SANTO DOMINGO DE GUZMÁN Y LA BEATA JUANA DE AZA, PROBABLE OBRA DE CRISTÓBAL RAMOS

Jesús López Alfonso


 

 

Como ya he dicho en otra ocasión, las clausuras de los conventos de la capital hispalense no dejan de sorprendernos por los tesoros que allí encontramos, ocultos a los ojos del gran público. El Real Monasterio de Madre de Dios de Sevilla es un buen ejemplo de ello. Ya mostramos la maravillosa Virgen del Camino, labrada por Lorenzo Mercadante de Bretaña (ver enlace), y ahora quisiera enseñar otra de las curiosidades que allí encontré durante una de mis visitas al mismo.

Se trata de una iconografía poco difundida, que recrea a Santo Domingo de Guzmán junto a su madre, la Beata Juana de Aza. En la misma observamos al santo durante su infancia, vestido con el hábito de su orden, mirando a su madre, dándole la mano izquierda y sosteniendo con la derecha un lábaro de plata en el que aparece el escudo de la Orden Dominica. La Beata Juana toma la mano de su hijo, y con su izquierda señala en dicha dirección. Viste túnica roja sobre la que se le ha colocado un chaleco azul con cinturilla, cuello y mangas de encaje. El manto es ocre, fileteado en oro el lado derecho, siendo su revés de color verde. La Beata cubre su cabeza con una toba blanca. Posee, además, unos diminutos pendientes postizos.

Ambas figuras están en actitud itinerante y, entre los dos, se halla un perrito de color blanco y negro que juguetea con la bola del mundo. El grupo está realizado en barro, teniendo las figuras los ojos de cristal y las ropas realizadas en telas encoladas, lo que le otorgan amplios vuelos que caen formando pliegues.

Aunque no hay noticias de su autoría, las formas nos remiten a las del maestro sevillano Cristóbal Ramos Tello, pudiendo fecharse a finales del siglo XVIII. Tanto las caras, con facciones redondeadas, como los materiales empleados (barro, ojos de cristal, telas encoladas), eran muy propios de este escultor.

 

 

También su carácter de instantánea es típico del mencionado artífice, permaneciendo los personajes ajenos a lo que sucede a su alrededor, sin interacción entre las imágenes y el fiel. Madre e hijo se encuentran en su propio mundo, concentrados en lo que realizan en ese momento, dando la sensación que nos estamos asomando por una ventana y contemplamos una escena que sucede en ese mismo instante; en este caso, el camino que siguen ambas esculturas.

Llama la atención la expresión infantil y amorosa con la que Santo Domingo mira a su madre. Cristóbal Ramos quizá fue el mejor imaginero que supo plasmar la niñez. Sus figuras infantiles siempre tienen actitudes propias de su corta edad (risa, llanto, ensimismamiento), resaltando con ello el aspecto más humano de los personajes. Yo diría incluso que si Murillo es el pintor de los niños, Ramos es el escultor.

Otro carácter que no podemos dejar de lado, es el gusto por lo anecdótico que muestra la obra de Ramos, con detalles como el perrito (de gran significación dominicana) que abre su boca dejando la lengua fuera. 

En cuanto a la iconografía del grupo, podemos decir que es de gran riqueza, ya que nos ofrece un aspecto casi inédito de la vida del santo, como es su niñez y la relación con su madre.

 

 

Santo Domingo de Guzmán fue, junto con San Francisco de Asís, uno de las grandes personajes sagrados de la Edad Media. Nace en 1170, y como los grandes santos su nacimiento viene precedido de prodigios. Su madre, Juana de Aza, tuvo un sueño extraño durante su embarazo que se interpretó como premonitorio: vio al hijo que llevaba en su vientre, marcado con una estrella en la frente, y con él un perro blanco y negro que llevaba en su boca una antorcha encendida, lo que se interpreta como el papel que tendría en la cristiandad: la fundación de una orden (la Orden de los Dominicos, en este caso) para luchar contra la herejía.

De ahí el propio nombre de la orden religiosa: "padres dominicos", que, además de por el propio nombre de su creador, es un juego de palabras latinas: "Domini canem", los perros del Señor que velan por la pureza de la fe. Por ello, aparece el perrito jugando con el mundo: es la orden dominica, siempre atenta ante los posibles ataques contra la fe cristiana.

Por otro lado, lo que realmente narra el grupo es un episodio de la vida del propio santo: a la edad de siete años, Domingo fue llevado por su madre a casa de un tío suyo, hermano de Juana, párroco de Gumiel de Izán (Burgos) para encomendarle la educación de su hijo, el futuro fundador de los Dominicos. A ello se debe la actitud itinerante de ambos, llevando Juana de la mano al pequeño al tiempo que le señala el camino hacia Gumiel, lugar donde comenzará a emprender su vida como hombre santo.

 

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