LA CATEDRAL DE BAEZA (JAÉN)
Con información de Dolores Gassós
Baeza es uno de esos lugares que tienen la virtud de trasladarnos fuera del tiempo y del espacio. Sus edificios de piedra o con resplandecientes fachadas encaladas, sus plazas empedradas, los palacios y los arcos componen un decorado tocado por la paz y por el silencio, donde todo remite a esos lejanos siglos XV y XVI durante los cuales esta ciudad fue uno de los núcleos más dinámicos de España.
Lo más significativo de esa época de grandeza se conserva alrededor de las plazas del Pópulo y de Santa María. En ésta destaca una graciosa fuente en forma de arco de triunfo, y debe su nombre a la catedral que preside uno de sus flancos. Este templo adquirió su aspecto definitivo a partir de la segunda mitad del siglo XVI, cuando el activo arquitecto jiennense Andrés de Vandelvira (1509-1575) convirtió el anterior edificio gótico -construido, según la tradición, sobre una antigua mezquita-, del que conservó el macizo de la torre, dos puertas y un claustro, en un deslumbrante recinto renacentista.
El estilo de Vandelvira, nacido en la villa de Alcaraz, se caracteriza por la flexibilidad en las estructuras, la introducción de nuevas soluciones en las portadas y la habilidad en el empleo de la bóveda vaída, mostrando preferencia por las columnas delgadas y por la austeridad decorativa. Además de sus trabajos en la catedral, en Baeza intervino también en el ayuntamiento.
Es en la fachada principal de la catedral (F2) donde su funden los tres estilos propios de este templo: el gótico del antiguo arco encajado en el muro, el renacentista de la gran portada, creación de Juan Bautista de Villalpando, y el barroco de la torre. El altorrelieve de la Natividad de la Virgen, obra de Jerónimo del Prado inspirado en una obra de Federico Zuccaro, recuerda que Fernando III el Santo dedicó esta catedral a esa advocación mariana. En la fachada oeste se encuentra la denominada Puerta de la Luna, de estilo gótico-mudéjar, y en la fachada sur la Puerta del Perdón, de estilo gótico-flamígero.
En el interior del edificio (F1), de planta basilical separada por tres naves, los soportes de doble altura, los frisos, los pilares cruciformes y las airosas bóvedas vaídas que cubren los techos -excepto en la cabecera del templo, cubierta por bóvedas de crucería-, decoradas en algunos casos con maravillosos medallones polícromos (F3), crean un espacio dominado por la armonía renacentista.
El retablo mayor (F4), en cambio, es puramente barroco, siendo trazado en el año 1674 por Manuel del Álamo. Es de tres calles, separadas por cuatro esbeltas y monumentales columnas salomónicas, y en su templete central recibe culto la llamada Virgen de los Mártires, obra del siglo XVII. Otra efigie mariana de gran interés es una Virgen con el Niño que procede del trascoro y actualmente se halla colocada delante de la escalinata que da acceso al altar mayor. Se trata de una talla de mediados del XVI atribuida al escultor flamenco Roque Balduque (F5).
De las capillas que alberga el templo, la llamada Capilla Dorada es la de mayor entidad artística gracias a su concepción arquitectónica de gusto italianizante. En la misma, a los elementos decorativos de los muros y de las bóvedas, modelados en estuco siguiendo dictados manieristas, se unen los abundantes detalles pictóricos y escultóricos, sobresaliendo el clasicista retablo de Sebastián de Solís (1621).
También son de suma importancia las capillas de San José, Santiago y San Miguel (F6), cuyo diseño llevó a cabo el propio Vandelvira. La primera presenta labor escultórica atribuida a Juan de Reolid y lienzo del titular del siglo XVII; por su parte, la segunda posee retablo de Juan Esteban de Medina (1666) y tabernáculo con altorrelieve de Santiago Ecuestre, similar al diseñado por Vandelvira para Úbeda.
De finales del siglo XVI es el notable púlpito, realizado en chapa repujada y policromada, cuya profusión decorativa entronca con el gusto plateresco. Sobre las escenas de la vida de Sansón que decoran su base cónica se eleva el cuerpo hexagonal, ornamentado con figuras de San Pablo, San Andrés, obispos, ángeles y un escudo.
Otras piezas singulares son la reja de Bartolomé Jaén que divide la nave, el lienzo de la Sagrada Familia pintado en el año 1674 por el sevillano Juan de Valdés Leal, la puerta plateresca de la sacristía, o la preciosa custodia barroca de plata y bronce, cincelada a principios del siglo XVIII por el platero antequerano Gaspar Núñez de Castro, que es sacada en solemne procesión el día del Corpus Christi.
Ya en la sacristía, añadida en el XVII, a la que se accede a través de una magnífica portada plateresca, encontramos pinturas, cajonería y mobiliario de notable interés, aunque lo más importante es su espléndida reja, que cierra una pequeña capilla gótica, llamada de San Cristóbal.
Por último, describir el claustro (F7), que como hemos adelantado se conservó del periodo gótico de construcción del edificio. Es obra del siglo XV, en cuyo interior podemos encontrar diversas capillas góticas y mudéjares, todas ellas con diferente ornamentación y aspecto. Desde el claustro podemos acceder a la sala capitular, en la que se conservan altorrelieves del círculo de Jerónimo Quijano que proceden del retablo de la desaparecida Iglesia del Espíritu Santo; la biblioteca, procedente del extinto seminario y formada por más de 6.000 volúmenes, muchos de ellos de los siglos XVI y XVII, y un pequeño museo que atesora libros corales, ternos, platería, interesantes pinturas y un altorrelieve italiano de alabastro que representa el pasaje de la Piedad en el Monte Calvario.
BIBLIOGRAFÍA
A.A.V.V. "La
Arquitectura durante el Reinado de Carlos V", en La Estética
Renacentista en España, Barcelona, Planeta, 1996, p. 144.
GASSÓS, Dolores. Conocer España por sus Catedrales, Barcelona,
Mondadori, 2006, p. 7.
ALMANSA MORENO, José Manuel, JÓDAR MENA, Manuel y Arsenio MORENO MENDOZA. "Baeza", en Guía Artística de Jaén y su Provincia, Jaén, Fundación José Manuel Lara y Diputación de Jaén, 2005, pp. 301-312.
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