En 1857 se encargó a Antonio Palao la imagen de Santiago Apóstol, que debía ocupar el baldaquino de sus capilla en la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. La efigie es de tamaño mayor que el natural, tallada en madera y policromada. Representa al discípulo en actitud de orar, con sus manos juntas y extendidas, a la vez que soporta el báculo del que cuelga la calabaza, atributo del peregrino. Viste túnica hasta media pierna, de color verde grisáceo, y sobre su hombro derecho lleva un amplio manto rojo, con la vuelta naranja. Ciñe la túnica una estrecha correa y colgado del hombro y sobre su costado izquierdo muestra el zurrón y una calabaza.

En 1868 está firmadas y fechadas por Antonio Palao las puertas, ricamente labradas con alegorías marianas, que cierran todos los vanos de la parte alta del templo, desde el cuadro de la Santa Capilla a los pies.

Por último, por lo que se refiere a la actividad de Antonio Palao en el templo de Nuestra Señora del Pilar destacaremos el retablo de la capilla de San Pedro Arbués, ejecutado siguiendo el esquema del de la capilla de San Lorenzo. En el medallón central, en madera pintada de blanco imitando mármol, talló Palao en 1873 -según figura en la parte inferior izquierda- un magnífico relieve con la imagen del santo inquisidor, en gloria sobre una nube -sostenida por dos ángeles niños y un ángel mancebo-, de rodillas, revestido como corresponde a su dignidad de canónigo y con el medallón de inquisidor sobre el pecho. Su mano derecha sobre el corazón, soporta la espada del martirio, mientras que su brazo izquierdo aparece extendido. Dos ángeles mancebos sostienen una corona de flores y la palma del martirio.