LA VIRGEN DE GUADALUPE. PATRONA DE LA GOMERA
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
ARTE FLAMENCO EN LA GOMERA
En la Isla de La Gomera se consideran obras flamencas de principios del siglo XVI las siguientes imágenes:
La Virgen del Buen Paso, primigenia titular de su ermita y que actualmente se halla en colección particular. Esta delicada talla, tras permanecer durante setenta años en la parroquial de la Villa de San Sebastián, fue vendida a comienzo de la década de 1960 a una familia de Santa Cruz de Tenerife.
También la figura perteneciente al período gótico de la Virgen de las Nieves, titular de la ermita del pago de Jerduñe. Se trata de una talla algo más arcaizante que la anterior, lo que la hace aún más sensible a la cronología tardomedieval propia del arte flamenco de este período y de magnífico trabajo de estofado, policromía y dorado que debió de presentar en el momento de su llegada a la Isla.
La profesora Negrín ha señalado, así mismo, la posible factura malinense de la pequeña talla de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de La Gomera, venerada en su santuario costero de Puntallana, al norte de su capital, San Sebastián. Otros autores, como Riquelme Pérez, nos informan de que la imagen es "una pequeña talla del gótico tardío en madera policromada, de posible procedencia sevillana".
LA IMAGEN
La imagen más sobresaliente en La Gomera, por su importancia no artística, sino religiosa, es la de Nuestra Señora de Guadalupe, que en el santuario de su mismo nombre se mantiene hoy en día como flamante Patrona, cuyas esperadas Fiestas Lustrales atraen a los gomeros de dentro y de fuera de las fronteras insulares.
La talla, en opinión de Negrín, procede de Malinas, según las características que tenía antes de la restauración a la que fue sometida. Muestra la tradicional configuración de este tipo de piezas: “la madre, con el cuerpo ligeramente doblado en el regazo, mira frontalmente con expresión dulce, mientras el Niño, abrazándola levemente, aparece de perfil”. La escultura, de color moreno, de unos 25 cms. de altura, fue coronada canónicamente el 12 de octubre de 1973. Lleva al Niño en su brazo derecho, el que también recoge su manto. Representada como una joven adolescente, con el cabello largo y lacio, su rostro es de facciones muy menudas. Asoma por debajo de la túnica la punta de su zapatilla. El cuerpo de la delicada talla “presenta un ligero arqueamiento propio del gótico” (Riquelme). A pesar de su arcaísmo, mantiene relación con la Guadalupe de Teguise (Lanzarote). Fue restaurada por Ezequiel de León, descubriéndose su primitivo manto, oculto por repintes. En la actualidad se presenta como fue originalmente.
SU ADVOCACIÓN
La iconografía "guadalupana" no es del todo extraña en el Archipiélago Canario. Además de La Gomera, también en Tenerife abundan las pinturas que representan a la patrona de México según su iconografía habitual, iconografía que fue acuñada por el pintor de esa escuela Miguel Cabrera en el siglo XVIII. Así mismo, en La Palma encontramos lienzos de esta advocación mariana, como por ejemplo el colgado en la escalinata de acceso al coro de la fastuosa Iglesia de Santo Domingo de Guzmán en Santa Cruz de La Palma; o en el óleo sobre lienzo anónimo mexicano de San Juan Bautista de Arucas (Gran Canaria). Muchas pinturas de esta Virgencita mexicana llegaron a Canarias enviadas por isleños que habían emigrado u ocupaban puestos de gobierno. Recordemos que la Virgen de Guadalupe es la patrona de Extremadura y llamada la Reina de las Españas.
Recordemos también que, fuera de nuestras fronteras nacionales, hay santuarios de esta advocación en Portugal, Polonia, Río-Muni, y en especial en América y Filipinas, donde más de 600 lugares llevan el nombre de Guadalupe, y en donde destacan los santuarios de Nuestra Señora de Guadalupe de Tepeyac, Villa de Guadalupe (México); Sucre y Mizque (Bolivia); Pascamayo, Nespeña, Balsas, Nasca y Ayquina (Perú); Quito y Quinche (Ecuador); Santa Fe de Bogotá (Colombia); la catedral de Basse-Terre y Point-á-Pitre (Antillas), etcétera.
Menos abundantes en el Archipiélago son las tallas, si exceptuamos la de escuela guatemalteca que se custodia en la parroquial de Adeje y fue esculpida en el Setecientos. Es una magnífica efigie de 145 cms., en madera policromada, que se venera en la Parroquia de Santa Úrsula. En otros lugares de Canarias se siguen con pautas más ambiguas. No sólo la magnífica talla gomera de la Señora de las Chácaras, sino que también se destaca la titular de la iglesia principal de Teguise (Lanzarote) o su homónima en Agua de Bueyes (Fuerteventura). En Tenerife existió una ermita desde 1643 que se puso bajo la titularidad de Guadalupe, aunque desde 1666 es conocida como de Virgen de Regla. También en el municipio tinerfeño de Los Realejos se venera una bella imagen de 53 cms., cuyas formas están más acorde con las hechuras de tipo popular, tan abundantes en Canarias a lo largo del XVII. Siguiendo en esta isla, encontramos también pinturas del mismo tema en la Iglesia de San Andrés de Garachico; en el Hospital de Dolores y en la Catedral de Los Remedios (templos de La Laguna); en la Venerable Orden Tercera de la capital Santa Cruz; en la Ermita del Tránsito y en la Parroquia de San Marcos, ambos en Icod de Los Vinos; en la Ermita de San Amaro del Puerto de La Cruz; en la Parroquia de Santa Catalina de Tacoronte (atribuida a José de Páez), etcétera.
SU APARICIÓN
En un relato muy parecido al de tantas otras devociones marianas, cuenta la tradición -envuelta en leyenda- que un navío, en aquella época de las primeras grandes rutas al Nuevo Mundo, pasó al amanecer cerca de la isla de La Gomera. Sus tripulantes (posiblemente extremeños, como tantos, cuya protectora es la Virgen de Guadalupe) advirtieron en tierra muchas luces brillantes que salían de una cueva. Atraídos por el resplandor y con la ayuda de una chalupa descendieron a tierra. Allí encontraron, sobre un arbusto que se conoce con el nombre de "Salado", una pequeña imagen sonriente de la Virgen María con su Hijo en brazos. La trasladaron al barco y la colocaron en la cámara principal mientras el capitán ordenaba desplegar velas rumbo a la Península. Pero, por más que lo intentaban, no podían navegar. El velero no se movía de su sitio. Se cuenta que la tripulación, extrañada, contempló atónita cómo una fila de palomas blancas revoloteaban en torno a la peña donde fue encontrada la imagen. Formaban una cadena desde tierra hasta la nave. En vista del prodigio, el capitán -consciente del significado- ordenó devolver entonces la imagen al mismo lugar donde la encontraron: la Señora de los Acantilados quería quedarse en La Gomera. Tras depositarla cuidadosamente en el lugar donde la encontraron, se dirigieron presurosos al puerto cercano de San Sebastián, informando a las autoridades, al clero y al pueblo del hallazgo y de todo lo sucedido.
En multitudinaria procesión, todos fueron a pie al lugar, llamado Punta Llana, una marisma a la que se accede en pequeños barcos de vela, a rendir homenaje a la milagrosa imagen. Ante Ella se comprometieron a erigirle el pequeño santuario que hoy conocemos, proclamándose entonces como Señora de la Gomera. Se ignora quién la dejó en aquella costa, pues entonces la isla ya estaba conquistada y cristianizada. Tiene cofradía propia que cuida de su fiesta y tradiciones. Cada primer domingo de mes se acude al santuario -ubicado en un promontorio próximo al acantilado y al que también se accede por camino de tierra- para asistir a una misa solemne en honor de la Virgen.
El hallazgo en el siglo XVI de la imagen de la Virgen puede considerarse, según el actual prelado nivariense, Bernardo Álvarez, "una visita de María al pueblo gomero, ya que la imagen es encontrada, por lo que el hallazgo no es fruto de una búsqueda o investigación, sino que se trata de una visita no pedida, inesperada y gratuita"
SANTUARIO
Una vez descubierta la Señora de los Barrancos, se acordó construir una ermita. La fábrica corrió a cargo de Guillén Peraza de Ayala y Bobadilla, I Conde de La Gomera, tal y como aparece indicado en el Libro de Mandatos que se custodia en la parroquial de la Asunción de la Villa capital. El acaudalado noble tenía muy buenas relaciones con el convento extremeño de Nuestra Señora de Guadalupe, por lo que no es casual que el santuario que mandó edificar fuera dedicado a esta advocación mariana.
En la fachada principal del venerado y visitado oratorio está colgada una placa de piedra en la que se dice que fue fundado en 1542. Aún conserva parte de la fábrica original. Su planta en forma de "T" es única en la Isla. Tiene sólo una nave principal que termina en el presbiterio con tres capillas cuadrilongas. Riquelme nos informa de que "el esquema constructivo, en cuanto a materiales y elementos arquitectónicos se refiere, guarda paralelismos con la ermita de San Sebastián, donde se encuentra el copatrono de la Isla".
Una profunda reforma tuvo lugar en el XIX, ampliándose la ermita en 5 varas por la cabecera; también se reconstruyó el arco toral de medio punto en cantería, para así adaptarlo a la nueva dimensión de la única nave, descansando sobre pilastras.
La cubierta es un artesonado de par e hilera con tejado a dos aguas al exterior. El pavimento es de piedra, la tradicional losa chasnera. Dadas sus proporciones, "de 12,78 m. por 4,8 m., en el que escasamente caben unas cuarenta personas, su cofradía presentó un proyecto de ampliación en 1994, que por fin fue aceptado".
FIESTAS ANUALES
Esta Virgencita es honrada anualmente durante las llamadas "Fiestas de Octubre" o "Fiestas de Puntallana" y, de manera especial, cada cinco años en la Bajada de la Virgen, (años acabados en tres y en ocho) constituyéndose éste el ritual festivo más importante de los que tienen lugar en la Isla Colombina.
Todos los años -en los que no tiene lugar la Bajada- arrancan las fiestas marianas a partir de la víspera del primer domingo del mes de octubre. Efectivamente, la noche del sábado es ya tradición secular el recorrido por las calles del casco de la Villa capitalina de San Sebastián, de un rosario cantado que sólo se interpreta para esta ocasión y al son de una música religiosa tradicional. Al día siguiente, peregrinos llegados desde cualquier punto de la "Isla Redonda" se van desplazando hasta el pequeño santuario de la costa de Puntallana, donde su Virgen Protectora de Guadalupe aguarda a su Pueblo. Muchos van a pie a fin de pagar las promesas hechas, muchas de ellas, en la edición pasada. Hay un recuerdo especial para los gomeros que ya no están.
La peregrinación por tierra es muy accidentada, pues debe de ser escalada la base de la montaña del Espigón, que cierra la playa y donde se hace necesario un breve descanso antes de remontar la pendiente peligrosa.
La Fuente es un paraje donde se hace un alto para almorzar; las Cruces es el lugar donde ya se divisa el santuario y se invoca la protección de la Señora de las Palmeras con el rezo de la Salve; por la pista se llegaba al Llano, para tomar el camino y descender a la playa de Ávalo, siendo necesario salvar una segunda montaña antes de cruzar Puntallana. Cerca de la ermita se levantan muros de piedra seca que se habilitan para el descanso de los romeros.
"A Puntallana por tierra,
porque la mar se meneia;
a Puntallana por barco,
porque no tengo zapatos"
Dentro del recoleto santuario todos veneran esta pequeña y entrañable imagen a la que hacen ofrendas y demuestran su devoción pernoctando junto a su altar, dentro de la ermita y en las chozas de piedra de los contornos. El mismo lunes existe un gran trasiego de feligreses y peregrinos que se van uniendo a los llegados en días anteriores. Es a mediodía cuando tiene lugar la tradicional función solemne y la posterior procesión de la Virgen de Guadalupe por los aledaños e inmediaciones del oratorio. Luego llega la esperada comida comunitaria entre todos los presentes. Se organizan las parrandas y se baila el tajaraste. También se celebra el tradicional "baile de día". De su organización se encarga una Comisión que se renueva cada año. El traspaso de responsabilidades se lleva a cabo el lunes, al final de las fiestas, en un acto público a las puertas de la abarrotada ermita y queda simbolizado mediante la entrega del tradicional ramo. Éste consiste en un tronco de caña dulce recubierto y adornado con panes, frutas, flores, gajos… que el presidente de dicha junta saliente ofrece a la entrante, como si de un cetro de poder se tratase.
"Virgen de Guadalupe,
morenita agraciada,
todo tu pueblo te aclama,
Gomera de Punta Llana"
Ya al atardecer, los romeros de la Virgen de Guadalupe inician su retorno a casa, bien por barco bien por tierra. Al regreso de los agotados, pero satisfechos peregrinos, se portaba tradicionalmente una rama de "salado", planta que se había colocado como peana en la historia de la aparición de la Imagen.
BAJADA DE LA SEÑORA
Cada cinco años, en octubre, como decíamos, tiene lugar la Bajada de la Virgen a la Villa de San Sebastián. Al contrario que sucede en las otras Bajadas de Canarias, ésta es la única que se realiza siempre por mar. La adornada nave principal, donde va ubicado el trono de la Virgencita Marinera, es custodiada por numerosas embarcaciones también engalanadas. Esto sucede -según el programa oficial- “a partir de las cuatro de la tarde del lunes siguiente al primer domingo de octubre”. Nada más tocar el muelle, la ansiosa población espera a ritmo de tambores y chácaras el desembarque de las andas de baldaquino que portan a hombros los orgullosos romeros. Una vez en la rada de San Sebastián, los marinos desembarcan a hombros la imagen. Es un honor para aquellos afortunados que consiguen trasladarla desde el barco engalanado hasta la orilla de la playa, momento en el que el estruendo de voladores y aplausos se unen a los sones de dichos instrumentos musicales. Organizada la procesión, comienza el baile hasta que el cortejo solemne hace su llegada a las Casas Consistoriales, donde se produce la recepción oficial de la Patrona de los Gomeros. El regidor municipal le entrega su bastón de mando a la Alcaldesa Honoraria y Perpetua de la Villa. Luego, la multitudinaria procesión continúa hasta la Parroquia Matriz de la Asunción, donde la Reina del Silbo es entronizada efímeramente para recibir la veneración de su emocionado Pueblo.
Una vez la red viaria lo permitió, a partir de 1968 empezó a tener lugar la visita de la sagrada imagen a todos los pueblos y municipios de La Gomera, al igual que ocurre cada cuatro años, en la Bajada de la Virgen de los Reyes de la vecina isla de El Hierro. En cada uno de sus altares permanece aproximadamente una semana. Estos actos religiosos se compaginan con otros muchos populares. Se desarrollan desde encuentros folklóricos, verbenas, muestras de artesanía, conciertos, hermanamientos entre pueblos, etcétera Durante el fatigoso recorrido ascendente y descendente por todos los profundos barrancos que configuran esta bella isla, se producen numerosas muestras de devoción y fervor por los gomeros que no pierden la oportunidad de proferir vivas, hacer plegarias, lanzar piropos, cumplir promesas, recitar coplas… Todo ello mezclado con los cantos de los romances y el baile y son del tajaraste. Por cierto, el Gobernador de Armas de La Gomera, Juan de Castro, en su manuscrito de 1856 ya aludía al tajaraste o baile del tambor en el que se refería a los instrumentos musicales utilizados entonces: chácaras, flauta y tambor.
El retorno de la Virgen coincide con su onomástica, el 12 de diciembre, Día de Guadalupe. De la misma manera, esto lo que ocurre cada lustro el 5 de agosto, Día de la Patrona de La Palma, Nuestra Señora de Las Nieves, jornada fijada para su Subida al Real Santuario Insular.
Desde La Gomera, Colón soltó amarras rumbo a lo desconocido. Resulta curioso y providencial que el Almirante orase ante la Virgen de Guadalupe extremeña antes de iniciar su singladura, encontrándola después en su primera escala en Canarias; así como que sea ésta la advocación principal de la América hispana.
La diminuta, añorada y venerada talla aguardará otros cinco años en su pequeña capilla de Puntallana, donde será visitada por los fieles durante todo el año, en especial en los meses de octubre, hasta que se complete otro lustro y vuelva a repetirse una nueva Bajada, brindándoles la magnífica oportunidad del reencuentro de amigos y familiares llegados de cualquier parte del planeta que vienen a rendir pleitesía a la pequeña Gran Señora de La Gomera.
BIBLIOGRAFÍA
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