REMBRANDT EN SU IV CENTENARIO (II)

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

La obra Los síndicos del gremio de los pañeros (1662), conservado en el Rijksmuseum de Amsterdam, fue el último de los retratos colectivos pintados por Rembrandt. Pertenece, por tanto, a su última etapa, caracterizada por un mayor interés hacia la figura humana, lo que se refleja en el afán realista de sus retratos y en la ambición por penetrar psicológicamente en los retratados y sacar a la luz los más recónditos rincones de sus almas.

El cuadro, quizás el más representativo del último periodo, es un fascinante ejercicio compositivo y un auténtico estudio de caracteres de los seis burgueses que aparecen en el cuadro, dispuestos de forma que ninguno de ellos pierda protagonismo y de menor a mayor edad, desde la izquierda, lo que supone hablar también de una escala de edades que encierra en el lienzo una reflexión sobre el inexorable paso del tiempo en el hombre.

Tal y como afirmó el experto André Chastel, en verdad hay centenares de cuadros de grupo holandeses donde los oficiales, los regentes o los bebedores miran al objetivo, es decir al pintor. Pero el genio de Rembrandt se las compuso en Los síndicos del gremio de los pañeros para que el espectador quede muy comprometido con las figuras, hasta el punto de poder llegar a la turbación por sentirse escudriñado ante sus miradas.

Según Rosenberg, el pintor se muestra totalmente a gusto con el tema, hecho que apenas sucedía en los últimos años debido a la amargura que arrastraba por la muerte de su hijo Titus y de su última pareja, Hendrickje Stoffels. Rembrandt otorga a los rostros de los pañeros un relieve que parece recortado en la atmósfera claroscurista que inunda la escena y que torna naturalista y veraz el ambiente en que se hallan los personajes.

 

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