LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (VII)
CRISTO DE LA VICTORIA (HUELVA)
Sergio Cabaco y Jesús Abades
La figura recrea la escena en que Jesús es despojado de sus vestiduras en el Monte Calvario, momentos antes de ser crucificado. El Varón inclina la cabeza hacia la derecha y dirige la mirada al suelo, humillado, al tiempo que abre sus brazos en señal de sumisión y en su rostro se refleja una expresión doliente por el tormento que padece. La portentosa imagen, perteneciente a la etapa inicial de Antonio León Ortega, fue tallada en 1945, cobrando el escultor por ella la suma de 7.500 pesetas. Presenta en su semblante, enmarcado por rizada cabellera, el entrecejo fruncido y los ojos y las pestañas pintados en la madera. La nariz es de tipo hebraico, y la boca, entreabierta, muestra claramente los dientes superiores tallados en su interior. Se trata de una escultura de talla completa y, al igual que otras del autor como el onubense Cristo del Amor de la Cofradía de la Sagrada Cena (1949), carente de brazos articulados, habituales en las tallas procesionales de vestir para facilitar el movimiento de sus manos y la colocación de ropajes de tejido natural. El cuerpo posee un detallado estudio anatómico, propio del periodo inicial de León Ortega, en el que se deja llevar por la estética sevillana a la hora de pormenizar las formas corporales. El paño de pureza, a modo de lienzo, está dispuesto como una banda horizontal. Pese a ello, la talla aparece revestida con túnica de terciopelo, dejando muchas veces el torso al descubierto en consonancia con el instante que escenifica. Incluso, excepcionalmente, ha procesionado sin ella, dada las calidades de la anatomía, lo que supone presentarlo ante el pueblo ya desvestido por los verdugos. La policromía es muy oscura, con señales de latigazos y contusiones repartidas por el cuerpo. Especialmente dramática se nos muestra la lacerada frente como consecuencia de los afilados pinchos de la corona de espinas, que es superpuesta y ha sido labrada recientemente por Ventura Gómez Rodríguez. Tan noble hechura, típica del primer decenio artístico del imaginero (1938-1948), se acompaña en la procesión de tres sayones, labrados también por León Ortega. Dos de ellos le desnudan y un tercero prepara la cruz para el suplicio. En el paso de palio figura la Dolorosa de la Paz, obra igualmente del ayamontino (1994), aunque su fisonomía actual obedece a una profunda remodelación llevada a cabo en 1992 por Luis Álvarez Duarte. |
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