LORENZO FERNÁNDEZ DE VIANA
28/01/2023
San Prudencio Foto: Fernando Calvo |
Lorenzo Fernández de Viana (Lanciego, Álava, 1866 - Bilbao, 1929) fue un escultor formado en el último tercio del siglo XIX que desarrollará plenamente su obra artística en el primer tercio del siglo XX. También es un buen ejemplo del artista que se inicia como artesano, ebanista en este caso, y que a base de esfuerzo y ansias de aprendizaje conseguirá avanzar y prosperar en el mundo del arte. Es de hecho, el único escultor alavés que se labró un nombre en el País Vasco y llegó a obtener reconocimientos en las distintas exposiciones nacionales de Bellas Artes a las que se presentó, destacando la medalla de tercera clase que obtuvo en la de 1908 con la escultura "Job" para el cementerio de las Madres Carmelitas de Betoño. la También obtuvo la medalla de oro en el III Congreso Nacional de la República Argentina de 1914. Fernández de Viana se encuadra dentro de la tendencia tradicional de escultores de vena realista, con mucho oficio, que modelan de manera muy fiel y cuya mayor aportación se encuentra muchas veces en la elección de los temas. Su estilo personal, meticuloso y sereno lo llevó a la fascinación por la perfección física de la figura humana, inspirado en el ideal de belleza clásico y en la tradición de los grandes imagineros hispanos. Nuestro artista, como hemos apuntado, nace en la localidad riojana alavesa de Lanciego en 1866, en una familia humilde de labradores. Su interés por la escultura le lleva a trabajar como ebanista, primero en Logroño y después en Vitoria. Tras estos inicios más vinculados a la artesanía, decide convertirse en escultor y formarse para ello. De esta manera, se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de la capital alavesa y en 1898 se instala en Madrid para acudir al taller de uno de los escultores más renombrados del momento, Aniceto Marinas, de lo que se mostraba muy orgulloso y al que siempre consideró su maestro. En 1907, pensionado por el ayuntamiento de Vitoria, viaja a París, donde, además de recibir su formación en la prestigiosa Academia Julian, visita muchos museos, salones y exposiciones y se empapa del ambiente artístico de la ciudad. A su regreso, participa en la mayor empresa artística en la Vitoria del momento como es la construcción de la Nueva Catedral y ejerce como profesor de la Escuela de Talla y Modelado. Esta última, fue creada específicamente por la diócesis de Vitoria para formar escultores y tallistas ante la magnitud del proyecto. Bajo el cargo de Fernández de Viana estuvieron figuras exentas de apóstoles y alegorías, grupos y diferentes relieves para el templo metropolitano de Álava. En 1912 viaja a Argentina, donde desarrolla obras de envergadura e importancia, centrándose especialmente en la escultura aplicada a la arquitectura y que le permiten avanzar estilísticamente en trabajos para Buenos Aires o Mar del Plata. No obstante, tras su regreso a Bilbao en 1917 y hasta su fallecimiento en dicha localidad en 1929, realiza una labor más convencional, muy plegada a los distintos encargos que recibe, aunque destaca por introducir temas más folklóricos, muy cercanos al sentimiento nacionalista que el autor profesaba. |
Prudencia y Templanza |
Destaca su labor como autor de escultura conmemorativa con el desaparecido monumento al coronel Felipe Dugiols en Tolosa (Gipuzkoa). Hay que mencionar también su labor dentro de la escultura funeraria, costumbrista, de retratos y especialmente en la escultura religiosa. Es en este apartado donde desarrolla una obra más abundante aunque en ocasiones menos libre al estar sometido al encargo: "San Prudencio" en la basílica de Armentia, "Piedad" en Vitoria, "Santo Domingo de Guzmán" del Museo de los Faroles, o "Virgen del Carmen" y "San Antonio de Padua" en Bilbao. Como la mayor parte de los escultores del momento, toca todos los géneros escultóricos y emplea materiales muy diversos de cara a su ejecución. Respecto a dichos materiales, además de la piedra, la madera, el mármol y el bronce, Viana utiliza muchas veces la escayola por abaratar los costes, aunque ello haya repercutido directamente en la pérdida o sustitución de muchas de sus obras. Es el caso de las "Virtudes cardinales" para la Catedral Nueva de Vitoria que fueron trasladadas a la escalera de la sede del Obispado. No podemos dejar de mencionar su faceta como restaurador, algo muy común en los artistas del momento. De hecho, la restauración de la Virgen de Estibaliz a finales de 1897 fue un importante reconocimiento para su carrera de escultor y le ayudó a obtener la pensión municipal que le permitiría marchar a Madrid a continuar su formación. Fernández de Viana eliminó los numerosos añadidos, policromó de nuevo la figura e hizo nueva cabeza, manos y niño, que en ninguno de los casos eran los primitivos de la imagen. En definitiva, nos encontramos ante un artista con un gran dominio de la técnica que destaca por el trabajo del modelado y la composición. Su formación y su viaje a París le abrieron otros horizontes que asimiló e interpretó dentro de su estilo. Son muchas más las obras realizadas por este magnífico escultor: bustos de políticos, intelectuales, artistas, familiares y amigos, escudos, alegorías, relieves, placas, medallas e imágenes y grupos de todo tipo. Y es que no solo supo enfrentarse a diferentes materiales y temáticas, sino a cualquier clientela. Ya en sus primeros años de formación, son evidentes la elegancia y detallismo naturalista con los que trabajó. Es un amante del realismo y de la figura humana, pero sin olvidar la herencia de los clásicos y de los grandes imagineros. A lo largo de su trayectoria, Fernández de Viana avanzó hacia un lenguaje más modernista y en ocasiones cercano al simbolismo, aunque sin perder nunca el peso del realismo. |
Autorretrato Foto: Diputación Foral de Álava |
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