EL ARTE SACRO DE PROPIEDAD PARTICULAR (XXIII)


 

 
     
     
Dos Dolorosas de factura moderna ocupan esta entrega. La primera fue realizada por el escultor e imaginero Pedro Antonio Fernández Valcárcel bajo el título de Virgen de la Amargura, debido a formar parte de la Junta de Gobierno de la cofradía de penitencia radicada en la Ermita del Valle de Lucena (Córdoba), cuya titular mariana ostenta la mencionada advocación. Su actual propietario es Jorge Servian Pulido.
     
     
 
     
     
La talla lucentina es de pequeñas dimensiones (62 cm de altura, aproximadamente) y sigue las líneas de la Dolorosa de la cofradía del Miércoles Santo del municipio cordobés. Es obra de incontenido dolor, con la mirada elevada a las alturas y siete gruesas lágrimas repartidas por ambas mejillas.
     
     
 
     
     
También al igual que la imagen procesional de Lucena, esta imagencita luce un sobrio atuendo de color azul noche. Se prevee que la pieza, actualmente recibiendo culto en el oratorio privado de su propietario, pueda desfilar en un futuro dentro de la Semana Santa Infantil de la localidad.
     
     
 
     
     
La segunda Dolorosa, a diferencia de la anterior, es de tamaño natural y, por el momento, carece de una advocación fija. Su autora es la escultora e imaginera onubense Amor Díaz Carretero, quien la realizó en el año 2007 en barro cocido y policromado al óleo, con candelero de madera para vestir.
     
     
     
     
El semblante letífico de esta imagen obedece a que representa el momento de la Profecía de Simeón en el templo, narrada en el Nuevo Testamento. Ello provoca que tres pequeñas lágrimas corran por el dulce semblante de María, pese a no hallarse integrada aún dentro del ciclo pasionista de Jesús. Dichas lágrimas, realizadas en cristal, fueron regaladas a la autora por el afamado artista sevillano Luis Álvarez Duarte.
     
     
     
     
La imagen tiene un aspecto juvenil, muy acorde con el pasaje que escenifica. Los ojos se hallan policromados en la terracota, estando el iris pintado en tonos azules y rematados los párpados superiores con gruesas pestañas de pelo natural. Las manos, extendidas, portan varios atributos religiosos, típicos de la tradición popular.

 

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