LA OBRA DE ANTONIO LEÓN ORTEGA (XXII)
JESÚS CAUTIVO (HUELVA)
Sergio Cabaco y Jesús Abades. Con información de Noemí Toral
La talla recibe culto en la Parroquia de Nuestra Señora del Rocío y cuenta con gran devoción en la populosa zona onubense de Isla Chica y alrededores. Supone una versión personal del famoso Jesús de Medinaceli que recibe culto en la basílica del mismo nombre de Madrid, imagen concebida originalmente como Cristo con la cruz a cuestas y atribuida al escultor Luis de la Peña (hacia 1620), miembro del círculo de Juan Martínez Montañés e integrante del barroco sevillano de la primera mitad del siglo XVII. La Orden Redentorista de los Trinitarios, a raíz de la liberación de cautivos cristianos que tuvo lugar en la guarnición de La Mamora (1682), encontró junto con otras imágenes la talla que, posteriormente, se convertiría en el popular Cautivo de Medinaceli. Al ser profanada la iglesia donde residía por las tropas islámicas, como muestras de humillación destruyeron la cruz que portaba y lo maniataron como al resto de población esclavizada tras el asedio a la ciudad. Los frailes trinitarios tuvieron que pagar por el Cristo el mismo rescate que por el resto de los habitantes. Todas esas obras de arte fueron repartidas por los trinitarios entre quienes más colaboraron con sus recursos a la redención, cayendo en manos de la Casa de Medinaceli, principal benefactora de la causa, la hechura cristífera que, por ese motivo, habría de tomar el nombre del clan de aristócratas. Dicho icono ha establecido un prototipo en la imaginería que ha sido imitado hasta la saciedad, con mayor o menor fidelidad, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, encontrándose numerosas muestras repartidas a lo largo y ancho del país, así como en el extranjero. La interpretación de Antonio León Ortega se antoja más nervuda y estilizada que el original, acentuando el abatimiento físico. Fue restaurada en el año 2001 por el escultor e imaginero onubense David Valenciano Larios, consistiendo la intervención en el sellado de grietas, limpieza de la policromía y reintegración cromática de las partes perdidas, especialmente en la zona del pie derecho por efecto de los besapiés. Para la capital onubense, el escultor ayamontino labró en 1985 otra imagen de Cristo Cautivo con destino a una cofradía de penitencia. En el año 1992, el tallista e imaginero Francisco Márquez Domínguez le hizo nuevas manos y, tres años después, acabó por remodelar completamente su fisonomía. Dicha intervención, con la que un amplio sector de sus devotos no estuvo de acuerdo, viene causando bastante polémica desde que fue realizada ya que supuso el retallado de la última obra sacra que había salido de las manos de León Ortega. |
Fotografía de Sergio Cabaco
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