UNA TALLA ATRIBUIDA A MONTAÑÉS EN EL MONASTERIO SEVILLANO DE SAN LEANDRO

Salvador Guijo Pérez (10/08/2021)


 

 

Como cada 15 de agosto las religiosas agustinas del Real Monasterio de San Leandro (Sevilla) celebrarán los cultos dedicados por la fiesta de la Asunción de la Virgen, a una de sus grandes devociones, Nuestra Señora del Amor. Esta imagen mariana será expuesta de manera excepcional para la veneración de los fieles tras la celebración de la Eucaristía de las 09:00 horas; a partir de entonces, y hasta las 13:30 horas, los fieles podrán contemplar esta magnífica obra que habitualmente se encuentra en la clausura del cenobio.

Nuestra Señora del Amor es una talla de vestir de la primera mitad del seiscientos que atribuimos al escultor e imaginero Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 - Sevilla, 1649). Se ubica en un altar propio en el lado del evangelio del coro bajo. En orden de proximidad a la reja, el maravilloso comulgatorio, el retablo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús y el de Nuestra Señora del Amor constituyen este flanco. Este último retablo se data en el primer tercio del siglo XVIII, siendo su titular la imagen que nos ocupa.

En el lado opuesto se encuentran el órgano barroco, de la segunda mitad del setecientos, y el retablo-hornacina dedicado a la Virgen de la Granada, abadesa perpetua del monasterio sevillano de San Leandro. La Virgen de la Granada es una talla del siglo XVI vinculada con Jerónimo Hernández. Su retablo, de principios del siglo XVII, se complementa con añadidos de la centuria siguiente.

Estas dos titulares representaron una de las historias más curiosas del monasterio. Hace más de un siglo, un 31 de mayo, las religiosas leandras de la Orden de San Agustín de Sevilla, eligieron a Nuestra Señora de la Granada como abadesa perpetua del convento. La pugna se marcó entre las camareras de San Juan Evangelista y las de San Juan Bautista (imágenes ambas representadas por Martínez Montañés en el monasterio), apoyando las primeras a la Virgen del Amor, mientras que las segundas postulaban a Nuestra Señora de la Granada. La tradición recoge que, en la mañana del sufragio, la puerta de la vitrina del retablo de Nuestra Señora de la Granada se encontró abierta y su pie adelantado mostraba su predisposición a ser elegida, lo que hizo que el sentir de las religiosas se inclinara en su favor. Desde entonces se la nombró como tal y empuñó el báculo de plata de la prelada de la comunidad del Dulce Nombre de Jesús, comunidad fusionada con la de San Leandro tras la Desamortización. La Virgen del Amor contó siempre con el cariño y la devoción de la comunidad celebrando sus cultos y procesión claustral en torno al 15 de agosto.

Este próximo domingo será una ocasión propicia para contemplar la maravillosa talla de Nuestra Señora del Amor y su rico ajuar de orfebrería, joyería y textil. Igualmente, los fieles podrán visitar la iglesia y encomendarse a la milagrosa imagen de Santa Rita, la agustina más universal en Sevilla. Podremos también colaborar con el monasterio comprando los dulces de las religiosas, caso de las famosas yemas de San Leandro, así como sus pestiños de San Agustín y magdalenas de Santa Rita.

Respecto a las yemas de San Leandro, desde tiempo inmemorial las religiosas contaban con una receta que elaboraban en agradecimiento a sus bienhechores y allegados por las Pascuas, así como en otros momentos significativos de la congregación. Se hace alusión en su archivo a la elaboración de las yemas desde 1591. No nos resistimos a transcribir el supremo y más conocido argumento literario en favor de las yemas de su gran defensor lírico, el poeta sevillano Luis Cernuda. Un fragmento del capítulo "Un compás", de Ocnos, dice:

 

"Por la galería, tras llamar discretamente al torno del convento, sonaba una voz femenina, cascada como una esquila vieja: "Deo gratias", decía. "A Dios sean dadas", respondíamos. Y las yemas de huevo hilado, los polvorones de cidra o de batata, obra de anónimas abejas de toca y monjil, aparecían en blanca cajilla desde la misteriosa penumbra conventual, para regalo del paladar profano. En la vaga luz crepuscular, en el silencio de aquel recatado rincón, el exquisito alimento nada tenía de terreno, y al morderlo parecía como si mordiéramos los labios de un ángel".

 

Las yemas de San Leandro son unos dulces realizados a partir de dos únicas materias primas, huevo y azúcar, pero de una compleja elaboración digna de la recreación y santificación de las religiosas del monasterio. Una receta de siglos que con esmero y secreto sigilo se ha querido conservar. Esperemos que estas bellas tradiciones se sigan conservando en Sevilla, la ciudad que las vio nacer.

 

 

Noticia relacionada en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com