La imagen, labrada en 1971, es titular de la Real Hermandad de Jesús Cautivo, Cristo de la Buena Muerte y María Santísima del Rosario, y fue bendecida el 24 de marzo del año 1972.

Como apuntamos en el análisis de la talla de San Esteban, a pesar de que en las últimas décadas del escultor su estilo va despojándose cada vez más de toda ornamentación barroca para reducirse a las formas esenciales de la escultura sacra, ello no impide que, de vez en cuando, aparezcan piezas con unas maneras más propias de sus inicios, época en la que se siente con más intensidad sus enseñanzas tomadas de la escuela sevillana.

Es el caso de la obra que nos ocupa, cuyo semblante, además, nos trae a la memoria las facciones de la Virgen de la Esperanza Macarena, popular imagen reinterpretada, con mayor o menor libertad, por numerosos imagineros andaluces, entre ellos Antonio León Ortega.

La Dolorosa, de expresión doliente a la vez que serena, ladea suavemente la cabeza hacia la derecha y dirige la mirada hacia abajo, buscando el íntimo diálogo con el fiel. Las carnaciones, atezadas, han sido elaboradas empleando tonos ocres y terrosos. Los ojos son vítreos y están provistos de pestañas postizas en el párpado superior. La nariz es recta y los carnosos labios aparecen entreabiertos, dejando ver los dientes y la lengua. Las manos, correctamente anatomizadas, se presentan extendidas para recoger el pañuelo y el atributo de su advocación. La destreza del autor a la hora de modelar el óvalo y el puntiagudo mentón que afina el rostro es muy característica de sus creaciones femeninas.

Frente al barroquismo de la efigie mariana, el Cautivo titular de la corporación ayamontina, labrado también por León Ortega (1972), muestra la severidad habitual en los tiempos de su ejecución. Si bien no se encuentra entre las más notables creaciones del escultor, la consideramos una interpretación solvente del momento en que Jesús camina preso y abandonado por sus discípulos.