LA BAJADA LUSTRAL DE LA VIRGEN DE LAS NIEVES (Y III)
EL CARRO ALEGÓRICO Y TRIUNFAL

José Guillermo Rodríguez Escudero (03/07/2010)


 

 

Para el catedrático Pérez Vidal, estos carros de exaltación a la Virgen Negra de La Palma no podían ser considerados como verdaderos autos sacramentales. Nos decía que “las fiestas por otra parte, se sucedían tan de tarde en tarde -cada cinco años- que no había peligro en favorecerlas con una excepción”. Otra de las circunstancias que facilitaría la supervivencia del género en La Palma, en contra de las reales ordenanzas, sería la lejanía de la Isla y la Corte, una “distancia enorme, doce o quince días de viaje”. De esta forma, la disposición del Rey llegaba a la Isla con “cansado retraso y cuando se recibían, arribaban tan debilitadas y desfiguradas por el largo recorrido, que casi no tenían fuerzas para suplantar a las anteriores”.

El mismo cronista oficial añadiría otro concepto: “el mismo ambiente isleño debió de defender inconscientemente en gran manera la conservación de las profundas y suntuosas representaciones” ya que, para él, La Palma “no es una Isla de claro reposado ambiente clásico”. Uno de los atacantes más acérrimos que había tenido el teatro religioso fue, precisamente, el canario José Clavijo y Fajardo, y uno de los culpables de que la representación de los autos fuera prohibida por el monarca ilustrado Carlos III.

Los antiguos Carros Alegóricos y Triunfales en honor a la Virgen de las Nieves se basaban en una monumental carroza llena de numerosos artilugios y aditamentos para la tramoya; altos sitiales para las personas importantes; ménsulas para los personajes secundarios y decorativos; escotillones por donde salen o desaparecen coros enteros; peñas que surgen y se abren mostrando en su interior prodigiosas apariciones. Y todo este pasado y relumbrante armatoste -sorprendente maquinaria, como se decía en los buenos tiempos de los “carros”- tirado por fornidos y pacientes bueyes cubiertos con rojas gualdrapas y con los cuernos, pezuñas y cangas dorados”.

 

 

Pérez Vidal nos informaba que, al contrario de lo que ocurría con auto sacramental de Corpus en el siglo XVII, que se representaba por la tarde,  las cuatro o cinco funciones del carro mariano y palmero se ejecutaban durante toda la noche hasta el amanecer. Era anecdótico que, muchos de los lugares programados para la representación, ya no eran predeterminados por ser domicilio de alguna autoridad local importante o corporación o iglesia, como ocurría con el sacramental. Después, por el contrario, se ubicaban en aquellos sitios de la calle en la que su anchura permitiese más cabida y comodidad a los espectadores.

En su trabajo de 1945, Pérez Vidal apuntaba que numerosas antorchas de tea rodeaban al carro durante la esperada representación, “y junto a estas primitivas luminarias, que contribuían a aumentar el carácter arcaico y lejano del espectáculo, numerosas bengalas, con cambios frecuentes de color, reflejaban sus luces en las sedas de túnicas y mantos, y realzaban el ambiente fantástico de las fiestas”.

Con los avances tecnológicos, el antiguo alumbrado fue sustituido por lámparas eléctricas y reflectores. También decía Pérez Vidal que “los caballos mecánicos han despedido a los mansos bueyes de su puesto de siglos”, puesto que se empezaba a representar sobre el chasis de un gran camión. Concluye señalando que, “con el cambio, se ha aumentado los efectos de luz y ha crecido considerablemente la vistosidad. Pero aquel ambiente espeso de años y misterio, aquella aérea pátina que rodeaba la representación del carro ha empezado a aclararse y disolverse”.

 

 

 

Eran unos carros henchidos de frescor, belleza y sensibilidad, donde sobresalían personajes  como El Genio, El Aire, El Talento, La Ciudad, La Esperanza, Las Estaciones, La Naturaleza, La Memoria, La Isla de La Palma, etcétera, que hacían, y aún hacen, las delicias del espectador.

El palmero, de espíritu soñador, abierto, aventurero y atlántico, vive en La Palma, una alta y atormentada petrificación de erupciones volcánicas que, a modo de gigantesco receptor, absorbe todas las tendencias, tanto fantásticas como sobrecargadas de aquellos visitantes cosmopolitas que dejan aquí su arte y creatividad, y “retuerce como una caracola todas las ajenas resonancias”. Con su grandeza y servidumbre, esta reliquia barroca fue, y aún es, el número de mayor calado estético y ético del amplio almanaque festivo de la Bajada Lustral de la Patrona.

Una pieza dramática que no ha quedado fosilizada a pesar de que se ha ejecutado ininterrumpidamente desde el Siglo de Oro; al contrario de lo que ha ocurrido, como nos recuerda Pérez Vidal, con el Misterio de Elche (Alicante) y la Vida y Milagros de San Martín, de Altafulla (Tarragona). El entrañable y espectacular auto palmero cambia en cada una de las “católicas olimpiadas de la Patrona Isleña”. En honor a la Virgen de las Nieves, la popular Morenita, un desfile de poetas locales y, excepcionalmente algún vate “extraño”, aunque residente en la Isla (como Lota España y Francisco Caballero), han compuesto magníficas letras y loas para ser interpretadas en tal teatral representación, que ha reflejado en todo momento, las tendencias artísticas de cada época que le ha tocado vivir.


BIBLIOGRAFÍA

PÉREZ VIDAL, José. «Carro Alegórico y Triunfal», en Diario de Avisos, Febrero de 1945.

- Idem. «Memoria histórica para la declaración de la Bajada de la Virgen como Fiesta de Interés Turístico Nacional, 1965», Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma.

- Idem. «Representaciones religiosas en Canarias».

«Carro Alegórico Triunfal». Programa de las Fiestas Lustrales de 1970.

 

 

Escrito Relacionado en este

 

Volver         Principal

www.lahornacina.com