El pasaje iconográfico de La Piedad o Sexta Angustia de María fue creado a principios del siglo XIV por los artistas germanos y franceses. Según el tema, una vez descendido el cuerpo de Jesús del madero, Los Santos Varones lo depositarían en el regazo materno, en un acto de compasión hacia el dolor de la Virgen.

La actitud de la Madre suele ser diferente en función de las diversas escuelas y periodos artísticos. En los comienzos, el cuerpo de Jesús solía ser pequeño en comparación con el de María para reforzar el carácter maternal de la Virgen y su condición de altar divino donde se muestra al espectador el cadáver del Redentor tras el sacrificio. Posteriormente, María ofreció una actitud contemplativa hacia el Hijo; bien juntando las manos en señal de oración, bien sosteniendo la mano y la cabeza de Cristo, o incluso abrazando decididamente su cuerpo. En ocasiones, el cadáver del Hijo resbala dramáticamente hacia el suelo por alzar la figura materna los brazos hacia el cielo, implorando consuelo para su aflicción.

La pieza que estudiamos, conservada en la Catedral de Baeza, es sumamente interesante no sólo por su extraordinaria calidad artística, sino también por la insólita presencia de dos ángeles que acuden desde el firmamento para ser testigos de la tragedia. Más que anticipar el pasaje de Cristo muerto transportado por dos ángeles, cultivado en España por artistas como Siloe, la aparición de las celestiales criaturas obedece al deseo de consolar a María en tan penoso trance.

Se trata de un altorrelieve en alabastro policromado, de procedencia italiana y fechable en el siglo XVII. El anónimo autor demuestra un especial virtuosismo en el modelado y en la sabia disposición de las figuras, añadiendo a la diferencia de volúmenes una composición triangular, donde la cruz del sacrificio, dispuesta en diagonal, encierra la escena para dar paso a un rompimiento de gloria en el extremo izquierdo y lograr así un espléndido efecto de profundidad en la obra.