DECOR CARMELI
CÁDIZ
Sergio Cabaco y Jesús Abades
El que, probablemente, fue el mejor artífice del emporio imaginero genovés, Anton Maria di Maragliano (1664-1739), se formó bajo las enseñanzas del maestro Pietro Andrea Torre, convirtiéndose en un excelente escultor sacro que no llegó a afincarse en Cádiz u otro punto de España, residiendo siempre en su Italia natal -donde también gozó de gran prestigio- desde la que se importaban sus obras. Se trata, además, de uno de los primeros artistas ligures cuyas creaciones contribuyeron a la configuración de la escuela, definiendo un estilo propio que, enseguida, gozaría de enorme aceptación. Fue un gran imaginero de la Pasión de Cristo, resolviendo con brillantez simulacros como la Oración en el Huerto (1728) y la Coronación de Espinas, ambos con destino a las procesiones del Viernes Santo de Savona (Liguria, Italia), para las que también hizo un grupo de la Anunciación de la Virgen (1722) y una talla del Cristo de la Expiración (1728) -que presenta una composición similar a la del Cristo de la Salud (hacia 1733) que se conserva en San Fernando (Cádiz)- muy característica en sus creaciones de Cristo muerto en la cruz e imitada posteriormente por discípulos y seguidores. Si hemos podido comentar la maestría de Maragliano a la hora de labrar hechuras cristíferas, sus tallas marianas no van a la zaga en cuanto a nobleza y acabado. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en la Virgen del Carmen que recibe culto en la iglesia conventual de Cádiz que lleva su nombre, relacionada también con su discípulo Francesco Galleano. Es popularmente conocida con el apodo de Porta Coeli (Puerta del Cielo), y cuentan que ello se debe a que, al contemplarla, el fiel tenía la sensación de vivir en este mundo un anticipo de la mirada maternal de María que esperaba alcanzar en el cielo. Desde que llegó la imagen al templo gaditano de los Carmelitas Descalzos gozó de una veneración muy especial, presidiendo una bella capilla independiente a la que se acercaban miles de devotos. Normalmente se vincula al quehacer de Galleano (1713-1753), discípulo aventajado del escultor que sí formó parte del círculo de autores genoveses afincados en Cádiz, sin embargo bien pusiera tratarse de una obra directa de Maragliano vista sus indudables calidades y gran sentido escultórico. Los ojos son de cristal, las lechosas carnaciones dan la impresión de haber sido labrada en porcelana, y frente al soberano empaque de María, el Niño muestra un gracioso gesto de abrazar el cuello de la Madre. En el año 1944, el escultor sevillano Agustín Sánchez-Cid Agüero hizo una interesante versión de 2 metros de altura (el original mide 195 centímetros) para la parroquia onubense de la Purísima Concepción, trabajo que repetiría para la iglesia sevillana del Corpus Christi. En Sevilla y Córdoba, se tuvo ocasión de poder contemplar la pieza original en directo, ya que fue figuró en la exposición Decor Carmeli celebrada en los salones de la Caja San Fernando de ambas ciudades durante la temporada otoño-invierno del año 2002. Allí todos coincidimos en que no hay duda de que no sólo estamos ante una de las más perfectas creaciones de Anton Maria Maragliano en España, sino también ante una de las tallas más hermosas de la Virgen del Carmen que existen en nuestro país. |
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