Pio XII de Valencia. Allí ha recibido culto desde que el Beato Manuel Domingo y Sol la donase en 1884 al Colegio de Vocaciones Eclesiásticas, institución de la que fue fundador y que desde un principio estuvo bajo el patrocinio de San José. En 1932 el Arzobispo Melo transforma el colegio en Seminario menor al servicio de la Archidiócesis, manteniendo la tutela de los sacerdotes operarios diocesanos, quienes al trasladarse el seminario a su nueva sede de Moncada permanecen en el edificio, dando un nuevo uso docente al mismo.

El santo aparece erguido sobre un orbe plateado guarnecido de sinuosas nubes y completado con tres movidas cabecillas de querubines, en actitud dialogante con el Niño Jesús, que en sus brazos intenta alcanzar con las manos el rostro del santo. Los pormenores faciales que encontramos en las figuras reproducen fórmulas ampliamente desarrolladas en otras obras de Vergara; rasgos como la boca menuda, con las comisuras labiales elevadas sobremanera, repite la característica mueca que plasmase en el rostro del San Antonio gaditano o en el desaparecido San José de los Padres Dominicos en Valencia.

La pose, de marcado contraposto, nos remite a numerosas obras del escultor, como el célebre San Bruno que realizase para la Cartuja de Portacoeli del municipio valenciano de Serra; se puede reconocer en el característico vuelo diagonal del manto una de las fórmulas más reiteradas en su producción, tal y como observamos en la Inmaculada Concepción que se conserva en la Catedral de Cádiz. Precisamente con el grupo de ángeles de esta última es posible comparar la morfología de los querubines que se sitúan en el orbe, así como la propia figura del niño Jesús, repitiéndose en ambas obras un mismo canon de representación.

Completa la pieza una notable policromía, en la que además de una cuidada encarnadura a pulimento, destaca la riquísima estofa de las vestiduras; ésta reproduce un rico brocado a base de rocallas en huecorrelieve, doradas y perfiladas al óleo sobre un rayado en horizontal, todo ello guarnecido por rica cenefa dorada de diseño rococó. La ornamentación se completa con multitud especies vegetales en oro y rameados acabados al óleo, guardando un estrecho paralelismo con la policromía de otras obras vergarescas, como el San José de la Iglesia de San Nicolás de Valencia o el San Joaquín conservado en la parroquia de San Esteban de la misma ciudad.

A falta de documentación que arroje luz sobre el encargo, la comparación con otras piezas documentadas del escultor no hace sino confirmar la atribución que ya plantease Igual Úbeda, quien advirtió en la imagen la huella inequívoca de Ignacio Vergara. Esta atribución no había sido publicada hasta que, recientemente, la historiadora Ana María Buchón hallase una nota manuscrita en el archivo personal del mencionado investigador, conservado en la Real Academia de Cultura Valenciana. Buchón consideró con anterioridad que la magnífica escultura bien pudo ser realizada por el escultor, descartando que fuese obra de José Esteve Bonet, como se había sugerido en alguna ocasión sin fundamento alguno.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

BUCHÓN CUEVAS, Ana María. Ignacio Vergara y la Escultura de su Tiempo en Valencia, Servicio de Publicaciones de la Generalitat Valenciana, 2006, p. 342.

BUCHÓN CUEVAS, Ana María y PÉREZ GARCÍA, Pablo. Ignacio Vergara en el Tricentenario de su Nacimiento. 1715-2015, Consorci de Museus de la Generalitat Valenciana, 2015, pp 55-56.

 

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