LA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL ROSARIO DE SAN FERNANDO (CÁDIZ)
UNA OBRA DE ANTON MARIA MARAGLIANO 

Francisco Cabrera Casanova


 

 

Hasta hoy en día muchos investigadores y estudiosos del siglo pasado han venido atribuyendo esta interesante obra mariana de la Virgen del Rosario al circulo sevillano del siglo XVII, algunos incluso al montañesino.

Recientes estudios han venido a calificarla muy acertadamente como obra italiana, concretamente atribuible al escultor e imaginero genovés Anton Maria Maragliano (1664-1739). Así se pone de relieve en el artículo publicado por don Jesús Abades en lahornacina.com (La Obra de los Imagineros Genoveses III, Septiembre de 2005). De los datos que poseemos sobre la imagen, éstos nos remiten al inventario del año 1699, donde se constata la existencia de la misma en la parroquia del castillo.

La antigua Hermandad de la Virgen del Rosario fue fundada probablemente a partir de 1656, con motivo de la erección canónica de parroquia en la Isla de León, aunque otras fuentes fijan la aprobación de la cofradía en 1732 e incluso algunos como García de la Vega fija su fundación en 1641. Sea como fuese, esta imagen, relacionable con la obra de Maragliano, no fue la primitiva fundacional, como ya adelantara Don Fernando Mósig Pérez, pues nuestro artista en cuestión nace en 1664. Sí concuerda, en cambio, la fecha del inventario de 1699 donde nuestro imaginero cuenta ya con 35 años de edad, o bien los 15 años anteriores para concretar su realización, pudiéndose establecer su posible fecha de ejecución entre los años 1683 y 1698.

Posiblemente, fuese traída de la vecina ciudad de Cádiz, donde el comercio de ultramar desplazó a partir de finales del siglo XVII y durante todo el XVIII al sevillano, y desembarcada en el Puente Zuazo, siendo considerable la afluencia de obras de talleres italianos.

 

 

Otros imagineros prefirieron emigrar desde la Italia natal y establecerse en Cádiz llamados por la pujanza económica y demanda de obras, no siendo el caso de Maragliano que jamás trabajo en España, aunque si se importaron gran cantidad de sus obras. Como ejemplo en San Fernando tenemos el magnífico Cristo de la Salud en la parroquia del Carmen, quedando patente la relación con la Isla de León y vinculación con la producción de su taller. Esta vinculación se constata posteriormente con su alumno Pietro Galleano, al que se le encarga bajo el mandato de fray Juan de los Reyes, la imagen de San José que podemos contemplar en la parroquia carmelitana.

Centrándonos en su producción mariana, existen claras semejanzas estilísticas en la imagen isleña del Rosario con otras de sus obras; especialmente son visibles con la Virgen del Carmen que se encuentra al culto en la iglesia conventual de Cádiz, conocida popularmente como Porta Coeli y muy probamente de este autor, y con la desaparecida Virgen de la Cinta de Tenerife, que desgraciadamente fue pasto de las llamas en el incendio acaecido en la Iglesia de San Agustín en 1964. Formaba esta pieza un grupo escultórico con las imágenes de San Agustín y Santa Mónica que sí lograron salvarse de ese infortunio, aunque no tuvieron tanta suerte en el posterior y reciente incendio de la Casa Salazar, sede del Obispado tinerfeño, quedando reducidas a cenizas.

En estas tres imágenes coinciden semejanzas evidentes. Rostros, tratamientos de telas, una pálida policromía en las encarnaduras, etcétera. Los ojos de cristal están colocados desde el exterior, quedando sellados por unos párpados modelados en pasta. También coinciden en el tratamiento de los estofados, entre otros aspectos.

Desgraciadamente, parte de esto no puede ser comparado en directo con la imagen tinerfeña de la Virgen de la Cinta, hoy, como apuntamos, desaparecida, pero sí es de suponer por la foto conservada, donde son claros los grafismos con la isleña imagen de la Virgen del Rosario.

 

 

En su composición general, ambas tallas marianas aparecen giradas en sentido contrario una de la otra. En la isleña el rostro de la Virgen se desplaza hacia la izquierda y en la tinerfeña a la derecha. Los Niños también están colocados en diferentes lados, no repitiendo el esquema compositivo, no así en la nube donde el autor sitúa en ambas un querubín al lado izquierdo en actitud contemplativa hacia la imagen mariana, con brazos entrelazados, cabeza hacia atrás y girada a la izquierda.

En este caso, el grafismo es coincidente en las dos imágenes, teniendo en la Virgen de la Cinta la nube un efecto más teatral y volátil en su visión frontal, recordando más a la que sustenta al arcángel en La Anunciación de Savona (1722), obra documentada de Maragliano (fotografía de arriba).

No sólo las desgracias se ciñeron al grupo escultórico insular, en menor medida también con la isleña Virgen del Rosario. En la primera mitad del siglo pasado desapareció uno de los ángeles querubines que acompañaban a la misma, coincidiendo posiblemente con una reforma en su altar, y desconociéndose actualmente su paradero.

Estudios posteriores permitirán encuadrar más claramente esta bella imagen de la Virgen del Rosario y tal vez alguna otra dentro de la obra de este gran escultor.
 

 

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