ALMONTE, EL ROCÍO Y LA ROMERÍA DEL ROCÍO
Eddy Plasquy
El Rocío está situado en la provincia de Huelva, más concretamente en la comarca del Condado de Huelva. La aldea pertenece al municipio de Almonte y se sitúa aproximadamente a 15 km. del núcleo histórico de esta villa. Hasta mediados de los años sesenta, El Rocío no contaba con más de cien viviendas. Muchas de ellas humildes chozas, dispersas alrededor de la ermita. En esta época, El Rocío era un lugar aislado, lleno de mosquitos y con un calor bochornoso en verano. Sólo para ir a la romería, los peregrinos, o rocieros como se llaman a sí mismos, hacían su camino hacia El Rocío a pie, a caballo o en carreta.
A partir de los años sesenta, esta imagen de El Rocío empieza a cambiar por completo y en gran medida como consecuencia de las decisiones tomadas diez años antes. En 1954, la diócesis de Huelva se separó de la de Sevilla y todas las actividades eclesiásticas pasaron a ser supervisadas por el Monseñor D. Pedro Cantero Cuadrado. Al contrario que el arzobispo de Sevilla, quien se oponía firmemente a las manifestaciones de religiosidad popular y especialmente a aquellas que iban acompañadas de celebraciones lúdicas, el nuevo obispo de Huelva abrazó las existentes y distintas formas de devoción mariana y vio inmediatamente un gran potencial en El Rocío para su intención misionera. Trabajando junto con el municipio de Almonte, estimuló enseguida un proyecto que no solamente incluía la construcción de una nueva iglesia, sino también una mejora del acceso a El Rocío.
La demolición de la antigua ermita empezó en el año 1963 y seis años más tarde se inauguró una impresionante iglesia (MILLÁN PÉREZ, Antonio, 1995). Mientras, se construía una carretera entre Almonte y El Rocío que, en el año 1974, se amplió y extendió hasta la costa. En la misma época, la extensa zona de marisma entre la aldea y el mar, de más de 500 kilómetros cuadrados, era declarada parque natural, salvo una zona de 7 kilómetros cuadrados donde se planificó una urbanización costera.
Desde los años setenta, el lugar abandonado que era El Rocío se convierte rápidamente en un pueblo que contaba en el año 1990 ya con 1.750 viviendas (MURPHY, M.D. y GONZÁLEZ FARACO, J.C., 2002, p. 78) La mayor parte de ellas alineadas dentro de una matriz rectangular de calles que hace pensar en una ciudad moderna si hubiera asfalto en lugar de arena. La mayoría de las casas están construidas para acomodar a grupos de 20 a 40 personas. Casi todas tienen una cuadra para un par de caballos atrás.
Rodeando la marisma, con caballos salvajes y una rica avifauna como paisaje, sus casas con típicos porches invitan a observar a los jinetes paseando por las calles de arena. Está claro al instante que El Rocío se distingue de cualquier otro pueblo contemporáneo. Sus amplias calles, la cantidad de casas que están en alquiler durante el año y la gran iglesia no admiten la más mínima duda de que este escenario está construido y modificado en función a un evento clave: la romería de Pentecostés. Para esta ocasión, el tranquilo lugar se despierta y se convierte en una ciudad activa donde, durante una semana, miles de rocieros y turistas, muchos de ellos vestidos con trajes de flamenco, disfrutan juntos de la fiesta y celebran la romería (1).
La romería en honor de la Virgen del Rocío es un gran evento durante cinco días donde, junto a la Hermandad Matriz de Almonte, participan más de cien hermandades. Aunque el origen de la romería se sitúa en el siglo XVI, dos tercios de las hermandades se han fundado durante los últimos 30 años. Proceden de todos los rincones del país, sin embargo, la mayoría son de Andalucía. Desde el 2000 existe una hermandad fuera de España, la Hermandad de Bruselas, fundada por españoles que trabajan en las instituciones europeas en Bruselas. El color azul de su Simpecado y la decoración con estrellas de oro no dejan duda de que sus fundadores veían a Bruselas como la capital de Europa y no de Bélgica.
El programa oficial de la romería consiste en cuatro actos. El sábado, a partir de las doce, todas las hermandades son recibidas oficialmente por la Hermandad Matriz. Durante esta Presentación, las distintas hermandades llevan su Simpecado frente a la iglesia, rezan un Ave María y saludan a las distintas personalidades. Al final, la banda local toca el himno nacional. El interminable desfile de más de 100 hermandades sigue durante casi 12 horas. El domingo por la mañana se celebra una misa especial, la Función Principal, en la plaza que está al lado de la iglesia. A medianoche, empieza el Rosario, que se desarrolla alrededor de una gran plaza, a unos cientos de metros del santuario. Todas las hermandades participan con sus banderas y Simpecados en este impresionante desfile. Dura varias horas y es preludio de lo que se ha convertido en el clímax de la romería: la Procesión.
Este acto comienza después del Rosario, cuando el paso con la imagen de la Virgen es alzado del presbiterio y llevado entre el tumulto fuera de la iglesia. Hasta el mediodía del lunes, el paso se mueve en un mar de miles de personas. Los almonteños luchan entre ellos para meter sus hombros por debajo del paso de más de 800 kilos. Los que pierden fuerza se retiran y son reemplazados por otros. Los forasteros que se acercan demasiado o intentan tocar a su Patrona son brutalmente expulsados. Existen excepciones sólo para los más pequeños. Ellos son llevados por encima de las cabezas hasta la imagen y después los vuelven hasta sus padres. Cuando el paso se inclina demasiado y no hay más remedio que ponerlo en el suelo, el público muestra su descontento. Cuando un poco después los almonteños intentan levantarlo otra vez, los animan de la misma forma. La procesión se para frente a cada una de las casas de hermandad, y cuando estas están fuera del recorrido oficial, sus miembros tienen que acercar su Simpecado hasta la vía procesional. Cuando la Virgen se acerca, los hermanos levantan a su cura en hombros, quien, gesticulando fuertemente, intenta llamar la atención para atraer el paso lo más cerca posible. Después de rezarle a la Virgen y pedir protección y prosperidad, la procesión se mueve a la siguiente hermandad.
Cuando se acerca el mediodía del lunes, la procesión regresa a la iglesia y con el mismo ánimo el paso se pone otra vez en su sitio. En este acto los agotados almonteños están acompañados por una audiencia entusiasta. Cuando la Virgen llega por fin llega a su altar, un inmenso aplauso llena la iglesia. La romería se termina oficialmente con una salve del cura, después de la cual regresa la tranquilidad y la paz.
Además de la importancia supralocal, las modificaciones estructurales y el crecimiento organizacional, es indudable que el comportamiento de los hombres de Almonte durante la procesión ha intensificado y amplificado la popularidad de la romería. Especialmente, el momento cuando los almonteños caóticamente saltan la reja se ha convertido en un momento clave. Distintas televisiones regionales y nacionales lo retransmiten en directo, acompañado de comentarios del párroco local, miembros de la Hermandad Matriz y otros expertos invitados.
NOTAS
(1) La enigmática y muy citada cifra de un millón sólo se justifica a base de dudables impresiones de la prensa (MURPHY, M.D. y GONZÁLEZ FARACO, J.C., 1996; véase también ÁLVAREZ GASTÓN, R., 1981, p. 110). A partir de observaciones propias (años 2000-2006) del terreno ocupado durante el inicio de la procesión, y calculando cuatro personas por metro cuadrado, tal vez no lleguen a más de 40.000 personas. Esta cifra no incluye los que se quedan en casa en este momento ni los que llegarán el día siguiente al sitio.
Nota de La Hornacina: Extracto del artículo "¡El salto a las 02.45!: ¿Un ritual establecido
o atemporal? Cambios rituales durante el inicio de la procesión en honor
a la Virgen del Rocío", publicado en la revista Anduli, nº 6, 2006, pp. 133-146.
Artículo Relacionado en este |
www.lahornacina.com