NUESTRA SEÑORA DE LOS VOLCANES. PATRONA DE LANZAROTE

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 

Devoción a la Virgen de los Dolores

La Isla de Lanzarote fue la primera conquistada del Archipiélago Canario por los normandos capitaneados por Gadifer de la Salle y Jéan de Bethéncourt -Señor de Grainville- a principios del siglo XV. Fue en ella donde se estableció, en el año 1404, la segunda de las sedes episcopales de Canarias después de la de Telde (Gran Canaria), bautizada como San Marcial y con jurisdicción sobre todas las Islas. Se mantuvo hasta el año 1485.

En el mismo lugar donde se alzaba la primera Ermita-Catedral de Canarias -derruida por los corsarios ingleses en el año 1543- se levantó en el siglo XVII la ermita de San Marcial del Rubicón (Femés, Yaiza). Consta de una sola nave, con accesos frontal y lateral enmarcados en piedra y conserva su original armadura de estilo mudéjar, así como el solado a base de losetas de piedra. Fue visitada oficialmente en el año 1733 por el Obispo Dávila y Cárdenas, tal y como lo atestigua una lápida labrada en su fachada.

Desde aquellas fechas, la devoción a la Virgen vino aparejada a la historia y a la evangelización de Lanzarote: “no hay parroquias, no hay ermitas, no hay salas de ricos, ni casas de pobres donde no haya una imagen Dolorosa. Los viernes se tributa especial culto, acostumbrando asistir al Santo Sacrificio y reuniéndose al toque de las oraciones por la noche, los fieles en sus respectivas parroquias para rezar la corona dolorosa en unión de sus párrocos”.

Ya en el siglo XVIII, la devoción a la Virgen de los Dolores se extendió por toda la Isla. Gracias a una petición popular, Nuestra Señora, con su advocación de “Los Volcanes”, fue aclamada como su celestial Patrona. Los lanzaroteños unánimemente la proclamaron como su Protectora después de que se experimentaran en esta árida tierra algunos sucesos milagrosos. Las autorizaciones de prelados y autoridades eclesiásticas no se hicieron esperar y la Virgencita Dolorosa fue al fin aceptada también oficialmente: Lanzarote ya tenía Patrona: “El punto donde se tributa más alto culto y se ve más frecuentada esta devoción es el Santuario de Nuestra Señora del Volcán en el pueblo de Tinajo. Allí se ofrecen casi todas las promesas; allí entran todos los viernes fieles de toda la Ysla; allí no se entra sino de rodillas; allí comulga en tales días más de veinte personas y no pueden hacerlo muchas otras por falta de ministros del Santo Sacramento de la penitencia; allí, en fin, se puede ver lo que es devoción en los muchísimos milagros pintados que adornan las paredes del templo”.

Eran dos las grandes fiestas anuales que se le han tributado -que no tributan- a Nuestra Señora de los Volcanes en las tierras de Mancha Blanca. Si bien el día 15 de Septiembre es el gran “Día de los Dolores” al que acude “todo Lanzarote”, existió otra festividad ya olvidada. Se trataba de la celebración del 31 de Julio en la que se agradecía a la Virgen su milagrosa intersección. Se cuenta que, gracias a su mediación, se pudo extinguir los volcanes que reventaron en 1730 y en 1824. Después de este último año se la conocía como la “Fiesta del Fuego”.

 

 

Primera Erupción y Primer Milagro

Se cuenta que el 1 de Septiembre del año 1730, tras fuertes temblores de tierra, tuvo lugar una temible erupción volcánica en Timanfaya, en el centro de la Isla, que atemorizó a todos los habitantes. Fue la más larga e importante de las que han tenido lugar en el Archipiélago Canario. Se prolongó durante seis años hasta su conclusión, el 16 de Abril de 1736, después de haber sepultado un tercio de la Isla y hecho huir de ella a multitud de vecinos, refugiándose los menos pudientes en las Peñas del Chache y Famara, al norte.

Los ríos de magma se ramificaban para todos los puntos cardinales, destrozando vegas, caminos, animales, sembrados y casas. El pequeño pueblo de Tinajo se hallaba en una parte baja de una de las pronunciadas pendientes. Todo hacía presagiar que pronto una de aquellas terribles lenguas de fuego caería sobre él y lo enterraría, de la misma manera que había sucedido con siete pueblos. Un río de lava avanzaba temiblemente entre dos montañas, después de haber sido oprimido por ambas faldas y haber superado la parte alta del valle. Empezó a coger velocidad. La catástrofe era inminente. El magma iba a sepultar Tinajo: “Aquellos devotos vecinos ya no tenían otro remedio que los que podían prestar el Cielo. De la parroquia sacan en procesión la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. La isla entera se reunió a presenciar el milagro que esperaban de la Virgen. El Rosario era la oración con que pedían la extinción del fuego. Llegan con la imagen hasta casi tocar con las llamas”.

Las crónicas decían que uno de los religiosos presentes, el franciscano Fray Esteban de la Guardia -padre guardián y predicador general del convento seráfico de Teguise- había exhortado a todos “los circunstantes que confíen en el poderoso patrocinio de María Santísima” y se hizo solemne juramento: si la Virgen intercede a las plegarias, se le erigiría un templo en su honor en aquel lugar. Efectivamente, la lava se paró y “se petrificó como para contener las avenidas del fuego, concluyendo por apagarse del todo”. Desde entonces, el Santuario de Tinajo “es la historia viva de la gran devoción que profesan los lanzaroteños a la Reina de los Ángeles y de los hombres”.

Según Caballero Mújica en su obra sobre los santuarios marianos en Canarias, esta crónica procede del archivo diocesano “según informe de la parroquia de Teguise sobre 1850”. Según este autor, sin embargo aquél “merece algunas precisiones de interés y así completar la historia de la Virgen de los Volcanes o de los Dolores”. El santuario realmente se había erigido mucho después de aquella primigenia erupción. Lo veremos más adelante.

 

 

El Cuadro

En referencia a la venerada imagen de la Señora de los Volcanes, la crónica tampoco menciona si se trataba de una talla de bulto o de una pintura. Caballero nos informa que “se acentúa el correcto criterio de que fue un cuadro de Nuestra Señora de las Angustias que existía en la entonces ermita, hoy Parroquia de San Roque de Tinajo”. Nos decía en 1999 que este cuadro permanecía custodiado en la sacristía vieja y única del santuario de Mancha Blanca. Concluye su estudio confirmando que “la imagen se adquirió muchos años más tarde y es la que hoy recibe culto”.

Agustín De la Hoz escribía: “hasta tal punto llegó la devoción de la Virgen de los Dolores que, en 1872 vemos como doña María Rosa Valenciano, le compra un cuadro nuevo al cura de Tinajo D. Benito Parrilla, a cambio del viejo que el P. Guardián había llevado enprocesión poco menos de medio siglo y medio atrás. Tal reliquia permanecería fuera de su lugar hasta 1910, año en que se descubre, arrinconado y cubierto por una tela, en el domicilio de don Esteban Velázquez y de manos de su esposa Dña. Juana Cabrera Feo. Preguntada ésta, que precisamente estaba enferma, manifestó lo antedicho respecto al trueque del viejo cuadro por otro nuevo. Como se le apremiara la entrega a la iglesia de tan preciada joya, doña Juana, ni corta ni perezosa, manifestó que no lo entregaría mientras durara su enfermedad, y que una vez sanada haría, además, una novena que tendría como imagen representativa a la del cuadro reclamado. Después de esto lo entregaría. Pero Doña Juana Cabrera cobró salud e hizo su novena, sin embargo seguía aferrada al cuadro como náufrago a tabla de salvación. Fuere como fuere, esta señora comenzó a ver claro cuando, en propia casa y familia, cayó una abalancha de malandantes sucesos (que culminaron con los pistoletazos de su marido) y que la decidió al fin, a entregar el milagroso cuadro en 1910. ¡Treinta y ocho años duró el cautiverio de la estimada reliquia!”. Delgado Gómez, en su investigación sobre el particular, ha localizado dos cuadros relacionados con estos sucesos: uno de ellos se guarda en la Iglesia de San Roque y lleva la siguiente inscripción: “Pertenece a Dª María Rosa Valenciano, año de 1872”. El otro, más moderno, es el que mandó, supuestamente, a realizar por Juana Cabrera y se halla en un lateral de la capilla mayor de Mancha Blanca.

Otra versión que circula desde muy antiguo sería la que indica que la pintura milagrosa pertenecía a una familia de Tiagua y que ésta la había prestado para la ocasión de la rogativa y aún la conservan sus descendientes. Delgado Gómez cita en su obra “sea de una forma u otra lo que sí parece claro es que ninguno de estos cuadros es el milagroso”. Continúa recogiendo las palabras de Agustín de la Hoz, después de haber aparecido y entregado esta reliquia por parte de Juana Cabrera Feo: “fue entonces cuando Doña Rafaela Spínola, aficionada a los pinceles, recomienda dar por su revés al lienzo una mano de barniz encarnado, a fin de conservarlo mejor, ya que por falta de otra persona más experta nada se pudo hacer para restaurar los bellísimos matices de su primitiva imagen”. Delgado estudió ambos cuadros y no notó ningún deterioro en los matices, etcétera. De esta investigación se desprende que “es por ello por lo que suponemos que el cuadro milagroso sigue desaparecido y estos son dos originales (mandado a hacer por María Rosa Valenciano) y réplica muy parecida (de Dª Juana Cabrera). Uno de ellos está claro que fue el que se cambió al cura de Tinajo D. Benito Cabrera por el cuadro milagroso”.

 

 

La Aparición de la Virgen

Los lanzaroteños, sin embargo, ya libres de peligro y relajados, olvidaron pronto su promesa a la Virgen y no llegaron a construir la ermita, a pesar de la crónica. Consta que en 1776, cuarenta años más tarde del prodigio, sólo existía una cruz clavada en el lugar donde cesó la riada de lava en 1736.

Cuenta la leyenda que, en 1774, una pastorcita de Mancha Blanca, Juana Rafaela Acosta Umpiérrez, estaba cuidando su rebaño de cabras cuando una señora vestida de negro la saludó amablemente y le dijo: “Niña, ve y dile a tus padres que cumplan los vecinos la promesa de construir la ermita, pues de lo contrario, correrá el volcán de nuevo”. La pequeña, de unos siete años de edad, corrió a contárselo a sus padres. Ni Rita ni Juan Antonio prestaron mayor atención al comunicado y riñeron a su hija por embustera y por creer que se trataba de una historia inventada. Varios días más tarde, Juanita ve de nuevo a la dama enlutada y ésta vuelve a darle el mismo recado. La niña le contó a la mujer lo que había sucedido en su casa y le dijo que tenía miedo de que la castigaran. La señora de negro, que no era otra que la Virgen, le puso la mano sobre el hombro y le dijo “Ve, ahora te creerán”. Cuando llegó ante sus padres, estos, anonadados, no dieron crédito a lo que vieron: una sombra morada sobre los hombros de su hija en forma de perfecta y delicada mano de mujer. Quedaron atónitos y corrieron a contarlo a las autoridades del lugar. Juana Rafaela fue conducida inmediatamente a la Real Villa de Teguise “flor del espíritu religioso de la isla”. Fue acompañada por una gran cantidad de fieles devotos de la Virgen y otros tantos curiosos que no querían perderse la efeméride. La pastorcilla fue examinada por doctores y religiosos. Estos la condujeron a varias ermitas y templos hasta que la niña reconoció a la señora enlutada en una imagen de la Virgen de los Dolores que se hallaba en una hornacina de uno de los altares de la parroquia: “A partir de ahora, todos los vecinos, ricos y pobres, se afanarán por edificar la ermita prometida en aquellas casi lejanas fechas de angustia y desolación”.

 

 

La Ermita y la Imagen

La ermita fue fabricada en torno a 1780 y bendecida el año siguiente. La bella imagen de la Señora de los Volcanes había llegado y había sido solemnemente entronizada en su capilla mayor. Se cree que es una exquisita obra de la escuela granadina de finales del siglo XVIII. Recubierta con gran manto de terciopelo negro bordado en hilos dorados, sobre su pecho tiene colocado un gran corazón -lo tiene plateado y dorado- en el que lleva clavados siete puñales. Debajo de él, sus manos están entrelazadas y éstas sostienen un pañuelo de encajes. La corona imperial plateada es nimbada por un halo de ráfagas del mismo material y coronado éste por una cruz. Su rostro bañado en lágrimas conmueve al visitante y sus ojos tristes han hipnotizado a varias generaciones de lanzaroteños.

A la ermita también se la dotó de sacristía, casa de peregrinos y del santero. Estas obras estaban ya finalizadas en 1800. La ermita es de una sola nave de cañón, separada del presbiterio por un arco de medio punto: “Posee el presbiterio una linterna gótica de singular prestancia. Los muros exteriores del conjunto del santuario se apoyan en sólidos contrafuertes que le ofrecen singular belleza en su sencillez”.

 

 

Segunda Erupción y Segundo Milagro

Cuenta la crónica que “El 31 de julio de 1824, a las siete de la mañana, eructó el volcán de la Capellanía del Clérico Duarte, entre Tao y Tiagua, cuyas explosiones y gran aparato de gases aterrorizaron a todos los vecinos de los pueblos circundantes, que constituidos en fervorosa procesión encaminaron sus pasos hacia el Santuario de Nuestra Señora de loso Dolores, y ante Ella postrados invocaban su auxilio. Cargaron la imagen e iniciaron una marcha de rogativas por el camino de Guigan hacia la Vegueta, y a cuyo cortejo se unían labradores y pastores de Tinajo, Tajaste, Mancha Blanca, Tinguatón y La Vegueta. Sin embargo, sin considerar lo apremiante del tiempo, ciertos señores de Tinajo hicieron detener a la solemne procesión, so pretexto de correr el riesgo de estropear a la magnífica escultura de Nuestra Señora. Estas discusiones tuvieron su lugar en la palma de Yuco, donde se personaron tres individuos de los más acaudalados de Tiagua (don Juan Gil, don Marcial Acuña y el señor Mena), que se hicieron responsables con todos sus bienes de cualquier daño que ocurrirle pudiera a la sagrada imagen. Llegó al cabo, el religioso y popular cortejo a las faldas de Tamia, por el caminillo viejo de Tiagua a Tao, y a la vista del trepidante volcán colocaron la faz de la Virgen de tal manera que sus ojos también vieran la envergadura de las explosiones. Todos los concurrentes, rodilla en tierra, imploraron a Nuestra Señora que no permitiera que las tierras fueran de nuevo desoladas y sus bienes malparados. Al poco, ante el frenético gentío que gritaban “¡milagro, milagro!”, el volcán dejó de vomitar lava para expeler columnas de humo. Horas después de este nuevo milagro de la Virgen de los Dolores, el volcán retembló fuertemente, aunque en vez de escorias incandescentes soltó un verdadero río de fétidas aguas”. Otras crónicas cuentan, además, que un individuo que acompañó a la Virgen abrazado a una cruz de tea, decidido, se adelantó a la comitiva y se acercó cuanto pudo a las hirvientes lavas y clavó la cruz delante de las mismas. Es entonces cuando empezaron a oírse las voces de “¡milagro, milagro!”. El terrible y desolador brazo de magma se había detenido en aquel preciso lugar, a los pies de la cruz y ante la presencia de la Virgen y todo el pueblo arrodillado. En los días siguientes se desvió de su curso, para cesar definitivamente el 16 de Abril de 1736.

Esta es la crónica del acontecimiento. Desde entonces, Nuestra Señora de los Dolores pasó a ser popularmente conocida como la “Señora de los Volcanes”. La conocida y ya olvidada “fiesta del fuego”, alusiva a este último portento, se celebraba, como dijimos, cada 31 de Julio a partir del año 1824. Sí se ha reactivado y reforzado la festividad del 15 de Septiembre, onomástica de los Dolores de la Virgen, día fijado para celebrar una multitudinaria romería “rica en devoción y tipismo porque aún late en los corazones de los lanzaroteños el recuerdo de los favores recibidos de la Madre de Dios en su advocación de los Dolores, compartidos por aquella isla que sabe de transformaciones geológicas llenas de tragedias profundamente humanas que la condujeron a la protección esperanzada, nunca defraudada, de la Virgen de sus Volcanes, expresión gráfica de su crucifixión”.

 

 

Restauraciones del Santuario

Inexplicablemente, en 1850 el pequeño santuario amenazaba ruina y el obispo Buenaventura Codina y Anguerolas (1847-1857) ordenó que la imagen de la Virgen fuera trasladada hasta la parroquia de Tinajo mientras duraran las reparaciones. A finales de 1861, una vez concluidas las obras, se trajo en solemne y multitudinaria procesión desde la Iglesia de San Roque hasta su santuario, quedando abierto desde entonces al culto público.

En el año 1988 hubo que hacer otra restauración por culpa del deterioro. El 18 de Junio de dicho año se trasladaron los objetos a la parroquia de Tinajo. Sobre la 1 del mediodía fue cuando sacaron la imagen de la Virgen y dos horas después se derrumbó la cúpula de la ermita,“como si hubiera estado esperando a que se marcharse”.


BIBLIOGRAFÍA

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