MÁRTIRES DEL JAPÓN. TRES ESCULTURAS RECUPERADAS

05/10/2024


 

 
 
 
 
San Juan Soan de Goto. Estado inicial y final

 

Los mártires del Japón

El 5 de febrero de 1597 un grupo de veintiséis cristianos, veinte de ellos japoneses, mayoritariamente franciscanos, tanto laicos como religiosos, murieron crucificados en la ciudad japonesa de Nagasaki. Entre ellos había tres jesuitas nacidos en Japón y convertidos al catolicismo: los religiosos Pablo Miki (Kioto, 1556 o 1562) y Juan Soan de Goto (Goto, 1578), y el hermano lego Diego Kisai (Haga, Okayama, 1533). Treinta años más tarde, en 1627, serán beatificados por el papa Urbano VIII y, finalmente, declarados santos en 1862.

La devoción a estos beatos japoneses llegó a ser muy común en las iglesias jesuitas en el siglo XVII, encontrándose representaciones tanto en escultura como en pintura en otras localidades de la provincia de Sevilla, como Morón de la Frontera, o en ciudades cercanas, como Cádiz. Aunque ninguna de estas obras conserva sus atributos iconográficos, los mártires del Japón suelen aparecer representados acompañados de cruces, en recuerdo de su crucifixión, y de las lanzas con las que se les dio muerte.

La representación artística de los santos jesuitas de Japón no fue un caso aislado. La Iglesia Católica, que había impulsado en el siglo XVI las misiones en Asia, promovió igualmente el reconocimiento como santos de los frailes martirizados por cuestiones religiosas -y sus correspondientes implicaciones políticas- en lugares como China, Japón o Filipinas. A los jesuitas se unen casos similares de miembros de otras órdenes, como franciscanos, dominicos o agustinos reproducidos en pinturas, grabados o esculturas. El arte, apoyado muchas veces por la imprenta, se convierte así en instrumento para difundir el martirio por la fe como ejemplo para los fieles.

 

 
 
 
 
San Diego Kisai. Estado inicial (detalle) y final

 

Tres esculturas recuperadas

Estas tres esculturas de los mártires jesuitas de Japón proceden de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla y, aunque carecen de fecha, debieron ser encargadas con motivo de su beatificación en 1627, acontecimiento que propició su culto público. Ingresaron en la colección del Museo de Bellas Artes de Sevilla en 1928 como parte de la donación González Abreu. Inicialmente expuestas, su precario estado de conservación hizo que fueran retiradas de la visita pública. Ahora, décadas más tarde, el tratamiento de restauración realizado permite recuperarlas para su exhibición.  

Aunque tampoco están documentadas, su estilo permite atribuir dos de ellas, San Pablo Miki (172 cm) y San Juan Soan de Goto (162 cm), al escultor Juan de Mesa. En el caso de esta última, su parecido con otras tallas del maestro, como la Virgen de las Angustias de Córdoba, que también fue realizada en 1627, es muy claro. Esta similitud alcanza también al maniquí interior tallado de ambos santos japones y de la dolorosa cordobesa, que resultan casi idénticos.

En San Diego Kisai (165 cm), por el contrario, las evidentes diferencias constructivas y de talla, hacen poner en duda la autoría de Juan de Mesa. Parte de la crítica especializada ha propuesto su atribución al taller de su maestro, Juan Martínez Montañés. Ambos artistas, de hecho, contaban con una larga trayectoria de encargos promovidos por la Compañía de Jesús para Sevilla y América.

En la escultura barroca en madera policromada se recurre con frecuencia al uso de imágenes para vestir, que presentan talladas solo sus cabezas, manos y pies, como sucede, por ejemplo, en muchas figuras procesionales de Cristo y de la Virgen dolorosa. El resto de la obra solía ser un armazón interior cubierto con telas, que, en ocasiones, se sustituye por un cuerpo parcialmente anatomizado. Es el caso de estas tres obras, que llevan el hábito de los jesuitas, aunque sus brazos articulados en hombros, codos y muñecas dejan claro que estaba previsto que fueran recubiertas posteriormente con vestidos que, como en el caso de San Pablo Miki, cubren la artificial unión de la cabeza al cuerpo o los ensambles de las manos a los brazos. Su exposición sin estas telas sobrepuestas nos permite apreciar su sistema constructivo, tan frecuente en el arte barroco y que en la gran mayoría de las ocasiones queda oculto.

Su restauración nos permite exponer las esculturas de nuevo y recuperar el estado original de las mismas, ejemplo destacado de imágenes vestideras en el arte sevillano. Su valor se ve incrementado, además, por ser fruto del trabajo de algunos de los más destacados escultores del Barroco hispalense, como Juan de Mesa o Juan Martínez Montañés.

 

 
 
 
 
San Pablo Miki. Estado inicial (detalle) y final

 

Estudio de David Triguero Berjano

En 2022, el restaurador David Triguero Berjano publicó un estudio titulado Propuesta metodológica para el análisis estilístico y técnico de imágenes de vestir de bulto redondo. Aplicación a una imagen del siglo XVII, en el que abordaba la relación de una talla de Santo Domingo de Guzmán del municipio sevillano de Bormujos con los tres santos del MBASE que ahora se exponen restaurados.

Una vez desprovista de sus vestiduras y ornamentos, la escultura de Santo Domingo se confirma que es una imagen de vestir de bulto redondo policromada, representada con las prendas interiores masculinas propias de finales del siglo XVI y principios del XVII: camisa amplia de color crudo imitando al lino que llega hasta por debajo de las rodillas. El cuello es redondo, rizado, rematado y abrochado mediante un botón. La camisa es abierta en el centro montando la parte izquierda sobre la derecha y abrochada mediante veinte botones forrados y ojales, colocados de dos en dos, perfectamente realizados y decorados. Estos elementos o decoración en la indumentaria se han observado también en el jubón de la Virgen de las Angustias de Córdoba y en las imágenes de San Pablo Miki y San Juan Goto, todas ellas de Juan de Mesa.

Cabe destacar la similitud compositiva entre la imagen de Santo Domingo y la de San Pablo Miki del MBASE, de forma que pareciera que están hechas a partir de la misma plantilla, pero a diferente escala pues la imagen jesuita es mucho mayor (173 cm) que la imagen dominica (140 cm).

Esta costumbre de tallar la indumentaria interior tanto masculina como femenina era muy frecuente en la obra de Juan de Mesa, como en la imagen de Jesús Nazareno de la iglesia conventual del Espíritu Santo de La Rambla (Córdoba), que se encuentra totalmente tallada, anatomizado el torso, la espalda y muslos, tallado su sudario, articulados los brazos y encarnado o policromado debidamente.

De igual forma, la Virgen de la Encarnación de los Terceros presenta la particularidad de tener esculpido un jubón de escote cuadrado perfilado por una línea marrón, que deja entrever parte del busto que insinúa los pechos de la imagen. Dichas características también se han observado en la imagen de la Virgen del Valle de Sevilla -dolorosa atribuida al escultor cordobés- en la imagen de la Virgen de la Concepción (La Sevillana) del convento de San Buenaventura de Sevilla y en la recientemente restaurada imagen de la Virgen del Rosario de Morón de la Frontera, también atribuida al escultor cordobés.

Otro de los elementos que observamos en la imagen de Santo Domingo es el cinturón, perfectamente realizado simulando cuero negro y con hebilla ovalada doble, típica del siglo XVI y principios del XVII. En las piernas, lleva talladas unas calzas o leotardos ajustados. Son policromados en blanco, siendo la única prenda que hemos podido observar ricamente estofada, simulando el típico muaré. Presenta unos zapatos negros planos con ataduras sobre el empeine muy similares a los de la Virgen de las Angustias, Virgen de la Encarnación, San Pablo Miki y San Juan Goto.

 

 
 
 
 
San Juan Soan de Goto. Estudio previo ultravioleta y estado final (detalle)

 

Estado de conservación

Las tres tallas presentaban un deficiente estado de conservación, con daños que comprometían su estabilidad, tanto en el soporte y los ensambles como en la policromía. El soporte de madera de las tres obras lo compone un cuerpo parcialmente anatomizado, vestido con el hábito jesuita, con los brazos articulados. Presentaban graves problemas de fijación a sus peanas, en muy mal estado de conservación, y un sistema de anclaje muy precario. Parecido estado presentaban las piezas de unión de los hombros, codos y muñecas de los brazos, por lo que difícilmente podían cumplir su función. En el caso de San Pablo Miki y San Juan Soan de Goto, sus cabezas, que están diseñadas para encajar en el hueco del cuello, se encontraban mal fijadas, con riesgo para su estabilidad. Por su parte, en la cabeza de San Diego Kisai se apreciaban importantes fisuras.

Las radiografías realizadas a las tres esculturas han permitido conocer su modo de construcción y profundizar en el conocimiento de su estado de conservación. Este estudio reveló que los cuerpos se encuentran ahuecados y tenían insertadas piezas metálicas, clavos de forja y sobre todo puntillas industriales, bien fruto de intervenciones para fijar piezas de la escultura o bien para la colocación de vestidos y aureolas.

Las cabezas y manos, que presentan en algún caso faltas de soporte, están encarnadas. En general, presentaba una superficie con levantamientos de los estratos, diversas lagunas por desprendimientos, repintes alterados y barniz oscurecido. Los cuerpos tenían también numerosas faltas de policromía, causadas por roces, golpes o puntillas metálicas.

 

 
 
 
 
San Diego Kisai. Estucado y estado final (detalle)

 

Restauración

Ha sido necesario aplicar un tratamiento integral de restauración en los mártires japoneses. En el soporte se han resanado y rellenado las grietas y fisuras y, puntualmente, las pérdidas de madera, fortaleciendo con nuevas piezas algunos de los ensambles articulados de los brazos. Se han extraído clavos y puntillas que no cumplían ninguna función, fundamentalmente en las cabezas y en la zona de la peana. Se han retirado las peanas, que estaban en muy malas condiciones, y se han sustituido por otras nuevas de cedro, lo que ha permitido cambiar el sistema de anclaje y recuperar la estabilidad de las esculturas.

En cuanto a la policromía, al tratarse de imágenes para vestir, solo presentan encarnadas las cabezas y las manos, siendo el resto maniquíes articulados pintados en negro. Se han fijado los levantamientos, eliminado repintes, pátinas y suciedad general, estucando, nivelando y reintegrando de color las lagunas. Tras un barnizado de protección final, las obras han recuperado sus valores cromáticos.

Las obras han sido restauradas por Macarena Pinto Miranda (San Juan Soan de Goto), Carmen Álvarez Delgado (San Pablo Miki) y por Ignacio Bolaños Figueredo (San Diego Kisai).

 

 
 
 
 
San Pablo Miki. Estado inicial y final (detalles)

 

Fotos: José Morón y Museo de Bellas Artes de Sevilla

 

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