LA VIRGEN DE LA SOLEDAD DE ISLA CRISTINA (HUELVA).
UNA OBRA MALAGUEÑA DEL SIGLO XVIII

Jesús Abades


 

 

 

En 1981, los historiadores Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza catalogan a Nuestra Señora de la Soledad, del municipio onubense de Isla Cristina, como obra de la escuela granadina de finales del siglo XVIII en su excelente trabajo Escultura Mariana Onubense (1).

Sin embargo, tras una serie de estudios y sin desdeñar en absoluto la esencia de dicha atribución, nos inclinamos por una más centrada vinculación de esta magnífica talla al círculo de escultores malagueños que trabajaban en la provincia de Málaga durante el siglo XVIII y parte del XIX bajo los postulados de la escuela granadina impuestos por Pedro de Mena (2) y entre los que se encuentran los hermanos Gutiérrez de León o los antequeranos Márquez, entre otros artistas. Y ello lo hacemos en base a los siguientes motivos.

Por un lado, la Virgen de la Soledad es una escultura que sigue en su morfología general el modelo iconográfico instaurado por el artífice granadino Pedro de Mena y Medrano en lo que se refiere a la Virgen Dolorosa, de gran predicamento en la capital malagueña: son tallas de rostro ovalado, aunque levemente alargado en la zona del mentón que, en ocasiones, presenta un grácil hoyuelo. Los ojos aparecen entornados, presentando cierta inclinación de su eje horizontal, bajo unas cejas arqueadas que apenan se fruncen para expresar el dolor, más marcado en las sonrosadas mejillas. La cabeza avanza y se inclina a la izquierda, y los labios, poco carnosos, se entreabren y dejan al descubierto la corona dentaria superior. El cuello queda apenas sin anatomizar, extendiéndose la zona labrada a la región supraclavicular. El modelado es blando y sutil, con una policromía marfileña que acentúa la palidez.

La Virgen de la Soledad de Isla Cristina, como muchas de las tallas de vestir que son fieles al prototipo, presenta ojos de cascarilla, peluca y pestañas superiores de pelo natural y lágrimas de cristal (tres en la mejilla izquierda y dos en la derecha, en alusión a las Cinco Angustias de María) que acentúan su naturalismo. De otra parte, presenta los mismos rasgos faciales que los que muestran las mascarillas de las Dolorosas malagueñas de San Juan y de la Archicofradía de la Expiración, ambas tallas anónimas fechadas en el siglo XVIII y claros exponentes de la imaginería devocional doméstica de la ciudad mediterránea en dicha centuria.

Al igual que la Virgen de la Soledad de Isla Cristina, hablamos de imágenes de busto, encerradas en urnas o fanales acristalados, concebidas para la devoción particular de un domicilio o de la intimidad conventual y a las que, en un momento determinado, se les añadió un candelero para poder efectuar estación de penitencia.

Por fortuna, la imagen mariana de Isla Cristina, a diferencia de los mencionados simulacros pasionistas malagueños, que han sucumbido a los usos sevillanos, conserva las manos entrelazadas, en actitud orante, dispuestas a la altura de la cintura. No parece que su aspecto primitivo se haya visto alterado en demasía por restauraciones posteriores. La última intervención corrió a cargo del escultor e imaginero isleño Francisco Zamudio Barroso (1992), quien limpió la policromía y renovó el anclaje de sujeción del tornillo de la diadema.

 

 

Según el investigador malagueño Juan Cristóbal Jurado Vela, quizás el icono de Isla Cristina no tenga un prognatismo tan acusado como el de las Dolorosas malagueñas; las cuales, especialmente la titular de la Cofradía de la Expiración, representen a una mujer algo mayor en edad.

Pero lo que sí es cierto, en palabras de Jurado Vela, es que todas tienen la misma expresión de dolor contenido y reservado propia de la escuela malacitana dieciochesca; en los tres casos, la boca, fina y delicada, aparece entreabierta con el labio inferior algo inerte, y la mirada es baja, indecisa y dolorida, como si la Señora se nos presentara absorta en sus pensamientos más íntimos. Además, la inclinación de la cabeza hacia el lado izquierdo también es idéntica en las tres Dolorosas.

Conviene señalar que la Virgen de los Dolores de la Expiración, fechada por la crítica en torno a mediados del XVIII, sufrió una importante restauración de manos del escultor e imaginero carmonense Antonio Eslava Rubio (1978), quien sustituyó las primitivas manos entrecruzadas por las actuales e intervino en su policromía.

En cuanto a la Virgen de los Dolores de San Juan, un sector de críticos la consideran una obra del círculo de los escultores malagueños Gutiérrez de León, a quienes se atribuye también la popular Virgen de la Amargura (Málaga), conocida popularmente como la Virgen de Zamarrilla, y presenta igualmente el juego de manos original reemplazado por otro en posición extendida, creación del artista Suso de Marcos (1985).

La imagen de la Virgen del Amor Doloroso, titular mariana de la cofradía malagueña de Jesús de la Pasión, también presentaba grafismos similares a las anteriores antes de ser remodelada por el gaditano Luis Ortega Bru, e incluso hay quien piensa que todas estas esculturas salieron de un mismo obrador (3).

Por último, mencionar un dato que viene a reforzar la hipótesis de la procedencia malagueña de la Virgen y que, curiosamente, viene incluido en la obra de González Gómez y Carrasco Terriza donde se apuesta por su origen granadino: la imagen procede del desamortizado Convento de Padres Jesuitas de Ronda (Málaga), siendo adquirida por los antepasados de Carlos Granados León, quien la donó a la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores el 16 de enero de 1967. Posteriormente, fue adaptada para poder procesionar por las calles de Isla Cristina en la noche del Viernes Santo (4).

Todo ello, con las debidas reservas a la hora de abordar un análisis sobre una imagen mariana de candelero, donde el estudio queda reducido a un rostro y a unas manos, con la consiguiente dificultad que implica reconocer a través de estas zonas unas conclusiones fiables en torno a su autoría y fecha de ejecución.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA: Escultura Mariana Onubense, Huelva, Diputación de Huelva e Instituto de Estudios Onubenses Padre Marchena, 1981, p. 281.

(2) SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Miguel: El Alma de la Madera. Cinco Siglos de Iconografía y Escultura Procesional en Málaga, Málaga, 1996, p. 333.

(3) Ídem, pp. 334-5.

(4) GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA: Escultura... Op. cit., p. 282.

 

Opinión relacionada en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com