Víctima del exterminio nazi, el polaco Rajmund Kolbe (1894-1941) ingresó a los 13 años de edad en el seminario de Lvov, donde adoptó el nombre de Maximiliano (Maksymilian). Ordenado sacerdote en 1918, funda un año antes un movimiento apostólico llamado Milicia de la Inmaculada, destinado a propagar la devoción a la Inmaculada Concepción. En 1922, con idénticos fines, publica la revista Caballero de la Inmaculada, que alcanzaría gran difusión mediática en años posteriores.

Apresado por los oficiales nazis en 1939, es puesto en libertad al poco tiempo, aunque finalmente fue arrestado de nuevo en 1941 y enviado al campo de concentración de Auschwitz, donde se ofrece voluntario para morir de hambre en lugar de uno de los condenados a muerte como represalia por la fuga de un prisionero. Al sobrevivir diez días en la más absoluta inanición, los verdugos le admistraron una inyección letal que acabó con su vida. 

Beatificado en 1973 por Pablo VI y canonizado nueve años más tarde por Juan Pablo II como Mártir de la Caridad, San Maximilano Kolbe encontró una acertada recreación escultórica en esta pieza realizada en 1978 para la Iglesia del Sagrado Nombre de la localidad estadounidense de Stamford (Connecticut). Las fotografías que ilustran esta entrega la muestran en el taller que poseía el escultor en la Calle Médico Luis Buendía.

Como hemos comentado en anteriores capítulos, León Ortega fue un gran seguidor en vida del espíritu sencillo y ascético de la Orden de los Franciscanos, de ahí que sus maneras brillen con luz propia a la hora de abordar simulacros de gran sobriedad y recogimiento formal como el del mártir franciscano que nos ocupa. Vestido con el austero hábito, con los brazos abiertos en señal de entrega y la mirada dirigida a las alturas para reflejar el éxtasis místico, se trata sin duda de una de las creaciones más sugerentes de la última etapa del imaginero.