LA OBRA DE ANTONIO CASTILLO LASTRUCCI (XI)
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (ALOSNO - HUELVA)

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

La primera representación del venerado icono cristífero del Sagrado Corazón de Jesús tiene carácter pictórico y se debe al artista italiano Girolamo Pompeo Batoni (1708-1787), nacido en la ciudad italiana de Lucca y con un notable prestigio en los círculos artísticos del siglo XVIII.

Batoni realizó la obra, que enseguida gozaría de una amplia difusión, dentro de una serie sobre la iconografía encargada por la reina portuguesa María Francisca de Braganza para la Basílica de la Estrella de Lisboa. Inspirada en la visión de la santa francesa Margarita María Alacoque, muestra a un Jesús de rostro bellísimo, barba corta y cabello largo y lacio, sosteniendo con la mano izquierda un corazón espinado y envuelto en llamas, mientras lo señala con la derecha en un gesto que invita a la misericordia del espectador.

A pesar de su aceptación inicial, la obra de Batoni fue finalmente reemplazada por otro simulacro derivado del primitivo, en el que el corazón del sacrificio se sitúa sobre el pecho de Jesús. En este caso, el Varón puede aparecer con los dos brazos abiertos, en señal de entrega al pueblo, o bien indicando hacia el corazón con la mano izquierda, al tiempo que bendice al fiel con la derecha.

En la España del siglo XX, la iconografía fue bastante cultivada por los imagineros, dentro de un entorno en el que, sin embargo, prevalecían las reproducciones seriadas sin valor artístico. Entre ellos se encuentra el sevillano Antonio Castillo Lastrucci, quien llevó a cabo versiones como la que recibe culto en la Parroquia de Nuestra Señora de las Virtudes de La Puebla de Cazalla (Sevilla) o la que ocupa nuestro análisis, conservada en la Parroquia de Nuestra Señora de Gracia del municipio onubense de Alonso.

De nuevo nos encontramos con una de las obras más desconocidas de su autor, que responde a la descripción anteriormente mencionada. La figura, de gran verticalidad, aparece de pie, sobre un pedestal de nubes del que emergen dos cabezas de querubines. Las manos ofrecen un interesante trabajo de talla y su rostro muestra los ojos almendrados y la ensoñadora mirada habituales en las creaciones letíficas de Castillo Lastrucci.

 

 

 

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