EL FALSIFICADOR DE FRANCO QUE ENGAÑÓ AL MUNDO DEL ARTE

01/09/2023


 

 

En un oscuro rincón del mundo del arte, oculto tras la majestuosidad de las pinturas más famosas, se tejió una trama épica que desafiaría los límites de la creatividad y la astucia humana. En el año 1960, una denuncia por una estafa aparentemente insignificante desencadenó la llamada "Operación Sevilla", una trama de revelaciones que dejaría al descubierto un entramado de plagios perfectos de los maestros consagrados: Velázquez, Zurbarán, El Greco, Dalí, Mengs, Picasso, Ribera, Goya, Miró, Juan Gris y muchos más.

Todo comenzó con un falso bodegón de Velázquez que una condesa afirmaba haber comprado y que resultó ser una completa farsa. Tras la denuncia, la verdad salió a la luz: este cuadro en cuestión estaba en el Palacio del Pardo y fue "recomprado" por Carmen Polo, la esposa de Franco, como si fuera una ganga. Sin embargo, un valiente y experto policía en arte, quien también resulta ser el padre del autor de esta historia, desentrañó meticulosamente esta sofisticada red de engaños que se hacía llamar "Escuela sevillana del siglo XX".

Detrás de este plan maquiavélico se encontraban dos pícaros gays que maquinaban en la capital hispalense: Eduardo Olaya Araiz, el mejor copista de pinturas imaginable, y Andrés Moro, anticuario famoso por su avaricia y su condición de mercader desalmado. En Madrid, Virginia Guitián se convertía en el anzuelo perfecto para atraer a los compradores incautos. Mientras tanto, José Antonio Llardent, Astasio Egea -quien se suicidó con veneno-, Stanley Moss y Herbert Maier fingían como marchantes y exportadores de esta red delictiva.

Desde la galería que Stanley Moss tenía en Nueva York, museos y coleccionistas de todo el mundo pagaban cantidades exorbitantes por estos engaños sin fronteras, convirtiendo el fraude en una lucrativa empresa. Pero la historia no termina ahí. Después de que el dictador Francisco Franco vendiera el falso bodegón de Velázquez al Museo del Prado, Moss se aseguró de beneficiarse del Legado Villaescusa en 1993.

Todo ello y mucho más queda recogido en una publicación de 342 páginas titulada El falsificador de Franco. La historia del pintor que engañó al mundo del arte (Samarcanda Ediciones), que no es solo el quinto libro de su autor, el detective privado, criminólogo y escritor Juan-Carlos Arias (Sevilla, 1960), sino también un caso abierto vital. El prólogo ha corrido a cargo del periodista y escritor Julio Muñoz Gijón.

Este libro cuenta una historia real que durante muchos años se mantuvo en secreto. Ha visto la luz tras desclasificarse ciertos documentos policiales, aunque algunos nombres aparecen tachados. Los citados, y más que no se conocieron o desaparecieron de los documentos policiales, colocaron en todo el mundo copias perfectas y difícilmente detectables como si fueran originales. No les faltaron inversores, coleccionistas y museos que compraron, con supuesta buena fe, lo que ahora conocemos con el anglicismo Fake Art.

Según el autor, los principales museos norteamericanos, europeos y, últimamente, del Golfo Pérsico, no rechazaron la compra de pinturas de dudoso origen, ya fuera obra robada, expoliada, copiada o falsa. Sobre todo cuando se carecía de medios técnicos para demostrar que no eran originales y los avales periciales y documentales se basaban exclusivamente en la buena fe y el (supuesto) prestigio de quien rubricase el dictamen.

Con más de 50 fotografías exclusivas, 2 apéndices y la bibliografía más completa del arte falso consultada, El falsificador de Franco abarca desde la compra del falso bodegón de Velázquez, tapada por la dictadura franquista, hasta las copias perfectas de Olaya que Stanley Moss, el "boss" (jefe) de la red, vendió a museos como el Prado, el Thyssen o el Metropolitan de Nueva York, y a galerías nacionales del Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Australia y Grecia.

Juan-Carlos Arias es criminólogo por la Universidad Complutense de Madrid. En 1983 fundó ADAS Detectives (www.adaspain.com) que dirige desde entonces, tras exiliarse en Caracas por ser insumiso al servicio militar. Fue becario del IJAB en Bonn (Alemania), de la AFS-UE en Utrecht (Holanda) y de The Rotary Foundation en Boston (USA) y Rosario (Argentina). También fue profesor en universidades de Sevilla, Salamanca, Valencia y País Vasco. Actualmente colabora en diversos medios de comunicación.

Divulgador de su oficio para alejarlo de tópicos, Arias ha compartido ponencias y monografías dentro y fuera de España. Sus anteriores libros son "Conexión Detective" (1990), "Sevilla Confidencial" (1993), "Confidencias de un detective privado" (2004) y "Detectives. RIP" (2015), donde pulula su alter ego, el detective Reyes.

 

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