JAPONISMO. LA FASCINACIÓN POR EL ARTE JAPONÉS
Mujer entre la Lluvia Raimund von Stillfried y Kusakabe Kimbei |
Introducción El japonismo fue mucho más que un ligero fenómeno pasajero: tuvo una influencia directa en el descubrimiento de nuevos caminos estéticos para las artes de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. Aunque el japonismo, entendido como una de las expresiones artísticas más ricas y poliédricas del siglo XIX, ha sido ampliamente estudiado a escala internacional, no ha sucedido lo mismo en España, donde sigue siendo en gran medida desconocido por el gran público. La muestra Japonismo. La Fascinación por el Arte Japonés presenta este fenómeno de alcance internacional y cómo arraigó en nuestro país; comisariada por Ricard Bru, esta espléndida exposición forma parte de la celebración del Año Dual España-Japón (2013-2014), organizado por los ministerios de Asuntos Exteriores de ambos países. Formada por más de 300 piezas, la exposición ofrece una visión panorámica de todas las manifestaciones artísticas que formaron parte de este fenómeno: pintura y gravado, dibujo e ilustración, joyería y decoración, literatura y cine. Presenta muchas obras nunca expuestas que permitirán descubrir la fascinación que Japón despertó entre artistas tan variados como Mariano Fortuny, Pablo Picasso, Alexandre de Riquer, Santiago Rusiñol, Darío de Regoyos, Adolfo Guiard, Oleguer Junyent y Joan Miró, así como también entre ilustradores, joyeros, cineastas, escenógrafos, ceramistas y poetas. Japonismo. La Fascinación por el Arte Japonés arranca en el siglo XVI, momento de los primeros intercambios comerciales y culturales entre España y Japón, y se alarga hasta la Guerra Civil. Así, pasa revista a los antecedentes de la relación entre Occidente y Japón, en la época de las misiones religiosas a Oriente, y pone el acento especialmente en el interés por Japón que se extendió durante la segunda mitad del siglo XIX y que dejó su huella en la obra de artistas del impresionismo, el postimpresionismo, el simbolismo e, incluso, la vanguardia. También reconstruye por primera vez el proceso vivido en nuestro país cuando artistas como Fortuny sintieron la atracción de aquel lugar y empezaron a dibujar y pintar fantasías japonesas. La muestra es el resultado de un extenso trabajo de investigación que ha permitido sacar a la luz el corpus de obras japonistas existente en España, y especialmente en Cataluña, muy abundante pero aún poco conocido por el gran público. Se ha logrado reunir una selección única, con piezas procedentes de museos y colecciones privadas, muchas de ellas expuestas por primera vez. Destacan de Japonismo. La Fascinación por el Arte Japonés las pinturas de Rusiñol y Regoyos, dibujos realizados por Apel·les Mestres e Isidre Nonell, muebles de Gaspar Homar y Frederic Vidal, joyas de Francisco Durrio y Lluís Masriera, y estampados de Alexandre de Riquer. También cabe resaltar las obras de arte japonés procedentes de la antigua Colección Mansana, que llegó a contar con 3.200 piezas. Hasta hoy no se conocía el alcance de la principal colección de arte japonés del país, ni tampoco se reconocía la influencia del arte japonés en las artes del esteticismo de los años 80. Tampoco se había presentado la incidencia del arte japonés en el entorno de los artistas del novecentismo y las vanguardias, y se desconocía, por ejemplo, el alcance real de la participación japonesa en la Exposición Universal de 1888. |
Retrato de Tokugawa Akitake James Tissot |
Japonismo, elemento de renovación en un momento de crisis del arte europeo La exposición se inicia con una breve aproximación a los primeros contactos entre ambas culturas entre los años 1549 y 1624. Desde el primer momento, las muestras de fascinación fueron mutuas y múltiples; muestras de un interés lógico por descubrir la alteridad y lo desconocido. Sin embargo, poco a poco las relaciones fueron enturbiándose a medida que la persecución de los cristianos en Japón se intensificaba, especialmente después de que se alimentasen los temores de que los españoles utilizarían la evangelización como vía para acabar conquistando el archipiélago. Así, en el año 1624 fue prohibida la llegada de barcos españoles, y durante los siglos XVII, XVIII y la primera mitad del XIX, Holanda fue la responsable de mantener una mínima conexión con el archipiélago. Los contactos entre ambos países permanecieron suspendidos hasta el año 1868, coincidiendo con la restauración imperial Meiji y la definitiva apertura de Japón al mundo. Fue en la década de los 70 del siglo XX cuando los artistas europeos empezaron a descubrir el arte japonés como una fuente de inspiración y de renovación estética altamente atractiva. Al igual que el orientalismo -aparecido en plena época colonialista francesa e inglesa- tuvo una evidente influencia en las artes del romanticismo, de Delacroix a Flaubert, el japonismo -surgido de la misma fascinación por la alteridad y las culturas desconocidas, y de la necesidad de hallar nuevos modelos de inspiración artística- jugó un papel central en el desarrollo de las artes del último tercio del siglo XIX. Japón tuvo una presencia exótica en el arte, la literatura y las artes decorativas que adoptó formas e imágenes evocadoras de un mundo de belleza y calma, delicadeza y filigrana. Más allá de esta atracción por el exotismo, el japonismo se convirtió en elemento de renovación en un momento de crisis del arte europeo. Muchos pintores profundizaron en el arte japonés, se creó un intenso comercio de obras, se formaron grandes colecciones y algunos artistas incluso viajaron a Japón para beber de las fuentes originales de aquel arte que les seducía. Así, el japonismo dejó una importante huella tanto en el Art Nouveau y el modernismo como en otros movimientos y corrientes artísticas de 1900, como el impresionismo, el simbolismo y el Aesthetic Movement. Este extremo queda reflejado en la exposición en obras de algunos de los principales artistas del momento, como Manet y Toulouse-Lautrec, así como también de los artistas e industrias artísticas más vinculados al japonismo desarrollado en España, como Stevens, De Nittis, Christofle y el entorno de Le Chat Noir. |
Fiesta de Contemplación de las Flores del Cerezo Toyohara Chikanobu |
El Descubrimiento de Japón Siglos antes de que se iniciase el fenómeno del japonismo, en el año 1543, una nave a la deriva condujo a los primeros europeos, unos comerciantes portugueses, hasta Japón. Seis años más tarde, el jesuita Francisco Javier llegó al archipiélago para cristianizar un territorio que, desde Marco Polo, se había convertido en un lugar mítico y desconocido. Durante el denominado "periodo namban" (1543-1639), desde la Península Ibérica se entablaron fructíferos contactos religiosos, comerciales y también diplomáticos con Japón, los cuales tuvieron su reflejo en el campo del arte y la cultura. La traducción de obras europeas, literarias y religiosas, el paso por España y por Italia de dos embajadas japonesas, y el desarrollo de un arte híbrido conocido como "arte namban" (es decir, de los "bárbaros del sur") fueron algunas de las muchas expresiones fruto del intercambio cultural entre Japón y Occidente. Estas primeras relaciones se mantuvieron hasta la década de 1630, cuando el país asiático inició una política de aislamiento que pervivió hasta mediados del siglo XIX. |
Fiesta de Contemplación de las Flores del Cerezo Toyohara Chikanobu |
Japonismo, un fenómeno internacional La apertura de Japón durante el Periodo Meiji (1868- 1912) aportó nuevas fuentes de inspiración para unos artistas europeos en busca de mundos por explorar y modelos para imitar. De este modo, el japonismo apareció a partir de la década de 1860 como un proceso de reconocimiento, adopción y reinterpretación del arte japonés. El epicentro del japonismo fue París, si bien a medida que este arte fue difundiéndose, se extendió por toda Europa adoptando expresiones muy diversas. El estudio de los grabados japoneses permitió introducir una nueva aplicación del color, con superficies de color plano, contornos marcados y nuevos encuadres, perspectivas y puntos de vista. Por otra parte, las artes de Japón difundieron temas y motivos renovadores, dominados por composiciones asimétricas, así como por una nueva forma de representar la naturaleza, más esbelta, libre y armónica. Fueron precisamente el valor poliédrico y la variedad de propuestas del arte japonés los aspectos que permitieron que sedujese a un número tan elevado de artistas, tendencias y movimientos muy distintos, hasta abarcar prácticamente todas las artes. |
Fiesta de Contemplación de las Flores del Cerezo Toyohara Chikanobu |
La llegada del Japonismo a España Mariano Fortuny fue uno de los primeros pintores en descubrir el arte japonés, al mismo tiempo que puede ser considerado el revelador de este arte entre los artistas de España al incorporar soluciones estéticas nuevas a partir del estudio de su propia colección japonesa. Sin embargo, además de Fortuny, durante las décadas de 1870 y 1880 la mayoría de artistas españoles que residían en París, o de paso por esa ciudad, apostaron por un primer acercamiento superficial al japonismo. Siguiendo la tendencia que marcaba la capital francesa, se limitaron a representar escenas japonesas o bien ambientes burgueses, donde el buen gusto de la época recomendaba la incorporación de objetos nipones, curiosos y poco vistos, que apenas acababan de llegar de Oriente: porcelanas, quimonos, telas y biombos. En el campo de la pintura, no fue hasta la década de 1880, con las obras de Darío de Regoyos, y especialmente a finales del siglo XIX, cuando los artistas siguieron el camino de exploración iniciado por Fortuny a partir del estudio de las colecciones locales de arte japonés. |
Biombo Salvador Dalí |
Comercio y coleccionismo El arte japonés tuvo una amplia difusión en la Península. Aunque el principal centro de llegada y venta fue París, desde la década de 1880 Barcelona empezó a contar con una red de tiendas de arte oriental que, con varias sucursales abiertas en otras ciudades de España, facilitó el acceso del arte japonés a muchos ciudadanos, burgueses y artistas como Riquer, Rusiñol, Guiard, Sorolla y Anglada Camarasa. De esta forma nacieron importantes colecciones, como las de Richard Lindau, Josep Mansana y los hermanos Masriera. Asimismo, además del arte llegado de Japón, la difusión de reproducciones artísticas, ilustraciones, láminas y fotografías permitió que los artistas de finales de siglo tuviesen un acceso fácil y directo a las artes y la estética niponas. Así, la amplia presencia japonesa tuvo un claro y evidente efecto en la obra de muchos artistas tanto del último cuarto del ochocientos como de inicios del nuevo siglo. |
Joven Descansando Francesc Masriera |
El esteticismo Antes del desarrollo del modernismo, el descubrimiento del arte japonés influyó en la renovación estética de las artes decorativas e industriales. Tras años de búsqueda de fuentes de inspiración que permitiesen configurar una estética moderna, tanto la industrialización progresiva de las artes como el estudio del arte japonés se convirtieron en dos de los pilares de una corriente artística y un estilo nuevos, similares y paralelos al Aesthetic Movement inglés, bautizado en Cataluña con el nombre de esteticismo. Especialmente durante la década de 1880, el esteticismo generó un estilo decorativo, en ocasiones esquemático y simplificado, y a veces de gusto artificioso, que frecuentemente utilizó los modelos japoneses para introducir una nueva concepción del espacio, sin márgenes ni simetrías. Así, el esteticismo recreaba paraísos donde la fantasía y la sensibilidad naturalista afloraban como rasgo distintivo y como precedente del futuro modernismo. A través de una naturaleza esbelta, el arte japonés contribuyó a proporcionar un nuevo y poético sentido a la representación del mundo natural. |
La Muerte del Sol Josep Maria Xiró |
La Exposición Universal de 1888 La exposición de Barcelona de 1888 fue el primer certamen internacional celebrado en España y, al mismo tiempo, la primera ocasión en que Japón se presentaba de forma oficial en la Península, con la aportación de muestras representativas de sus mejores industrias y de algunos de sus mejores artistas. Además de acercar el arte de Japón a los visitantes, el certamen facilitó el contacto entre catalanes y japoneses, como por ejemplo entre el empresario Josep Mansana y el comerciante Hayashi Tadamasa, o bien entre el crítico de arte Antonio García Llansó y el joven pintor Kume Keiichiro. Asimismo, la exposición propició el establecimiento de los primeros nexos comerciales directos entre empresarios catalanes y japoneses. De la participación japonesa en la exposición han sobrevivido muchos recuerdos concretados en descripciones e imágenes, así como en piezas significativas, como pueden ser el mueble regalado por la casa imperial nipona a la reina regente María Cristina, objetos artísticos comprados en el pabellón por particulares como Josep Mansana y álbumes de estampas adquiridos por el Ayuntamiento de Barcelona. |
Juegos Orientales José Villegas |
Japonismo y modernismo, una simbiosis Durante la época del modernismo, a caballo de los siglos XIX y XX, el arte japonés se convirtió en un elemento intrínseco de la modernidad artística. Su difusión y aceptación permitieron que se convirtiese en modelo para muchos artistas, que lo estudiaron y extrajeron del mismo propuestas estéticas variadas, tanto en recreaciones de la naturaleza como en la aplicación de nuevos recursos formales propios de las estampas japonesas. La difusión del japonismo se hizo evidente no tan solo en el campo de las artes gráficas y decorativas y en la pintura, sino también en el mundo de los espectáculos, tanto de magia, circo, teatro y ópera como de cine, e incluso en la vida más privada, con la introducción del imaginario japonés en el mundo de la publicidad, la decoración de interiores y la cotidianidad. De esta forma, el maridaje entre japonismo y modernismo convirtió al arte japonés en un ingrediente esencial de la modernidad artística de finales de siglo. |
Sadayakko Pablo Picasso |
La pervivencia del japonismo Superado el modernismo, el descubrimiento de nuevas facetas del arte japonés continuó seduciendo a artistas de las tendencias más dispares. Se producían aproximaciones orientalistas que veían en el arte japonés la expresión de un exotismo lejano y de origen incierto. En paralelo, y aparte de mantenerse vivo el japonismo desarrollado durante el modernismo, a partir de la década de 1920 un Japón nuevo, desconocido hasta entonces, despertó el interés tanto de poetas como de pintores, ceramistas, diseñadores y lacadores. Datan de ese momento la introducción de la laca japonesa urushi y la difusión del teatro nō y kabuki (ver enlace), así como de la literatura, la poesía y el ensayo de autores japoneses, desde El libro del Té de Okakura Kakuzo hasta los haikus. La delicadeza, la sencillez, la austeridad poética y la imperfección de formas y texturas, elementos típicos de la cultura japonesa, se convirtieron en fuente de inspiración para una generación de artistas que descubrieron en las artes tradicionales de Japón un lirismo de cualidades únicas, de las que siguieron aprendiendo. |
Carpas Asahi Yaki Tokyo (Gottfried Wagener) |
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