ANTONIO PALAO. DE YECLA A ZARAGOZA
SOLEDAD

Wifredo Rincón García (01/03/2024)


 

 

En la procesión del Santo Entierro de 1855 figuró una hermosa imagen de vestir de Nuestra Señora de los Dolores, previsiblemente prestada por alguna comunidad religiosa. Ante la admiración causada por la dolorosa, la Hermandad de la Sangre de Cristo se vio en la obligación de realizar otra igual, para lo cual encargó a Palao una escultura de cuerpo entero, de talla para vestir y de tamaño natural, por precio de 1.500 reales, así como otra más pequeña de las mismas características, que serviría para ser rifada y, con ella, engrosar las arcas de la Hermandad de la Sangre de Cristo y poder sufragar los gastos que ambas tallas ocasionasen.

La nueva imagen de Nuestra Señora de los Dolores fue bendecida en la Real Capilla de Santa Isabel (vulgo San Cayetano) el día 15 de marzo de 1856. Tras procesionar el Viernes Santo de ese mismo año, y después de algunas reformas en la capilla del Sepulcro, la popularmente conocida como Soledad de Palao fue depositada en una hornacina sobre la urna que contiene la imagen del Santo Cristo de la Cama, a quien Palao había diseñado y tallado una nueva cama con aires renacentistas y platerescos un año antes.

Esta talla fue titular de la Hermandad de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores cuando la misma se instituyó en 1937 como cofradía de Semana Santa, hasta que en 1949 fue tallada una nueva dolorosa por Manuel José Calero Arquellada, escultor granadino afincado en Zaragoza, quedando la de Palao depositada en una hornacina en la Sala Capitular de la Hermandad de la Sangre de Cristo, en la misma iglesia de Santa Isabel de Portugal, hasta que en el año 2013 fue recuperada para el culto público del templo.

La iconografía que ofrece la Soledad de Palao es un fiel reflejo de los modelos andaluces -sevillanos, fundamentalmente-, que se popularizan en esta centuria para la representación de la Madre de Dios. Viene a mostrarnos un rostro de gran realismo y que nos hace pensar en el retrato establecido de acuerdo con el ideal femenino: ojos oscuros enmarcados por finas cejas, pómulos destacados sobre un rostro ovalado y boca muy bien dibujada sobre la que se muestra una nariz acorde con el más radical clasicismo. Sin embargo, a diferencia de lo usual en dichos modelos, presenta todo su cuerpo tallado y policromado, y sus brazos no son articulados.

 

 

Fotos: Óscar Puigdevall

 

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FUENTES

RINCÓN GARCÍA, Wifredo. "El escultor Antonio Palao y la Semana Santa de Zaragoza", en Tercerol. Cuadernos de investigación, n º 5, Zaragoza, Asociación para el Estudio de la Semana Santa, 2000, pp. 64-65.

 

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