LA VIRGEN DE LAS NIEVES. PATRONA DE LA ISLA DE LA PALMA
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
UNA ANTIGUA ADVOCACIÓN El suntuoso Real Santuario Insular de la Patrona de La Palma y de los palmeros, en Santa Cruz de La Palma, es el centro de la espiritualidad de la isla y uno de los focos de devoción más antiguo del Archipiélago Canario. Ya en la bula del papa Martín V, fechada en Roma el 20 de noviembre de 1423, queda demostrada la existencia de una iglesia dedicada a la imagen bajo la advocación de "Beatae Mariae de La Palma", devoción que se extendió por todas las islas. Prueba de ello es que en otros lugares de la región se erigieron ermitas y templos dedicados a la venerada "Morenita". Está comprobado que evangelizadores introdujeron el cristianismo en nuestra isla con anterioridad a la Conquista y es precisamente esta imagen de las Nieves una prueba fehaciente. Su presencia en La Palma corre pareja con la historia española y penetra de lleno en la leyenda. Todo ello respalda las hipótesis de ciertos cronistas sobre su llegada: viajes de frailes irlandeses o marinos mediterráneos, misiones del Obispado de Telde, incursiones de normandos, del propio Lugo, de la conversa Francisca de Gazmira, de expediciones enviadas por el Juba de Mauritania, etcétera. La prueba documental más antigua hasta la fecha, recogida por el historiador Alberto José Fernández García en su detallado trabajo titulado "Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves" (León, 1980), es la cita encontrada en el Libro de Repartimientos, donde consta que Lope Hernández y Aparicio Rodríguez, medidores y deslindadores de las tierras de la Isla, nombrados por el Adelantado Fernández de Lugo el 23 de enero de 1507, dicen: "y otro titulo que ansi mesmo le dicen Santa Maria de las Nieves un solar de cincuenta codos". |
LA IMAGEN DE LA VIRGEN (I) La escultura de la Virgen es la imagen mariana más antigua de cuantas se veneran en las Islas. Es una talla modelada en terracota que mide 57 cm de altura; el Niño, que porta sobre el brazo derecho, 12 cm. Se la colocó en un pedestal de 24 cm, por lo que su altura máxima es de 81 cm. Es una obra gótica de finales del siglo XIV (aunque algunos estudiosos apuntan el XIII), con reminiscencias del románico en su período de decadencia. Está policromada: manto azul que lleva sobre sus hombros, traje color rojo, toca blanca por la cabeza; las orlas y el cinto son dorados, como los del Niño Jesús. Así es como se veneró la imagen en los primeros años, pero ya en 12 de julio de 1534 aparece inventariado uno de sus primeros adornos, una "toca de seda vieja". También, el 12 de febrero de 1571, "un almayzal de toca labrada de seda colorada", "un manto de tafetán azul con guarnición de oro"; el 3 de octubre de 1574, "una ropa de tafetán blanco con pasamanos de oro que tiene vestida la ymagen de nuestra señora", y así un largo etcétera. Estas vestimentas fueron incrementándose con los años y se colocaban de forma que las manos de ambas tallas quedaran al exterior, costumbre que se siguió, al menos, hasta 1637. Por esta época, debido a las señales que el tiempo había hecho sentir, sobre todo, en la figura del Niño, fue necesario tomar nuevas determinaciones acerca de cómo se vestiría la Virgen, "con objeto de dar la impresión de que toda ella había sido hecha para este fin, aparte de coincidir con los años en que fue costumbre aparecer cubiertas algunas figuras de la Virgen". Fray Diego Henríquez, en su obra sobre las sagradas imágenes aparecidas en Canarias (1714), describía el icono original con las siguientes palabras: "es esta venerable imagen de escultura algo menos de una vara de alto; su materia de piedra extraordinaria entre roja y blanca; el rostro es perfecto y lleno; los ojos, rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes; las mejillas rosadas; el color moreno, no con exceso obscuro; obstenta magestad y mueve a veneracion y devocion; la túnica es roja y ceñida con cíngulo; el manto es azul; el Niño le sale del corazon, dentro de la cual esta incluida la mayor parte del cuerpecito; falta a la imagen la punta de la nariz y al Niño en algunas cuasi fisuras su primero barniz y, aunque diestros pintores han procurado suplirlo, no o aceptan ni el hijo ni la Madre, pues luego lo expelen, demostracion que bastantemente explica la desigualdad y que no se proporcionan ni estos betúmenes a aquellos barnices, ni los maestros mas diestros". También Jesús Pérez Morera recoge: "la majestad icónica y la concentración espiritual que emana de su rostro, esquemáticamente idealizado, refleja lo eterno y sobrenatural. Tal vez a ello se debe la poderosa atracción que ejerce sobre quien lo contempla y la devoción despertada a través de los siglos. Ante sus ojos rasgados y abiertos, que parecen mirar a todas partes, como señala Fray Diego Henríquez, quedaba el pueblo hipnotizado". En dicha publicación, el estudioso palmero también analizaba cómo se inició la tradición de sobrevestir la imagen original con valiosos ropajes: tocas, mantos y sayas a partir del siglo XVI. |
LA IMAGEN DE LA VIRGEN (II) A principios del XVII, la imagen fue retocada por el pintor Juan de Sosa, según informó la también profesora palmera Gloria Rodríguez, en una época en la que la cabeza del Niño Jesús se hallaba "quebrada por el cuello pegada con cera" (Libro de Visitas y cuentas de fábrica, Inventario de 1618). Este deterioro que la imagen iba sufriendo con el paso del tiempo, obligarían a tomar algunas medidas a fin de evitar su desgaste. Una de ellas fue embutirla dentro de una especie de "percha triangular de corte barroco" o de una suntuosa campana textil, de donde sólo asoma la cabeza de la Virgen. Sus manos y el Niño son postizos. Así quedó configurada su iconografía tal y como la conocemos en nuestros días. En 1681 el Visitador Pinto de Guisla indicaba que esta venerada escultura era de "talla cuia materia es piedra, pero se uiste y adorna como si se hubiera hecho para uestir". Sobre este particular, recogemos aquí lo que escribió en 1920 don José Crispín de la Paz y Morales, cura párroco de Las Nieves, rescatado por el profesor Pérez Morera en su obra: "La forma exterior de la Imagen, tal cual se presenta a la veneración de los fieles, es la propia de las imágenes de la edad media, teniendo para acomodarle los vestidos dos brazos añadidos, lo mismo que otro Niño Jesús que se pueden mover y separar de su cuerpo a voluntad. En sus vestidos usa de todos los colores, menos el negro, abuso intolerable y que debiera ordenarse el blanco como el único y exclusivo". La Virgen de las Nieves tiene grabada en su espalda una enigmática y célebre palabra: "ASIETA", traducida por las iniciales de "Alma Santa Inmaculada en Tedote Aparecida". Tedote es el nombre guanche de la capital palmera. Un nombre que llevan muchachas palmeras asumido como sinónimo de "Nieves". Wamgüemert y Poggio asegura que, no sólo es cierta la existencia del mencionado grabado, sino que éste fue estudiado por el Obispo Don Antonio Tavira y Almazán (cuya visita al Santuario tuvo lugar en 1794). No obstante, ni en el acta correspondiente a esa visita, ni en el Archivo Parroquial consta que posea tal inscripción. Es posible que los historiadores hayan hecho caso al asunto "de oídas" sin haberlo estudiado en profundidad. Es rotunda la aseveración hecha por el palmero Alberto José Fernández García en su publicación titulada "Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves" (León, 1980). Allí explica cómo tuvo el gran honor de contemplar la imagen de la patrona de La Palma sin las ricas vestiduras que la cubren y no encontrar nombre alguno. |
EL JOYERO DE LA VIRGEN Uno de los primeros datos que conocemos acerca del joyero de la Virgen se remonta al inventario del 12 de enero de 1571, donde consta "una corona de plata que con hechura y todo pesa 24 doblas". Más tarde, el 3 de octubre de 1574, se consigna "una corona de plata del niño jesus". De entre las impresionantes joyas que posee, una de las más antiguas es un Calvario en miniatura, dentro de un cilindro de cristal engastado en oro, del que penden nueve perlas. Fue regalo del regidor Guillén de Lugo, en el año 1576. La corona de oro, esmaltes y perlas, inventariada por primera vez en 1603, fue enviada desde el Nuevo Reino de Granada, en Indias, por el palmero Pedro Fuentes. Otras coronas de plata fueran traídas desde América por Agustín Poggio, pero fueron fundidas para construir el fabuloso trono de plata de la Virgen. El "papagayo" de oro y esmeraldas fue donado en 1604 por Diego Fierro. El rico collar de esmeraldas con medallas esmaltadas y perlas lo posee desde 1648. El capitán Manuel de la Mota le regaló el rosario de perlas gruesas. La lagartija de oro y esmeraldas fue obsequio de doña Margarita de Guisla Van de Walle en 1652. Posee otra muy parecida de doña Francisca Vélez, que fue dejada a la patrona en su testamento de fecha 3 de abril de 1778. Ambas obras de arte fueron enajenadas para sufragar los gastos que supusieron las reformas de la capilla mayor en 1876. Componen el valioso joyero de la Virgen numerosos collares de perlas y oro, valiosos rosarios, cruces de esmeraldas, oro y esmaltes, broches de oro y piedras preciosas, medallones de filigrana; la Rosa Aurea -una gran rosa de oro macizo donada por Manuela de Sotomayor que luce entre sus manos la Virgen en las grandes solemnidades-, innumerables anillos, colgantes, cadenas, pendientes; un rostrillo cuajado de perlas y esmeraldas hecha por orden del visitador (el 19 de septiembre de 1757); una custodia de diamantes, oro y perlas fue el legado de Ana Teresa Massieu y Vélez de Ontanilla en 1712; una guirnalda de oro y gemas que lleva la imagen sobre los hombros confeccionada por el orfebre palmero Manuel Hernández; la lujosa "Eme" de María hecha de perlas; las maravillosas coronas de diamantes y gemas de la Coronación Canónica efectuada por Monseñor Tedeschini, Nuncio Papal el 22 de junio de 1930; y así una larga relación de alhajas impresionantes que, incluso, tienen nombre propio: "la Sirena", "la Custodia", "el Barco", "la Lira", etcétera. El barco de marfil en miniatura fue obsequio de Asunción García de Aguiar; la preciosa lira de oro y esmaltes fue obsequio de Rosario Becerra y Cosmelli. Esta ilustre dama regaló a la Virgen todas sus joyas para que fueran invertidas en la corona imperial para su coronación; también dejó todas sus alhajas José Crispín, en su testamento de 22 de octubre de 1952; Juana Felipe Cárdenas le regaló un bello medallón de filigrana de oro y perlas en 1903; la mayor esmeralda que luce la imagen la recibió de manos de José Manuel de Fuentes en 1757; un soberbio broche y una sirena de esmeraldas, un clavo de oro y una cadena de perlas magníficas fueron dádivas de María de Las Nieves Pinto y Vélez de Ontanilla en 1779; esta rica dama también le regaló la plata de la mandorla o sol que nimba la imagen; un vecino de La Habana, Domingo Hernández, había regalado en 1672 un espléndido conjunto de joyas, entre las que se encuentran una fabulosa cruz de esmeraldas, oro y esmaltes. Todas ellas fueron altamente valoradas por el prestigioso orfebre palmero Pedro Leonardo Santa Cruz. Manuela Sotomayor también le regaló un hermoso lazo y cruz de oro y perlas, etcétera. |
ARTE SUNTUARIO Capítulo aparte es el que merecen los objetos destinados al culto: desde la custodia de filigrana de plata mejicana, la más antigua de su estilo del Archipiélago, obsequiada por el obispo electo de Puerto Rico en 1666, Pedro de Escobar, hasta los seis magníficos faroles ochavados de plata repujada de 1768. También hay que destacar los innumerables cálices, copones, las varas de plata calada del palio y del guión del Santísimo enviadas desde La Habana en 1723; la preciosa cruz procesional de plata repujada donadas por el maestre de campo Gaspar Mateo de Acosta en 1704; vinajeras de estilo barroco sobredoradas; más custodias, portaviáticos, acetres, lámparas votivas de plata, bronce y cristal, jarrones; el fabuloso altar trono festivo de plata de la Virgen y sus andas de baldaquino; los incensarios, navetas, ciriales, atriles, vasos, etcétera. El creciente de luna que lleva la Virgen a sus plantas fue regalo de Juan de Oviedo (1681) y bañado en oro en 1706 gracias a la generosidad de Ambrosio Rodríguez de la Cruz. Un cáliz de plata con un arete de diamantes fue regalo de José Miguel Sotomayor en 1930. El tan anhelado Museo Insular de Arte Sacro será un digno expositor de todos estos tesoros. Serán mostrados los ricos mantos de brocado y sedas, bordados en oro y plata, etcétera. Algunos de ellos muy antiguos. Tanto, que son los mismos con los que pintores de hace varios siglos han plasmado en sus obras a la "Dama del Monte". Una de las pinturas más antiguas que se conservan de la iconografía de la Virgen de las Nieves está en su santuario y es de la primera mitad del siglo XVII. Existe otra que pertenece al sacerdote Andrés de las Casas Guerra de la misma época. Ambas presentan la particularidad de aparecer la imagen ya vestida. |
BIBLIOGRAFÍA DE LA PAZ Y MORALES, José Crispín. Contestaciones al elenco de las preguntas formuladas en la Santa Pastoral Visita efectuada por el Excmo. SR. Obispo de esta Diócesis don Gabriel Llompart y Jaume a la parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves, Archivo Parroquial del Santuario, 18-XI-1920. FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto José. Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, León, 1980. PEREZ MORERA, Jesús. Silva. Bernardo Manuel de Silva, Viceconsejería de Cultura y Deportes, D.L. 1994. RODRÍGUEZ, Gloria. La Iglesia de El Salvador de Santa Cruz de la Palma, Madrid, 1985. |
Artículo relacionado en este |
www.lahornacina.com