Sanchís Sivera atribuía en el año 1913 la ejecución de este magnífico marco retablo a Ignacio Vergara, sin apuntar una fecha posible para su hechura, junto a otras esculturas destruidas del oratorio valenciano de San Felipe Neri. Aunque en aquel momento el conjunto permanecía en la capilla del Capitulet, en el antiguo Hospital provincial, procedía del oratorio Parvo de la congregación filipense, pasando tras la desamortización al retablo de San Francisco, en el transepto de la epístola del mismo templo oratoriano. En el año 1847 se ubicaría en el Capitulet, trasladándose a la Basílica de Nuestra Señora los Desamparados, lugar donde permanece en la actualidad, una vez acabada la Guerra Civil.

Del conjunto del retablo únicamente se ha documentado el encargo del lienzo central por parte del oratoriano Padre Partoix, siendo éste obra de Jerónimo Jacinto Espinosa fechada en la década de 1650. No resultaría extraño que los congregantes recurriesen a Ignacio Vergara para ejecutar un nuevo retablo en el que colocar con toda dignidad la pintura, bastante difundida y reproducida en aquel entonces. Por desgracia, la destrucción del patrimonio del templo filipense en 1936 imposibilita corroborar la autoría de las numerosas esculturas que a éste se atribuían en su interior. A pesar de esto, se asume la posible colaboración de Vergara con su cuñado, Jaime Molins, a quien Orellana y Ponz asignaron la autoría de los retablos de la iglesia.

La composición, articulada en torno al gran marco de rocallas, se asienta sobre basamento piramidal con perfil curvilíneo, decorado con cincelados a base de rocallas en los que aparecen los emblemas del Oratorio y de San Felipe Neri. Sobre la base, un estrado con ornamentación de similar factura sirve de asiento a sendos ángeles mancebos que sostienen el marco, guarnecido de rayos, palmas y guirnaldas de flores. Como remate del conjunto, dos ángeles niños sostienen un pabellón bulboso del que pende una guardamalleta y en el que se asientan otros dos querubines. El amplio repertorio de representaciones angélicas presenta un estrecho parentesco con los ángeles y querubines del conocido relieve que hiciera el escultor para la fachada de la Catedral de Valencia, en el año 1752, con gran similitud a las esculturas de idéntica temática que remataban el retablo de la Iglesia de Santa Rosa.

Estas relaciones con el relieve pétreo de la Catedral valenciana no sólo se limitan a la labor escultórica del retablo, se hacen igualmente patentes en las líneas compositivas que configuran el perfil del diseño, así como en el uso de grandes rocallas y hojas de palma en su decoración. La reiteración estos elementos da cuenta de la amplia aceptación que tendrían una serie arquetipos ornamentales en los artífices valencianos de mitad de siglo, cuya punto de partida habría que buscar en los extravagantes diseños del pintor Hipólito Rovira, que tanto influirían en la producción de Vergara y sus contemporáneos.

Una vez más, los modelos berniniescos que tanto acusan otras obras de Ignacio Vergara no sólo se hacen patentes aquí a través de las figuras angélicas; la propia tipología del mueble constituye una derivación en lenguaje rococó de conocidas composiciones del maestro italiano en las que sendos ángeles sujetan lienzos de grandes dimensiones, tal y como hiciera notar el historiador David Vilaplana; notables precedentes de esta obra encontraremos en el altar mayor de la Colegiata de Castel Gandolfo o la Capella Fonseca de San Lorenzo in Lucina, ambos trabajos de Gian Lorenzo Bernini realizados en la década de 1660.