EL MUEBLE RENACENTISTA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Hermann Schmitz
En la parte norte del país, el mueble siguió la evolución del mueble francés gótico, en los últimos tiempos de la Edad Media.
A fines del siglo XV, las relaciones con Flandes influyeron en ésta como en las demás esferas del arte. En el sur de España predominaba el influjo árabe, aún después de la expulsión de este pueblo, de lo cual son testimonio tapices, cerámica y azulejos.
Un tipo especial del arte mobiliario español lo constituye el armario de gabinete construido en el siglo XVI. Consiste en una parte alta, en forma de caja, con un tablero que puede girar hasta quedar en posición horizontal y que sirve para escribir, descansando en un caballete del cual se sacan dos soportes cuando se quiere utilizar aquél.
El tablero está guarnecido exteriormente de aplicaciones de hierro o de cobre y tiene una chapa para la cerradura y dos tiradores, todo ello en el estilo de ornamentación llamado plateresco, que sucedió al último gótico. En su parte interior, el tablero lleva incrustaciones en dibujos estrellados que recuerdan el estilo árabe.
Los cajones presentan también las más delicadas incrustaciones llevadas a cabo en madera y marfil, en las que muestra asimismo su supervivencia el elemento morisco.
Con la llegada a España del arte del Renacimiento, aproximadamente a mediados del siglo XVI, se sustituyen muchas veces las incrustaciones por fina talla calada, en madera de boj, y de tilo, con rameados, que conservan, sin embargo, en su decoración, tanto por el colorido como por el tratamiento de las superficies, el carácter que imprimió a la población meridional de España el sentimiento artístico oriental.
La parte inferior de estos armarios consiste generalmente en dos pies con tres columnas enlazadas por arcos de medio punto, como en las mesas francesas del pleno Renacimiento.
Todavía en el siglo XVII se conservaba en Salamanca y en Sevilla la industria de esta clase de muebles, con trabajos de incrustación y talla en maderas de colores, marfil y ámbar, y con aplicaciones de cobre. En esta última época se observa en ellos el influjo de los armarios artísticos de Nuremberg y Augsburgo. Es significativa, en este punto, la prohibición decretada por Felipe III, en 1603, de importar armarios de Nuremberg, para proteger la industria nacional. En el siglo XIX renació esta industria en España.
También en el vecino país de Portugal hubo talleres de construcción de esta clase de muebles, con incrustaciones y aplicaciones realizadas en metal. Una derivación de ellos son los armarios indoportugueses, importados de Macao en la segunda mitad del siglo XVI, con finos rameados de ébano y marfil, incrustados en una madera maciza de tono rojizo, y espléndidas aplicaciones de chapa de cobre calada, dorada a fuego. De esta suerte se relaciona el arte del mueble europeo con el del extremo Oriente.
También parece provenir de influjo índico la predilección de los artistas del mueble, tanto españoles como portugueses, por las camas y mesas de múltiples largueros finos, torneados.
Los muebles de las colonias hispanoportuguesas de México y los actuales países de América del Sur, de los siglos XVI a XVIII, se derivan, en lo fundamental, de los de las respectivas metrópolis: así se ven allí arcas de talla plana con aplicaciones de latón, trabajos de torneado, etcétera.
En España, lo mismo que ocurrió también en el resto de Europa, se desarrolla en la época del último Renacimiento el moblaje de lujo en la corte de los reyes y en los palacios de los nobles, siguiendo una dirección que no es la marcada por el arte nacional. En este sentido, los reinados de Carlos V y Felipe II señalaron, como es natural, una época de influjo del Renacimiento italiano, especialmente del de la Italia septentrional.
A mediados del siglo florecen, bajo la dirección de italianos y franceses, los magníficos talleres de la ciudad castellana de Toledo, cuyas obras se cuentan entre las más salientes del pleno Renacimiento español y que se dedican, casi exclusivamente, a la construcción de muebles de iglesia.
Es digno de mención el guarnecido de los asientos con tela de terciopelo, sujeta al mueble por artísticos clavos y ricas franjas doradas, que se inició a principios de este periodo, así como el revestimiento de las mesas y las paredes con telas que llevan adornos vistosos de franjas, cordones y galones.
Hay también arcas del último Renacimiento español, enteramente cubiertas de terciopelo y bordados, con aplicaciones metálicas. Los cuadros del pintor sevillano Diego Velázquez dan buena idea del exuberante empleo del terciopelo con bordados de oro y plata que se hacía en la corte de España, en la primera mitad del siglo XVII. Este momento señala la transición del último Renacimiento al de la época barroca.
FUENTES: SCHMITZ, Hermann.
Das Möbelwerk. Die Möbelformen
vom Altertum bis zur Mitte des Neunzehnten Jahrhunderts, Berlín, Wasmuth, 1951.
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