ARTE EN LA PROCESIÓN ANTOLÓGICA POR EL AÑO DE LA FE
EN HELLÍN. MISTERIOS DE LA PASCUA DE CRISTO (I)

Antonio Cabezuelo y Antonio J. Jiménez Díaz


 

 

Los actos centrales del evento, ilustrado por una bella pintura del artista hellinero Ángel Pérez Poveda (imagen superior), han sido precedidos por una conferencia del cardenal Carlos Amigo Vallejo el 12 de noviembre, mientras que el día 22 departirá sobre diseño y atavío de imágenes el diseñador y vestidor David Calleja.

El acto principal del 23 de noviembre, la Procesión Antológica de la Fe, se presenta como una excelente ocasión para ver en la calle buena parte de la imaginería de la Semana Santa de Hellín, declarada de Interés Turístico Internacional: obras de afamados escultores como Mariano Benlliure, Luis Álvarez Duarte, Fernando Aguado, Antonio Espadas, José Fernández-Andes, Federico Coullaut Valera, o el artista local José Zamorano.

 

 

LIGNUM CRUCIS

La ciudad de Hellín tiene la suerte de contar, dentro de su amplio patrimonio devocional, con un Lignum Crucis, una reliquia de la Cruz en la que Cristo fue crucificado.

Esta insigne pieza se encuentra custodiada por la Santa Escuela de Cristo, rama Penitencial de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario -patrona de Hellín-, desde que el sacerdote hellinero don Ángel Escandell Jiménez la donase al santuario con motivo de las Bodas de Oro de su sacerdocio.

La festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y la Procesión del Santo Entierro, en la noche del Viernes Santo, son las dos únicas ocasiones en las que la reliquia es expuesta al culto para ser venerada por los fieles.

 

 

LA ORACIÓN EN EL HUERTO

Realizado por Federico Coullaut Valera en el año 1945, el grupo de la Oración del Huerto de Hellín es buena muestra de los valores plásticos de la imaginería procesional de su autor.

Si bien el escultor madrileño realizó para las ciudades de Úbeda, Cuenca y Orihuela otros simulacros que guardan bastante semejanza con el que tratamos, el de Hellín se desmarca de estos en dos aspectos: la factura del ángel, de clara inspiración salzillesca, y la composición del misterio.

Coullaut Valera, virtuoso como pocos cuando de jugar con el espacio se trataba, realizó un grupo cuya visión frontal es impactante; en primer plano tenemos a los apóstoles Juan, Pedro y Santiago sumidos en un profundo sueño, mientras que, encima de ellos, arrodillado en un montículo, se alza Jesús, que mira al cáliz que el ángel le señala en el cielo. La figura de Cristo, de angustiado semblante y cuya túnica presenta ricos estofados, destaca en primer plano, como vértice de la estructura piramidal del paso.

Realiza Coullaut Valera en los apóstoles un minucioso estudio de las edades del sueño, mientras que San Juan reposa relajadamente su cabeza sobre una mano, vemos a San Pedro alerta, presto a despertarse ante cualquier perturbación, con las manos entrelazadas y la cabeza apenas inclinada hacia delante.

El grupo escultórico merece ser contemplado minuciosamente en su vista lateral; la desidia y la ignorancia del hombre, representada en los apóstoles, a los pies de la deidad de Cristo, que con las palmas de las manos vueltas al cielo casi parece levitar sumido en el diálogo con el Padre.

Las imágenes, restauradas en 2008 por el taller El Parteluz, desfilan sobre un trono labrado en 2005 por el artista local Alejandro Barra, en el que aparecen representados templos y monumentos señeros de Hellín.

 

 

EL PRENDIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

El grupo escultórico del Prendimiento es también obra de Federico Coullaut Valera Mendigutia. Realizado en el año 1950, sigue el modelo del Prendimiento de Orihuela del mismo autor, si bien cuenta con cinco imágenes en lugar de las ocho que componen el paso orcelitano.

Coullaut Valera escoge el momento en el que Pedro, cargado de ira, se dispone a cortar la oreja a Malco, mientras que Cristo, en actitud sosegada, frente a la violencia que emanan el resto de imágenes, parece pedirle calma. Judas, de excelente hechura, se representa de espaldas al resto de imágenes y encorvado; con avaricia parece alejarse de la escena apretando con fuerza el saco de monedas obtenido por la traición al Redentor.

El tratamiento de los ropajes, consigue transmitir al espectador todo el dinamismo que el momento representado requiere. No podemos obviar la condición de escultor civil de Coullaut Valera, aspecto que marca su obra sacra procesional. Nos encontramos ante imágenes de rasgos marcados y duros, y el dominio en los volúmenes en las imágenes es total.

Desde 2007 el Prendimiento de Hellín está incluido en el Inventario General de Bienes Muebles del Patrimonio Histórico Español del Ministerio de Cultura. En 2008 el grupo del Prendimiento fue sometido a un minucioso proceso de restauración por el taller El Parteluz, dirigido por Pablo Nieto, en el que se eliminó la completa repolicromía que ocultaba el semblante de las imágenes.

El trono sobre el que desfila el grupo escultórico salió también del taller de Coullaut Valera, destacando en el mismo los medallones de la Piedad, el Prendimiento, el Beso de Judas y Jesús, Hombre, Salvador.

 

 

LA NEGACIÓN DE SAN PEDRO

El grupo de la Negación de San Pedro es obra del imaginero hellinero José Zamorano. Encargado en el año 1971, sustituye al realizado por Santiago Baglietto en 1831, perdido en la Guerra Civil.

Componen el paso las imágenes de Cristo y San Pedro, de bulto redondo, y completa la escena un gallo, símbolo de la Hermandad. Jesús, maniatado, camina decididamente y fija su mirada en Pedro, que afectado por haberle negado, le mira piadosamente y se lleva la mano derecha al pecho, en actitud de genuflexión.

La figura de Cristo destaca por su inspiración grecorromana, con una marcada frontalidad, una portentosa anatomía y el tradicional acabado de los ropajes en las imágenes de talla completa de José Zamorano, si bien ambas imágenes han sido repolicromadas en varias ocasiones. En el cabello vemos la influencia de Coullaut Valera, quien fuera mentor de Zamorano, con bucles acabados a golpe de cincel y ciertos detalles en pan de oro para matizar la cabellera. El rostro del Señor muestra cierto hieratismo, desmarcándose de la dulzura habitual en otros Cristos de Zamorano como el caído o el titular de la Cofradía del Ecce Homo de Hellín.

De la efigie de Pedro destaca la dinámica posición comentada más arriba, y la ruptura con el modelo iconográfico tradicional en levante. El San Pedro de Zamorano evita rasgos que denoten senectud.

Si bien en la Procesión Antológica por el Año de la Fe veremos el grupo completo, en la procesión del Santo Entierro, que tiene lugar la noche de Viernes Santo, desfila el titular de la hermandad como San Pedro Arrepentido, iconografía habitual en Levante popularizada por Francisco Salzillo.

Desfilan las imágenes sobre trono elaborado en los talleres Jumasan de Hellín en 2000. Lleva cartelas elaboradas por el orfebre malagueño Cristóbal Martos con el rostro de los doce apóstoles separados por columnas jónicas, rematando el frontal el escudo de Hellín y el emblema de la hermandad petrina la trasera.

 

 

LOS AZOTES

Esta obra del artista sevillano José Fernández Andes, tallada en madera de pino Flandes en el año 1948, fue realizada a imagen y semejanza del grupo primitivo realizado por Francisco Salzillo en el siglo XVIII, desaparecido para siempre en los disturbios de la Guerra Civil.

La imagen del Señor aparece con la pierna derecha adelantada, el cuerpo inclinado y la cabeza ladeada hacia la derecha, con las manos atadas a la espalda, lo que será decisivo en la anatomía de la pieza. Los brazos van hacia atrás con fuerza, con el consiguiente reflejo en los hombros y pectorales, que aparecen tensos e hinchados. El perizoma envuelve las caderas del Señor para recogerse en la parte central, plegándose el sudario hacia delante. El sereno rostro del flagelado, con mirada distante, no parece transmitir dolor, sino paciencia y resignación. La frondosa cabellera, partida al centro, se encuentra recogida sobre el hombro derecho de la imagen, con ondulada barba bífida. La espalda aparece ajada, por la violencia de los verdugos.

Los dos sayones que completan el paso muestran gran semejanza con los realizados por Salzillo para el paso de Los Azotes de la Cofradía de Jesús de Murcia, sin alcanzar el dinamismo de aquellos.

El grupo de la Flagelación, pudiera ser una obra de verdadero interés dentro de la trayectoria del imaginero hispalense, por tratarse de imágenes de bulto redondo frente a las vestideras que componen el grueso de su producción, aunque hemos de tener en cuenta que nos hallamos ante una réplica y que la policromía que actualmente exhibe el paso no es la original, pues se repolicromó íntegramente por el profesor Juan Manuel Miñarro en el año 2006. El trabajo llevado a cabo modificó notablemente el aspecto de las imágenes, sobre todo el de Cristo, con unas heridas más pronunciadas y las encarnaduras más morenas, frente a las pálidas con las que lo dotó José Zamorano en una discutible intervención en los años 90.

Desfilan las tres imágenes que componen el misterio de Los Azotes en un original trono de estilo ecléctico, diseñado por el arquitecto hellinero Justo Millán Espinosa.

 

 

LA SENTENCIA

El grupo escultórico de la Sentencia, presentado en el año 2003, es obra del escultor e imaginero Víctor García Villalgordo, natural de Torrevieja (Alicante). Compuesto por cinco imágenes, de blando modelado, cuenta con las características formales habituales en la escultura polícroma de su autor.

El paso representa el momento en el que Poncio Pilato, prefecto de la provincia romana de Judea, muestra al pueblo a Jesús y a un reo llamado Barrabás, dándoles la posibilidad de liberar un preso. La gesticulación de las manos y la mirada fija y baja de Pilatos parecen revivir el diálogo con el pueblo, que clama contra Jesús, quien maniatado y semivestido con una sencilla túnica blanca, con la mirada perdida se entrega a su destino.

Barrabás, quizá la imagen más elaborada del paso, mira de soslayo a Jesús, con indudable sorpresa en su semblante. Con los dos romanos, de similares hechuras, Villalgordo intenta imprimir al grupo fuerza y dinamismo. Completa la escena un sillón dorado labrado en madera por el tallista local Francisco Azorín.

En la cuaresma de este año 2013 se ha bendecido un nuevo trono para los desfiles de Semana Santa, obra del tallista Juan Carlos García Díaz, de San Fernando (Cádiz).

 

 

NUESTRO PADRE JESÚS DE MEDINACELI

La imagen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli llegó de los talleres Santarrufina de Madrid en 1946, a petición del entonces rector José Alemán Muñoz, con la finalidad de crear en torno a la imagen una devoción que vitalizase la parroquia de San Roque y congregase a un importante número de fieles en torno a ella. Dicha circunstancia impidió durante buen número de años conocer la autoría de la imagen, que tras investigaciones por parte de su Archicofradía, se averiguó que fue realizada por el escultor Faustino Sanz Herranz.

La iconografía de esta imagen cristífera responde al modelo de un "Ecce Rex Vexter", siguiendo las líneas de la representación religiosa de la imagen primigenia tallada en el siglo XVII. La imagen del Medinaceli hellinero se encuentra realizada en madera policromada, nota característica ésta, entre la obra de Sanz Herranz, al caracterizarse sus obras por encontrarse únicamente barnizadas.

Es una imagen de vestir, ataviada con cabello natural y corona de espinas en oro en la que destaca la presencia sobre los hombros del escapulario trinitario, aludiendo al origen de esta devoción, el cual también portan sus cofrades en la túnica. El rostro dulce y sereno de esta talla, junto a sus manos atadas, no invita a otra cosa que a la oración, finalidad para la que surgió esta iconografía tan arraigada en nuestra geografía, y que en este caso concreto es exponente de devoción y arraigo en el Primer Viernes de Marzo, donde los fieles acuden a cumplir con la tradición de visitar a la imagen, como ocurre con el Medinaceli de la Basílica madrileña.

La unión de esta imagen con los fieles, tiene su cumbre en la tarde del Miércoles Santo cuando su paso se funde con el de los miles de tamborileros que abarrrotan las calles, camino de la procesión en la que tomará parte.

 

 

NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

Tallado por Federico Coullaut Valera en el año 1945, la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno se encuadra en la corriente renovadora de la imaginería procesional que tiene lugar a mediados del siglo XX por escultores como José Capuz, Mariano Benlliure o Juan González Moreno. Lejos de acomodarse en las iconografías y recursos popularizados por los grandes maestros del barroco, este grupo de escultores, que coincidieron en Madrid en las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado, apuesta por nuevas composiciones, pátinas y recursos para dotar a sus creaciones procesionales de carácter propio.

El Nazareno de Hellín, de 190 cm de alto, avanza con una elegante zancada, encorvado por el peso del madero, al que se aferra con fuerza, y alza la mirada al cielo en actitud dialogante con el creador. De angustiado semblante, con frondosa cabellera rematada en bucles ondulados realizados a golpe de cincel; los rasgados ojos del Señor, hinchados por el dolor padecido, o la boca entreabierta, con los dientes apenas insinuados, conmueven al espectador sin necesidad de caer en recursos edulcorantes ni hiperrealistas.

Las pálidas encarnaduras, con un acabado más bien mate, tienen detalles grisáceos que magistralmente no hacen sino enfatizar el sufrimiento de quien ha padecido durante horas un gran cansancio físico. El cuello se muestra tensionado por el esfuerzo de Cristo de alzar la mirada al cielo.

Remata la portentosa testa (que recuerda a otras imágenes cristíferas del escultor madrileño, como el Cristo de la Agonía de Cuenca o el titular del grupo de la Oración del Huerto de Hellín, analizado en este mismo dossier), una corona de espinas realizada con finas ramas trenzadas. Las manos, de gran verismo, abrazan la cruz arbórea con fuerza, mientras que los pies completan una efigie cargada de fuerza. Son las manos buena muestra del hacer de Coullaut Valera, quien conjuga a su antojo y con uniformidad acabados más finos con otros más grandilocuentes y toscos más propios de la escultura civil.

Desfila el Señor sobre un sencillo trono piramidal, obra del tallista hellinero Rafael Millán Álvarez. Mención especial merece la túnica procesional, bordada en el año 1954 por las Hermanas Carmelitas Descalzas de Albacete y traspasada en el año 2011 por el bordador Juan Rosén en Málaga.

 

 

NUESTRO PADRE JESÚS DEL GRAN PODER

La impronta del sevillano Fernández Andes, se hace patente una vez más, con la imagen de Jesús del Gran Poder, que en unión a la imagen de Nuestra Señora del Dolor, como sueño del artista, conformaría para la noche del Jueves Santo Hellinero una procesión que tuviese como centro los Misterios Dolorosos del Santo Rosario. La muerte, que tan pronto aconteció a este enamorado de Hellín, impidió cumplir su deseo, y sólo pudo dejar plasmado, el reflejo del cuarto misterio en la figura del Nazareno.

La imagen del Gran Poder llega a Hellín en 1948, como titular de la cofradía protagonista de la Procesión del Silencio. Desde su llegada, es venerada en el Convento de los Padres Franciscanos, lo que inicia una estrecha relación entre los hijos de San Francisco y su vinculación con la imagen.

La efigie presenta un perfil clásico, que recuerda, en su inspiración, a los grandes del Barroco; el cabello oscuro partido al centro, como ocurriese con la barba de reminiscencias mesinas, conforman una imagen del más propio estilo andaluz, carácter que supo plasmar en una imagen que debía acompañar a la titular mariana, en las mismas connotaciones. Los pómulos de la imagen reflejan el esfuerzo de la escena, en consonancia, con su rostro, el cuál es la imagen, de quien transido de dolor, deja caer la cabeza, bajo el peso de la cruz, y muestra una mirada dulce, frente a la realidad cruel del momento.

La corona de espinas que aguanta sobre las sienes, es de un entrelazado grueso, al más puro estilo del artista, como podemos comprobar en la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la cofradía sevillana de Los Gitanos. El sufrimiento de la imagen, no deja vacío a quien lo contempla, pues el sentido más puro que transmite es de una presencia soberana y firme, cuando se contempla durante el transcurso de su Estación de Penitencia. Las manos que abrazan la cruz arbórea, se encuentran en consonancia a las dimensiones de la imagen, como ocurriese con los pies, dotando a la imagen de una consonancia, que no la desvirtúa.

El incendio en la Navidad del año 1955 en su residencia canónica afectó a la imagen del Señor, por lo que a partir de ahí, han sido varios los procesos de restauración que en la misma se han acometido. Los primeros trabajos fueron realizados por el murciano José Noguera Valverde, y no fue hasta el año 2004 cuando sobre ella interviniese Joaquín Cruz Solís con la finalidad de devolver a su estado original la imagen. Posteriormente, en el año 2011, se procedió a intervenirla por última vez, en esta ocasión por el restaurador afincado en Mairena del Alcor, Ventura Gómez, para intentar restituir el rostro original.

La imagen desfila sobre trono realizado por el tallista local Francisco Azorín, bajo estilo Luis XV, y acompañan al Señor sendos ángeles pasionistas, obras de Ventura Gómez, sosteniendo la cruz.

 

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