TAMARA DE LEMPICKA
Tamara de Lempicka (nacida con el nombre completo de Tamara Rosalia Gurwik-Gorska) fue una artista pionera en desarrollar el movimiento más característico de la época, marcado por la estética de los años 20 con sus motivos geométricos, colores brillantes y formas rotundas: el art déco. Un estilo clásico, simétrico y rectilíneo que alcanzó su mayor apogeo entre 1925 y 1935, pero que hunde sus raíces en movimientos anteriores como el cubismo y el futurismo, así como en la influencia de la Bauhaus. Lempicka fue una de sus representantes más destacadas en el ámbito de las artes plásticas, para las que planteó toda una revolución. Nacida en una familia de clase alta, tanto su lugar de nacimiento como la fecha del mismo no pueden ser datados con claridad, oscilando entre los años 1895-1989 y las ciudades de Varsovia, Moscú o San Petesburgo. Su infancia y adolescencia transcurren entre Suiza, Italia, Polonia y Rusia, durante esos años toma lecciones de idiomas y arte, disciplina en la que muestra una gran sensibilidad. En 1916 contrae matrimonio con Tadeusz Lempicki en San Petesburgo, ese mismo año, nace su hija Kizette. Dos años más tarde se verá obligada a abandonar el país tras el arresto de su marido como consecuencia de los cambios políticos en Rusia. Es entonces cuando se instala en París, donde volverá a reunirse con Tadeusz. Ya desde muy pequeña, Kizette Lempicka sirvió de modelo a su madre, que la retrató varias ocasiones. Todas sus estampas de infancia y adolescencia tuvieron una gran acogida entre la crítica, como fue el caso de "Kizette en el balcón", que le valió un diploma de honor en la Exposition Internationale des Beaux-Arts (Burdeos). Pero Kizette seguiría ejerciendo de modelo a su madre en la edad adulta, con retratos como el que data de 1954. En Francia, Lempicka comienza a tomar clases de pintura, siguiendo las lecciones de André Lhote a quien reconocerá siempre como su maestro. Sus comienzos profesionales los hará como ilustradora de moda. No será hasta 1922, en el Salón d'Automne, donde realizará su primera exposición. Comienza a frecuentar entonces reuniones que comparte con personajes como Cocteau, Joyce, Colette o Isadora Duncan. Es en esta década cuando su producción se revaloriza, exponiendo también sus primeros desnudos. Realiza distintas muestras individuales y colectivas en el Salon des Indépendants (París), en la galería Bottega di Poesia del conde Emanuele Castelbranco (Milán) o en la Exposition Internationale des Beaux-Arts (Burdeos), donde recibe un diploma de honor por Kizette en el balcón. En 1929, ya divorciada de Tadeusz, realizará su famoso "Autoportrait (Tamara en un Bugatti Verde)" (imagen superior). El 3 de abril de ese mismo año llegará por primera vez a Estados Unidos, donde participará en la 28ª International Exhibition of Paintings (Carnegie Institute de Pittsburgh) con las obras "Retrato del doctor Boucard", "El sueño" y "Kizette en el balcón". Al término de la Primera Guerra Mundial, y con la destrucción de los grandes imperios europeos, París se convirtió en un lugar de encuentro y de nuevos comienzos para artistas e intelectuales de todo el mundo, que vivieron una etapa de efervescencia inigualable en lo que fueron denominados "Los años locos". El acontecimiento artístico que marcó este periodo fue la Exposición Internacional de Artes Decorativas de 1925, que avaló la difusión del art déco, un movimiento con vocación de internacionalidad, modernidad y decorativismo. Tamara de Lempicka se encontraba entre aquella nueva población que había llenado la capital francesa con su creatividad, huyendo de la revolución bolchevique. Tras su primera exposición en el Salón d'Automne, en 1922, rápidamente alcanzó un éxito de reconocimiento global. Su arte, lleno de referencias a la moda y el glamour del momento se erige hoy como un icono de aquella década. La casa de la rue Méchain 7, comprada por Lempicka en 1930, reunía todos los elementos de la modernidad arquitectónica. En las revistas francesas, polacas y británicas de la época esta casa-estudio fue uno de los espacios más alabados como ejemplo de modernidad. El edificio era un proyecto del arquitecto y escenógrafo Robert Mallet-Stevens, maestro de la arquitectura art déco, mientras que los interiores eran de la hermana de Tamara, Adrienne Gorska. Ella fue la primera polaca que logró licenciarse en arquitectura y fue pionera en el diseño de salas de cine, en especial los Cinéac (cines de actualidades) en París y el resto de Francia. Otro signo de la modernidad de Lempicka fue la relación que tuvo con la moda, un sector tan relevante para la época que llegó a tener una sección especial en el Salon d'Automne. Así, el mundo de la moda marcó los comienzos artísticos de Lempicka, cuyos primeros trabajos, como hemos dicho, fueron como ilustradora para revistas femeninas como "Femina". Ilustraciones que documentan este ávido interés de Lempicka por las tendencias y la estética. Siempre alerta para posicionarse como "la mujer más elegante de París" e inspirándose en Greta Garbo, eligió con cuidado a los fotógrafos que la retrataron como Lorelle, D'Ora, Maywald o Thérèse Bonney, todos ellos fotógrafos de las estrellas del cine. Sus modistas y diseñadores favoritos eran Descat, Schiaparelli, Vionnet o Patou. Por otra parte, muchos de sus retratos, que muestran rostros pulidos como la cerámica y maquillados a la perfección, remiten a las cabezas de los maniquíes de Siegel. |
A principios del siglo XX, las lesbianas eran denominadas "amazonas". Tamara de Lempicka nunca ocultó sus amores femeninos, en una época en que la cultura afrontó el tema de un modo relativamente desinhibido. Es en los años 20 cuando se completa la publicación de "En busca del tiempo perdido" de Proust, y varias películas como "La caja de Pandora (Lulú)", dirigida por Georg Wilhelm Pabst (1929), "Marruecos", de Josef von Sternberg (1931) y "La reina Cristina de Suecia", con dirección de Rouben Mamoulian (1933), incluyen escenas sáficas. A pesar de esta desinhibición cultural, muchas de estas historias seguían considerándose un tabú por la sociedad. El universo de las garçonnes como Lempicka, que adoptaban modales y ropas masculinas y frecuentaban los transgresores locales "sólo para mujeres", aparece en pinturas como "El doble 47" (1924), donde el número muestra la dirección oculta de uno de esos locales. Lempicka también realizó un gran número de desnudos en los que se puede ver la evolución de su estética pictórica. Sus desnudos de principios de los años 20 denotan un claro estudio del arte antiguo, para luego evolucionar en la segunda mitad de la década con el fin de trasladar reflexiones sobre los juegos de luces y sombras propios de los estudios fotográficos, algo que resulta evidente en el retrato "La hermosa Rafaela" (1927). En los desnudos de Lempicka se puede apreciar la presentación delicada de los bustos dibujados por la luz, los rostros sumidos en la oscuridad, apenas perceptibles y los fondos sin decoraciones que realzan la figura de la mujer, presentada como ser deseado. Otro de los temas predilectos de Tamara de Lempicka fue el bodegón compuesto por flores, del que se convertirá, sobre todo desde los años 30, en una ejecutora virtuosísima. El tema ya había sido afrontado por la artista en 1927, cuando pintó una rosa solitaria apoyada sobre una hoja de papel, retomando una fotografía de Kertész de 1926, en la que la flor fotografiada desde cerca parecía tener pétalos de particular consistencia, como si fueran de un material sintético y rígido. Las naturalezas muertas de Lempicka se distinguen por la sobriedad compositiva y por un punto de vista cromático muy personal donde el gusto art déco es indudable. Esto también se plasma en sus hortensias, que guardan fuerte influencia del arte japonés de Hokusai e incluso en bodegones con frutas y fondo negro, de fuerte regusto barroco. En el verano de 1932, la artista realizó una larga estancia en España, con un viaje que la llevó a Málaga, Sevilla, Córdoba, Toledo y Madrid, documentado por algunos extasiados artículos firmados por los críticos españoles del momento. Aclamada como una diva, admirada por su arte caracterizado por un lenguaje neto y refinado, descrita como un ejemplo de belleza y elegancia, Tamara de Lempicka subrayó en las entrevistas su interés por El Greco y Goya, que estudiaba diligentemente en largas sesiones en los museos españoles. Un épico viaje que tuvo gran calado en su obra y en el mundo artístico de la época. Una de las piezas más singulares de Lempicka es la pintura que la bibliografía moderna ha titulado "Madre con niño", pero que en realidad representa a la "Virgen con el niño Jesús" (imagen superior), como indicaba el pie de una foto publicada en enero de 1939 en "L'Officiel de la couture et de la mode". También son muy carismáticos retratos como el de Louisanne Kuffner o el de Malvina Decler, madre de la artista. Mención aparte merece el "Retrato de Alfonso XIII", una obra que nunca había salido a la luz pública hasta fechas recientes. Cuando Alfonso XIII murió en el exilio en Roma, en febrero de 1941, Lempicka ya se había mudado a Estados Unidos y estaba a punto de inaugurar una importante exposición individual en la Julien Levy Gallery de Nueva York. Los periódicos publicaban todos los días entrevistas suyas y, en cada ocasión, relataba con énfasis que había coincidido con el rey español, quien le había concedido algunas sesiones de pose en los años 30 durante su exilio italiano impactado por su ironía y locuacidad incontenible. Como consecuencia del desconocimiento del paradero de este cuadro las dudas sobre la veracidad de este relato siempre han estado presentes. La experta Gioia Mori fue la que resolvió el misterio y descubrió una pintura inacabada sobre lienzo con el retrato de Alfonso XIII ensalzado por la artista. Para avalar su veracidad también fue hallada una carta privada dirigida a un coleccionista que documenta la fecha de realización, 1934, así como su lugar en Italia. |
Otra interesante pieza es "Los refugiados" (imagen superior, 1931), conservada en el Musée d'Art et d'Histoire di St. Denis. Lempicka, que había vivido la caída del Imperio zarista, estaba impactada no solo por el exilio que le había tocado en suerte al rey Alfonso XIII, sino también por el sufrimiento de los refugiados que se iban de España a Francia al empezar la II República. Una pieza fuera de los esquemas decorativos que la habían hecho famosa, alejada del estilo de vida que la artista mostraba en sus obras, pero llena de "pathos". Los cuadros de Lempicka revelan un estudio de la pintura italiana del siglo XV y la flamenca del XVII, de los que la artista era una gran admiradora. Influencias como Van der Weyden, Crivelli, Vermeer, El Greco, Hayez, Pontormo, Bernini, Miguel Ángel, la estatuaria helenística-romana, Botticelli y Rafael, convierten a Tamara en un manual de Historia del Arte. Esta recuperación de la antigüedad que hace la artista está en sintonía con los principios del art déco, que adopta grafismos etruscos, egipcios y precolombinos junto con formas dieciochescas, insertándolos en contextos de modernidad extrema: estas líneas se aplican desde los rascacielos hasta el mobiliario. Por otro lado, el art déco tomó de la escultura antigua el gigantismo y los volúmenes amplificados de su escultura, elementos que también encontramos en las figuras de Lempicka de los años 20 y 30. En febrero de 1939 Tamara y su segundo esposo, el barón Raoul Kuffner, dieron una última fiesta en su casa de la rue Méchain, tras la cual se marcharon a Estados Unidos. Llevaban tiempo preparando en secreto su traslado ante el inestable clima previo a la II Guerra Mundial. En 1940 alquilaron en Beverly Hills la antigua casa del director King Vidor, donde se tomaron una serie de fotos en las que Tamara aparece como una diva de Hollywood. Aquí celebraron suntuosas fiestas a los que acudían muchas glorias del cine, como Pola Negri, Theda Bara, Greta Garbo, Tyrone Power, Annabella o Charles Boyer. En 1941 Lempicka encomendó su relanzamiento al galerista Julien Levy, que organizó tres exposiciones en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles, sufragadas por el barón Kuffner. La crítica consideró anacrónica la pintura de la entonces llamada "baronesa Kuffner". Fue en esa época cuando Lempicka declaró a la prensa estadounidense que quería hacer una exposición únicamente con cuadros que representaran manos. Este proyecto nunca se llevó a cabo, pero varias pinturas de esta década retoman el tema. En realidad, la artista llevaba a cabo un asunto que ya había explorado ampliamente en París durante los años 20. En 1928, un reportaje de la revista "VU" explicaba que muchos fotógrafos se dedicaban al retrato de manos, porque éstas realizan lo que la mente inspira y crea. Las imágenes más significativas de manos, que sin duda vio Lempicka, son obra de los fotógrafos más importantes de la época: Laure Albin Guillot, Berenice Abbott, André Kertész y François Kollar, a las que hay que sumar las realizaciones surrealistas de Dora Maar. En 1943 el matrimonio vuelve a mudarse, esta vez a Nueva York. Al término de la guerra, la artista reabre su famoso estudio de la rue Mechain en París. Durante las siguientes décadas el advenimiento del expresionismo abstracto contribuyó a que el estilo de Lempicka fuera dejado de lado, aunque la artista no detuvo su creación artística en ningún momento. No fue hasta 1966 cuando el Musee des Arts Decoratifs organiza una exitosa exposición conmemorativa en París que volvió a levantar el interés por el estilo de la artista. En los años 60, y tras la muerte del Barón, traslada su residencia a Houston para estar más cerca de su hija Kizette. Pero en 1978 Lempicka se muda definitivamente a México, donde adquiere una casa en Cuernavaca conocida como "Tres Bambús", donde pasará los últimos días de su vejez. Tamara de Lempicka murió mientras dormía el 18 de marzo de 1980. Siguiendo su deseo fue incinerada y sus cenizas esparcidas en la cima del volcán Popocatépetl. Como hemos apuntado antes, uno de los rasgos que hicieron que Lempicka se convirtiera en el icono de una modernidad transgresora y precursora es su manifiesta bisexualidad y el amor por algunas mujeres que dieron origen a sus grandes obras maestras. Son aquellas pinturas que ella llamaba "visions amoureuses" y que retratan a la mujer con la que mantuvo una relación durante décadas, Ira Perrot, modelo de "Sa tristesse" (1923). Mencionar también a Rafaela, modelo de su desnudo más erótico, "La hermosa Rafaela" (imagen inferior, 1927), resplandeciente en la oscuridad del fondo. Historias sáficas, abrazos prohibidos, como el de la pintura "Las muchachas jóvenes" (1930), que se perfilan sobre la modernidad de los rascacielos de Nueva York. |
Muestra Tamara de Lempicka. Reina del art déco hasta el 24 de febrero de 2019 en el Palacio de Gaviria (Calle del Arenal 9, Madrid). Se trata de la primera exposición retrospectiva en Madrid dedicada a la figura de Tamara de Lempicka. La selección incluye en torno a 200 piezas procedentes de más de 40 colecciones privadas, museos y prestadores. La exposición de Madrid presenta una atenta contextualización de la trayectoria artística de Lempicka también a través de una puesta en escena inmersiva, donde sus obras están colocadas en ambientes decorados con reconocibles objetos déco. Así se constituye un recorrido en el que las pinturas dialogan con muebles, biombos, lámparas, jarrones, vidrieras, fotografías y grabaciones de época. Comisariada por la experta Gioia Mori -quien ha dedicado una década al estudio de la artista polaca-, este proyecto expositivo recorre la trayectoria de la "Reina del Art Déco". La labor de la comisaria ha contribuido a arrojar luz sobre la gran dimensión artística de Lempicka y a reconstruir los aspectos más desconocidos de su biografía. Horario: domingo a lunes, de 10:00 a 20:00 horas (viernes y sábados hasta las 21:00 horas). |
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