FLAGELLAVIT (III)
BURGOS

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Aunque en las obras en madera del escultor, imaginero y arquitecto burgalés Diego de Siloé (hacia 1495-1563) exista una mayor dureza, en general, que en las realizadas en mármol o materiales similares, su trabajo de talla es de una exquisita morbidez, con fuertes implicaciones pictóricas.

Hijo de Gil de Siloé, uno de los más destacados representantes del último goticismo castellano, Diego no continuó con la tradición familiar y se marchó a Italia. En 1517 lo encontramos en Nápoles, colaborando con el también burgalés Bartolomé Ordóñez. A partir de 1519, de nuevo en Burgos, desarrolló una fecunda tarea de escultor y arquitecto, y, desde 1528, en Granada, ciudad donde falleció en el año 1563.

Obras como el Cristo Atado a la Columna (hacia 1525) que se conserva en el Museo de la Catedral de Burgos, labrado en madera policromada, demuestran la fina sensibilidad y las altas capacidades técnicas de Diego de Siloé para la escultura, ya sea en bulto redondo o en relieve. Muy interesante son sus aportaciones al campo de la imagen exenta: preocupación por la anatomía y por el desnudo -conservaba unos modelos de brazo y pierna, traídos probablemente de Italia-, introducción del canon de ocho cabezas y valoración de los perfiles en la composición de la figura.

Precedente de tantas imágenes procesionales del Barroco, el Atado a la Columna de Siloé, restaurado hace poco por el burgalés Luis Cristóbal Antón, es una imagen de patética cabeza y amplia y cuidada ejecución, en la que se funden los valores expresivos del Gótico con las nuevas formas renacentistas, abriendo un nuevo camino al Renacimiento hispánico. Muy abatido por el tormento, con el cuerpo completamente surcado de latigazos, se encuentra amarrado a una columna alta y dórica de capitel dorado y acabado marmóreo.

Una fórmula frecuente en la obra de Siloé, que incluso le puede llevar a incorrecciones, consiste en la peculiar manera de articular el hombro y uno o los dos brazos, prolongando aquél excesivamente y haciendo arrancar a éstos en postura forzada, en plano casi paralelo al del pecho. Esta fórmula se encuentra muy visible en la presente obra, cuya altura es de 170 cm. Hay otra fórmula en los gruesos labios y en las manos, ésta última muy usada también por los manieristas italianos: la unión de los dedos corazón y anular, y la clara separación del índice y el meñique.

En la Iglesia de San Gil, también en Burgos, encontramos otra interesante talla de Cristo Atado a la Columna, realizada a principios del siglo XVII por Sebastián Ducete bajo la influencia del arte de Juan de Juni (imagen inferior izquierda). Igualmente en la capital hallamos otra talla de mérito, concretamente formando parte del retablo del Resucitado (1656) que, procedente de la villa de Cortiguera, hoy día se custodia en el Museo del Retablo de la Iglesia de San Esteban (imagen inferior derecha).

 

 

 

FUENTES: A.A.V.V. "El Siglo del Renacimiento", en Historia del Arte Español. Arte y Estética, Madrid, Akal, 1998, p. 162; MORÁN RUBIO, Manuela. "Un Relieve de San Jerónimo (Covarrubias) Próximo a Diego de Siloé", en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, vol. 46, 1980, pp. 485-490.

 

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