CECIL BEATON


 

"Su inteligencia visual es la de un genio... Escuchar como describe Beaton, en términos estrictamente visuales, a una persona, un lugar o un paisaje, es asistir a una representación divertida, brutal o bellísima, pero siempre y sin ningún género de dudas, brillante. Es justamente esto, la inteligencia extraordinaria y comprensión visual de sus fotografías, lo que hace que la obra de Beaton sea única."

Truman Capote

 

 
 
© The Cecil Beaton Studio Archive at Sotheby's

 

Cecil Beaton (Londres, 1904 - Salisbury, 1980) fue uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX. Firmó imágenes icónicas de algunas de las figuras más destacadas de la época. Sus obras abarcan seis décadas y son la crónica de un periodo que cambió la historia del mundo.

En 1968 se inauguró una muestra histórica de su obra en Londres, organizada por la National Portrait Gallery. Aquella fue la primera retrospectiva de un fotógrafo vivo celebrada en un museo nacional británico y marcó un cambio de actitud hacia la fotografía como disciplina artística.

Beaton fue un gran innovador. Demostró una gran agudeza visual y creatividad en sus trabajos, especialmente para adaptarse a las modas oscilantes consiguiendo reinventarse en cada época, por muy diferentes que estas fueran. Beaton, además se caracterizó por desarrollar una gran sensibilidad que le llevó a matricularse en Historia, Arte y Arquitectura. Sin duda, esta especialización, y su consecuente visión polivalente, influiría en su trayectoria profesional como fotógrafo, escenógrafo y diseñador de vestuario para el teatro y la gran pantalla, cronista de la moda, brillante escritor, corresponsal de guerra...

En definitiva, estamos hablando de uno de los artistas multidisciplinares contemporáneos más destacados. Creadores de vanguardia, iconos de la cultura, de la realeza y de la aristocracia europea, estrellas de Hollywood... Todos ellos fueron inmortalizados por la cámara de Cecil Beaton, el artista que consiguió mostrar un mundo estilizado y exquisito, sin dejar de lado su naturaleza más pura y humana.

 

 
 
© The Cecil Beaton Studio Archive at Sotheby's

 

Cecil Beaton perteneció a una generación de intelectuales y artistas, sin precedentes por su proximidad, que dio esplendor a las artes y las letras británicas. Entre 1903 y 1907 nacieron en Inglaterra novelistas, historiadores del arte, poetas y académicos como Evelyn Waugh, George Orwell, Kenneth Clark, Malcolm Muggeridge, Christopher Isherwood, Graham Greene, Nancy Mitford, Anthony Powell, John Betjeman y W. H. Auden. Algunos de ellos fueron amigos de Beaton y muchos posaron para su objetivo.

Beaton comenzó su carrera fotográfica en casa de sus padres, donde creó un estudio provisional al que pronto llegó Edith Sitwell, poeta de vanguardia y hermana de Osbert y Sacheverell, que se convirtió en una de sus modelos más frecuentes. Los Sitwell eran muy influyentes y su padrinazgo fue muy importante para el lanzamiento de la carrera del fotógrafo. La temprana pasión de Beaton por la fotografía fue espoleada por Ninnie, la niñera familiar. Beaton comenzó fotografiando a su madre y a sus hermanas, a las que vestía con historiados trajes y hacía posar ante fondos igualmente elaborados.

Beaton retrató el mundo de su tiempo, y sus imágenes, tanto de moda como de retrato, reflejan el gusto del momento y también los cambios que se produjeron en ese gusto a lo largo de las seis décadas en que desarrolló su carrera. Pasó de capturar la fiesta y la diversión de los años 20 y 30 a documentar los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y se dejó seducir, más tarde, por los activistas que agitaron Londres durante los años 60.

Beaton reconocía que los fondos y la puesta en escena de sus fotografías eran a veces más importantes que los propios modelos. Esto resulta evidente en algunos de sus primeros trabajos, en los que la purpurina, el celofán y las lentejuelas casi engullen al modelo que posa ante el decorado. En este sentido, en sus primeras imágenes, influidas por los decorados suntuosos y vaporosos de Adolf de Meyer que definieron el estilo de comienzos del siglo XX, Beaton fabricaba mundos fantásticos recurriendo a decorados sobrecargados, en un estilo rococó y neorromántico, y jugando con los efectos de luz -para lo que usó espejos que colocaba alrededor de la modelo-. En esa etapa, su trabajo se distingue por su talento natural para los retratos favorecedores y la armonía entre la modelo, el vestuario y el fondo, como señala James Danziger. El propio artista pintaba sus fondos y fotografiaba a las modelos bajo cúpulas de cristal, envueltas en telas de plata o posando como estatuas.

 

 
 
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En los años 30 se aprecia una cierta influencia del surrealismo, mientras que en los 40 hizo reportajes para el Ministerio de Información durante la Segunda Guerra Mundial. Tomó Beaton alrededor de 10.000 fotografías, más que cualquier otro fotógrafo de la época, todas ellas con una única cámara Rolleiflex. Sus imágenes de los edificios destruidos, de los niños en los hospitales y orfanatos y de la gente cogida por sorpresa proyectan toda la cruda realidad de las consecuencias de la guerra sobre las ciudades y la población. Sus imágenes de la ciudad de Londres asolada por los bombardeos son de una terrible belleza. Aun ilustrando la crudeza de la guerra, Beaton supo conservar su maravilloso estilo y su sentido de la composición.

Más adelante, a finales de los años 40, tras el impacto de la Segunda Guerra Mundial y el cambio que se produjo en el papel de la mujer, el estilo de Cecil Beaton es menos recargado y fotografía a las modelos en actitudes de la vida cotidiana.

La guerra hizo madurar a Beaton y marcó un punto de inflexión en su carrera. En el año 1947, compró una nueva casa de campo, llamada Reddish; según el propio Beaton, una casa de verdad y no una fantasía improvisada e impostada como la anterior, Ashcombe, en la que era habitual que invitara a amigos, como a los Bright Young Things, a los que fotografía sin cesar en poses muy peculiares para aquella época, mientras experimentaba con la fotografía. La vida que llevaba en Reddish se alejaba radicalmente de aquellos frívolos fines de semana repletos de diversión vividos en Ashcombe. Aquel estilo de vida más sosegado despojó a su fotografía de brillos y atrezos, y muchos de sus retratos de la década de 1950 (los de Marlon Brando, Grace Kelly o Lucian Freud, por ejemplo) sorprenden por su austeridad.

Acompañó a Beaton hasta sus últimos días una gran pasión por el teatro, inspirada por las representaciones que vio y las actrices a las que conoció de niño. Fue director de escena y vestuario en doce largometrajes y numerosas obras teatrales. Su ojo escenográfico y su manera de entender la fantasía del teatro modelaron la fotografía de Beaton. Sus sesiones fotográficas, en efecto, a menudo se convertían en auténticos actos dramáticos.

 

 
 
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A lo largo de su vida, Beaton pasó bastante tiempo en Estados Unidos. Viajó por primera vez a Nueva York en 1928 y, a partir de entonces, regresó cada año, alojándose en diversos hoteles cuyas suites se encargó de diseñar, decorar y usar como estudios improvisados en los que pudo fotografías a estrellas como Marilyn Monroe, Maria Callas, Joan Crawford, Tallulah Bankhead, Dolores del Río o Johnny Weissmüller. A Monroe la fotografió en su suite del Hotel Ambassador de Nueva York, tras llegar esta una hora tarde. Beaton escribió más tarde que le perdonó el retraso al momento porque su ingenio y picardía de niña, irresistibles, le rompieron los esquemas. Las fotografías de esta sesión se publicaron en varias revistas, entre ellas Look, Illustrated y Harper's Bazaar.

Llegó un momento en que su fama era tal que todo el mundo quería un retrato de Beaton. Todos los grandes protagonistas del cine, en su mayoría representantes de la época dorada hollywoodiense, tuvieron, en distinta medida, relación con el fotógrafo, que era también una figura destacada de este sector debido a su trabajo como diseñador de vestuario y escenografía.

Beaton visitó Hollywood por primera vez en 1929. En los años 30 utilizó los soportes de los decorados de los estudios como fondo de algunos de sus retratos, alejándose de los recargados escenarios de su primera etapa. En los retratos de Irving Berlin y Gary Cooper utiliza ese tipo de estructuras. En el de Buster Keaton, el fondo son dos escaleras de madera, que cobran casi más protagonismo que el propio retratado. En 1932 conoció, en uno de sus viajes a Hollywood, a una de sus grandes obsesiones, Greta Garbo, aunque no la volvió a ver hasta 1946 cuando organizaron una sesión de fotos en el Hotel Plaza de Nueva York con la excusa de hacer unas fotografías para el pasaporte de la actriz. De hecho, más tarde, el fotógrafo, obsesionado con la actriz, le propuso matrimonio, pero esta le rechazó. Casi 20 años después, en 1963, pasó diez meses en la meca del cine, diseñando los decorados y el vestuario de la versión cinematográfica de My Fair Lady, protagonizada por Audrey Hepburn. Este trabajo le valió dos premios Oscar, a la dirección artística y al diseño de vestuario, que se sumarían al Oscar que había obtenido en 1957 por el vestuario de la película Gigi, protagonizada por Leslie Caron.

El ojo escenográfico de Beaton, y su manera de entender la fantasía del teatro, modelaron sus fotografías. Fue un exitoso director de escena y vestuario en doce largometrajes y numerosas obras teatrales, escribiendo una de ellas, The Gainsborough Girls, estrenada en el Royal Theatre de Brighton en 1951. En 1946, actuó en El abanico de Lady Windermere, la obra de Oscar Wilde, en una producción cuya fastuosa escenografía también corrió a su cargo y en 1947 diseñó el vestuario para An Ideal Husband y Anna Karenina de Alexander Korda.

 

 
 
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A lo largo de la década de 1930, Beaton tomó muchas fotografías en Ashcombe, la idílica casa de campo que poseía en el condado de Wiltshire, Inglaterra. Allí recibía multitud de visitas de personajes relevantes en el mundo de la cultura. Sin duda, este lugar fue un importante punto de encuentro para Beaton, que le permitía tomar contacto con este sector de la sociedad. Cabe destacar, en cuanto a sus relaciones con el mundo de la cultura, un viaje a París, en 1933, donde conoció a Jean Cocteau, Pavel Tchelitchew y Christian Bérard, quienes serían una gran influencia en su trabajo futuro.

Otros retratados por Beaton fueron los pintores Pablo Picasso, Salvador Dalí y Francis Bacon; los escultores Henry Moore y Alberto Giacometti; los músicos como Mick Jagger e Igor Stranvinsky; los bailarines Rudolf Nureyev y Marta Graham; así como escritores, poetas, filósofos y dramaturgos caso de Truman Capote, André Malraux, Jean Cocteau, la ya citada Edith Sitwell, Jean-Paul Sartre o Colette. Esta última fue considerada en su época la mejor escritora francesa y su vida, tanto profesional como personal, siempre estuvo plagada de escándalos. En 1958, Beaton trabajó en el diseño de vestuario para la mencionada adaptación al cine de la novela de Colette, Gigi, labor que le reportaría un premio Oscar. Leslie Caron actuó en el papel protagonista, el mismo al que Audrey Hepburn daría fama gracias a la versión de Broadway de 1951.

A Beaton le gustaba situar a sus retratados en su ambiente de trabajo o con atributos relacionados con su profesión. Como es el caso de Salvador Dalí y Gala, fotografiados detrás de la obra de Dalí titulada Pareja con las cabezas llenas de nubes. También vemos el gusto de Beaton por utilizar espejos para realizar retratos dobles, como los de los escritores André Malraux o Tom Wolfe.

Resultan muy interesantes los retratos de Jagger y Bacon. La primera vez que Beaton fotografió a la estrella del rock fue cuando coincidieron en un hotel de Marrakech, en 1967. Lo encontró un tipo muy peculiar y se mostró encantado de retratarlo de nuevo en su suite del neoyorquino Hotel Plaza dos años después. La sesión no empezó con buen pie pues Jagger hizo esperar un buen rato a Beaton: se había quedado dormido. Beaton perdonó a Jagger por considerarlo un buen tipo e increíblemente fotogénico. En cuanto a Francis Bacon, Beaton lo consideraba tan brillante como devastador. En 1957, el fotógrafo pidió a Bacon que le pintase y, tras una sesión infructuosa, lo intentaron de nuevo en 1960. En el ínterin, Beaton fotografió a Bacon en su estudio del barrio londinense de Battersea. Una vez el pintor terminó el retrato, Beaton lo encontró poco favorecedor. Bacon terminaría destruyendo el retrato.

 

 
 
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Cecil Beaton era un dandi genuino, un profesional hecho a la medida de sus ideales estéticos. La belleza dominó su universo y su horizonte. Beaton encontró en la moda una herramienta perfecta para plasmar y difundir sus suntuosos y particulares códigos estéticos, una de sus principales señas de identidad. Por otro lado, Beaton supo adaptarse a los ideales estéticos de cada década. Así, ambos conceptos, moda y belleza, formaron un tándem perfecto en el universo Beaton, quien desarrolló un estilo propio que influyó a otros fotógrafos. En definitiva, Beaton sentó las bases de la fotografía de moda actual.

Las primeras revistas donde se publicaron fotografías de Beaton fueron Tatler, The Sketch y The Bystander. A partir de 1928 y hasta 1954, trabajó para Vogue, para la que retrató a innumerables famosos, que posaban entre luces y sombras manipuladas con especial sensibilidad. Su capacidad para sugerir mundos sofisticados, frágiles y sensuales, hizo del artista un genio de la fotografía de moda y un famosísimo retratista.

Como ya hemos mencionado, Beaton viajó en innumerables ocasiones a Estados Unidos. Llegó a Nueva York por primera vez en 1928 y se metió a la ciudad en el bolsillo durante cuatro décadas. A los 30 años Beaton ya era el fotógrafo preferido del mundo de la moda. A los intelectuales y artistas neoyorquinos les entusiasmaba su encanto británico; su comportamiento, su aspecto, su ironía y acento londinense.

Sus viajes y largas estancias en la ciudad de los rascacielos fueron continuas entre los años 20 y los 60. No hubo personalidad relevante que escapara en esos años al escrutinio de su cámara. Fotografió a los grandes iconos de la moda como Elsa Schiaparelli, Coco Chanel, Diane Vreeland, Christian Dior o Cristóbal Balenciaga, entre otros, y en sus retratos consigue mostrar la naturaleza más frágil y humana del personaje. También fotografió a otros personajes destacados en el universo belleza-moda, como la empresaria polaco-estadounidense Helena Rubinstein, fundadora de la compañía de cosméticos homónima, o a las supermodelos inglesas Twiggy (Leslie Lawson), Jean Schrimpton, y Penelope Tree, modelo de Vogue y musa del fotógrafo de moda David Bailey.

 

 
 
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A Beaton siempre le hicieron sentir inseguro sus orígenes de clase media, y durante toda su vida huyó de la educación popular que a sus ojos había recibido. Su cámara hizo las veces de tarjeta de visita para acceder a un mundo al que deseaba pertenecer y hacerse un hueco en él. Beaton tenía amigos ricos, famosos, políticos, aristócratas y miembros de la realeza; entre ellos, su amigo y mecenas Stephen Tennant, uno de los líderes de los llamados "The Bright Young Things" ("Jovencitos Brillantes"), grupo de jóvenes aristócratas bohemios, conocidos durante las décadas de 1920 y 1930 por su estilo de vida hedonista. En el año 1927, Beaton asistió a una fiesta en casa de Tennant, la cual marcaría el principio de una nueva vida para el fotógrafo. Beaton sintió que había encontrado por fin su lugar, rodeado de personas que compartían sus puntos de vista. Aquel episodio le franqueó el acceso a los más altos estamentos de la sociedad británica.

Tras fotografiar en una ocasión a la futura esposa del duque de Windsor, Wallis Simpson, en 1937, Cecil Beaton haría las fotos de la boda, que tuvo lugar en el castillo de Candé, cerca de Tours, en Francia. En una de estas imágenes posan, serios y concentrados, en una ventana del castillo, ella sentada en el alféizar y el duque de pie a su lado. Simpson, celebridad estadounidense divorciada dos veces, causó una serie de conflictos en el Imperio británico que llevaron a Eduardo VIII a dejar el trono. Pese a ello, en 1939 Beaton fue llamado al palacio de Buckingham para fotografiar a Isabel Bowes-Lyon, la reina madre, que ostentaba entonces el título de reina consorte. Beaton tomó fotografías de la reina en varias habitaciones, en los jardines y en el lago. Y volverán a requerir sus servicios a lo largo de los años.

En una de las fotografías reales, tomada en 1948, vemos a la princesa Isabel (la futura reina Isabel II) ante la cuna de su hijo, el príncipe Carlos, al que mira embelesada. Beaton fue el primero en fotografiar al nuevo príncipe, poco después de su nacimiento. Así mismo, Beaton tomó las fotografías oficiales de la coronación de la reina Isabel II en 1953. En una de esas fotografías vemos a la reina, en toda su majestad, sentada de perfil en una de las estancias del palacio, revestida con el manto, la corona y con el resto de atributos de su coronación; en otra fotografía, Isabel II mira sonriente a la cámara. A estos retratos seguirán otros en años sucesivos.

También posaron para él otros miembros de la realeza internacional, como la Reina Sofía, o de la aristocracia como el 17º duque y la 18ª duquesa de Alba o la Baronesa Fiona Thyssen-Bornemisza. Esta última, nacida en Nueva Zelanda en 1932, fue una de las modelos más populares e icónicas de su época. Era una de las favoritas de Beaton y aparecía regularmente en la portada de importantes revistas, como Vogue o Life. En el apogeo de su carrera como modelo llegó a ganar dos mil libras al día, toda una fortuna a mediados de los 50. En 1956 se convirtió en la tercera esposa del barón Heinrich Thyssen-Bornemisza.

 

 
 
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Hay que mencionar también los retratos de otras personalidades como Jacqueline Kennedy, el actor Marlon Brando, el torero Luis Miguel Dominguín o la estadounidense Barbara Hutton, considerada una de las mujeres más ricas del mundo. Heredera de los almacenes Woolworth, a Hutton la calificaban de "pobre niña rica", debido a su inmensa riqueza y su problemática vida privada. Hutton se casó y divorció siete veces y uno de sus maridos fue el famoso actor Cary Grant. Murió en la más absoluta pobreza expoliada por su entorno. Una célebre fotografía de Cecil Beaton la retrata durante su estancia en Tánger para asistir a un baile celebrado en Sidi Hosni, el palacio de Hutton. En ella, la estadounidense luce su famosa diadema de Cartier con esmeraldas que habían pertenecido a la Gran Duquesa Vladímir de Rusia.

Por otro lado, Beaton recibió un encargo del Ministerio de Información británico para documentar fotográficamente los frentes del conflicto durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la ciudad de Londres tras los bombardeos. Sus fotografías de Eileen Dunne, una víctima de tres años, aparecieron en la portada del número de septiembre de Life y en un póster americano para la captación de fondos. Durante los años de guerra, también fotografió a políticos como Sir Winston Churchill o el general Eisenhower, que liberó el campo de concentración de Buchenwald, cerca de Weimar en Alemania.

En 1974 sufrió un fuerte derrame cerebral que le dejó paralizado el brazo derecho, lo que no le impidió trabajar. Beaton aprendió a utilizar su mano izquierda y siguió escribiendo, dibujando y fotografiando seis años más, si bien arregló una subasta en la sala Sotheby's de Londres para vender el trabajo de su carrera en esa década y asegurarse así su futuro. Murió en 1980 de un ataque al corazón cuando acababa de cumplir 76 años. 

Además de producir un monumental corpus fotográfico, Beaton fue un talentoso dibujante y de su mano salieron notables ilustraciones y cuadros. Fue, además, escenógrafo y diseñador de vestuario para la gran pantalla y escritor; publicó 38 libros sobre fotografía y viajes, así como seis volúmenes de diarios.

 

 
 
© The Cecil Beaton Studio Archive at Sotheby's

 

La Fundación Canal y PHotoEspaña presentan del 31 de mayo al 19 de agosto de 2018 Cecil Beaton. Mitos del siglo XX, la primera retrospectiva dedicada al fotógrafo que se hace en España. La muestra constituye una oportunidad única para contemplar los grandes mitos del siglo XX a través de la mirada del retratista por excelencia de la alta sociedad de la época. La exposición está incluida en la sección oficial de PhotoEspaña 2018. Las comisarias de la misma son Joanna Ling, responsable del departamento The Cecil Beaton Studio Archive Sotheby's Picture Library, y Oliva María Rubio, directora artística de La Fábrica. Dirección y horarios: Mateo Inurria 2, Madrid. Laborables y festivos, de 11:00 a 20:00 horas; miércoles hasta las 15:00 horas.

 

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