SPES NOSTRA (II)

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

 

La segunda entrega de este especial empieza con la Virgen de la Esperanza, de la localidad sevillana de Marchena. La bellísima talla, titular de la Cofradía de la Vera Cruz, muestra semejanzas con otra Dolorosa de la época, la Virgen de la Estrella de Sevilla capital. A pesar de haber sido fechada en la primera mitad del siglo XVII y, curiosamente, también considerada de paternidad montañesina sin existir ninguna documentación al respecto, vemos más acertada su ubicación, al igual que la titular de la cofradía trianera, en el afectado dramatismo del Setecientos que no renuncia a la esencia escultórica de los grandes maestros de la primera mitad del siglo anterior.

La Cofradía del Silencio, de la localidad gaditana de San Fernando, posee una imagen titular de la Virgen de la Esperanza, original del siglo XVIII aunque muy reformada por intervenciones posteriores, hasta el punto de tener que afirmar la lamentable pérdida de su impronta primitiva. La última remodelación corrió a cargo del imaginero local Alfonso Berraquero García (1980), quien le otorgó su fisonomía actual. Posee una espléndida corona de plata de ley dorada, de factura dieciochesca.

La advocación mixta de Virgen de Gracia y Esperanza se halla presente en El Puerto de Santa María y en otra imagen de San Fernando, ambas titulares de Hermandades de la Oración en el Huerto. En el caso de la Dolorosa isleña, al igual que la anterior, nos hallamos ante un caso de imagen dieciochesca que ha visto sensiblemente alterado su aspecto debido a desafortunados repintes y restauraciones, destacando la efectuada en el taller de Antonio Castillo Lastrucci (1953), donde se realizó la talla del Ángel Confortador que figura en el paso de misterio de la hermandad. Respecto a la imagen de El Puerto, se trata de una talla de gran interés, también fechable en el XVIII, que ha sido Coronada Canónicamente en 2006 y relacionada por algunos expertos con el círculo del sevillano Benito de Hita y Castillo. Fue restaurada, en esta ocasión siguiendo ejemplares criterios científicos, por Enrique Ortega (1997), quien realizó principalmente labores de limpieza en la talla.

Volviendo a la provincia sevillana, nos encontramos con la Virgen de la Esperanza, de Osuna, tallada en 1901 por el valenciano Vicente Tena, quien plasmó en esta imagen mariana varios de sus peculiares grafismos: rasgos de expresión avejentados, carnaciones muy pálidas, manos orantes fuertemente cruzadas, y piernas y pies tallados y calzados con sandalias hebreas, tal y como hacían otros artífices levantinos como Ramón Chaveli. Según los archivos de su Cofradía de la Vera Cruz, el precio de esta efigie se estipuló en 390 pesetas. Tena también realizó para la corporación las imágenes de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, así como el diseño del curioso paso de palio sobre el que desfila la Dolorosa, inspirado en las carrozas de Las Fallas de Valencia.

Antonio Illanes Rodríguez es el autor de la Virgen de la Esperanza, que procesiona el Domingo de Ramos por las calles de Dos Hermanas. El imaginero la talló en 1940, cobrando 2.000 pesetas por su trabajo, y como era habitual en sus creaciones marianas, tomó como modelo el rostro de su esposa. A diferencia de otras de sus Dolorosas como Las Tristezas o La Paz antes de ser reformada, Illanes se decide, en este caso, por un semblante calmado y ensimismado en su dolor, en lugar de mostrar una profunda aflicción. Las facciones de la talla nazarena son también más aniñadas que las anteriores. El títular cristífero de la cofradía, Nuestro Padre Jesús Cautivo, fue tallado también por Illanes, demostrando la mayor pericia del artista a la hora de abordar imágenes masculinas.

No abandonamos aún el entorno sevillano y centramos ahora nuestro análisis en la Virgen de Gracia y Esperanza, que recibe culto en Coria del Río. Es, probablemente, la mejor Dolorosa realizada hasta la fecha por el imaginero Fernando Castejón, paisano de la localidad, quien ejecutó una imagen cuyos rasgos (facciones estilizadas, cejas trazadas con tiralíneas, mentón prominente con grácil hoyuelo, dolor dulcificado...) remiten directamente a la estética romántica representada por la figura de Juan de Astorga Cubero.

Mención especial merece la Virgen de la O, de la villa gaditana de Ubrique, obra magistral de Jerónimo Hernández que representa a María con el pequeño Jesús en sus brazos. La talla, heredera de los modelos marianos de Balduque, muestra a una Madonna solemne y clásica, cubierta su cabeza con una toca y con la pierna izquierda adelantada en suave contrapposto. El Niño, de carácter deífico, reposa sobre su brazo derecho y muestra la mano derecha en actitud de bendecir. Tan magnífico ejemplar, que conserva dignamente su esplendor original pese a desafortunadas restauraciones y policromías posteriores, poseía gran semejanza con la Virgen de Belén, realizada en 1574 por Hernández para la parroquial de Villalba del Alcor y lamentablemente destruida en 1936.

 

   

 

También letífica es la exquisita Virgen de la Esperanza que se venera en el Monasterio de Santa Paula, de Sevilla. Se trata de una estatuilla del maestro Cristóbal Ramos, quien la modeló en terracota y telas encoladas a finales del siglo XVIII. Muestra a María portando al pequeño Jesús en una composición plena de ternura y candor. Al igual que otras efigies marianas de Ramos, caso de la Divina Pastora de Galaroza, el Niño aparece descubriéndose el torso y mostrando su corazón llameante al espectador para adorarlo.

Fuera de Andalucía, nos encontramos con un sugestivo ejemplar de Virgen de la Expectación en la Catedral de Santiago de Compostela. Catalogada como obra del siglo XIV, aunque se observe cierto naturalismo que podría corresponder a la centuria posterior, se la representa como una doncella en avanzado estado de gestación, con un marcado sentido de la carnalidad y fecundidad femeninas. Las manos son del tipo tenedor; la izquierda reposa sobre el abultado vientre mientras la derecha aparece en actitud de llamar la atención al espectador sobre su divino embarazo. La toca con la que cubre su cabeza no oculta una larga cabellera suelta de mechones dorados. Tan interesante ejemplar de la estatuaria gótica se conserva en el Museo Catedralicio.

Para la Cofradía del Descendimiento, de Badajoz, Antonio Castillo Lastrucci realizó la totalidad de sus imágenes procesionales; a saber: el colosal grupo de misterio, labrado en talla completa y considerado uno de sus mejores conjuntos, y la Virgen de la Esperanza, que hace estación de penitencia bajo palio. La Dolorosa, tallada en 1945 para ser vestida, constituye el típico prototipo castizo del autor y posee notables analogías con la sevillana Virgen del Rocío, después de su remodelación por el propio Lastrucci y antes de ser transformada por Francisco Buiza.

Otra representación pasionista de la Virgen de la Esperanza la hallamos en la titular de la Cofradía del Nazareno, del municipio granadino de Salobreña. Es obra de Antonio Díaz Fernández, escultor e imaginero fallecido hace pocos años cuya actividad también abarcó las tareas de tallista y dorador. Como imaginero fue muy discreto, destacando en una trayectoria poco consistente los Crucificados granadinos de la Buena Muerte y de la Redención, éste úlitmo inspirado en el ubetense Cristo de la Noche Oscura, de Palma Burgos, y el grupo escultórico del Duelo para la Cofradía de la Soledad en Motril, obra de la que se consideraba más satisfecho. Casi todo lo demás, incluida la Dolorosa Esperancista, posee escaso valor artístico.

En la interesante Semana Santa de Zamora procesiona la Virgen de la Esperanza, obra del prolífico imaginero santanderino Víctor de los Ríos Campos, quien labró en 1950 una singular interpretación de la Dolorosa, caminando con los brazos abiertos hacia su encuentro con el Hijo en el Monte Calvario. Es titular de la Cofradía de Jesús del Via Crucis y fue realizada para ser vestida por su autor, quien cobró 8.000 pesetas por el trabajo. Posee un curioso manto de terciopelo verde, bordado en oro y adornado con estrellas confeccionadas con perlas.

De Luis Ortega Bru es la Virgen de la Esperanza Macarena (1954), del municipio ciudadrealeño de Manzanares. Sin duda, estamos ante una de las creaciones más mediocres del genial escultor gaditano, posiblemente por la imposición que sufrió su rebelde talento al tener que tallarla siguiendo el prototipo de la Virgen de la Esperanza Macarena, de Sevilla, obra del taller de Pedro Roldán. De evidente tosquedad y rigidez en su modelado, fue realizada un año antes que el Cristo de la Vera Cruz, también para la citada localidad manchega, imagen que junto al Crucificado de la Salud para la sevillana Cofradía de Montesión supone su particular versión del Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, obra de Juan de Mesa y Velasco.

Para terminar, y en relación con el comentario de la imagen anterior, vamos a hacer mención de un grupo de Dolorosas, la mayoría de ellas de escasa entidad artística, que han sido ejecutadas siguiendo escrupulosamente el modelo de la popular Macarena sevillana. La de Jerez de los Caballeros es obra de Luis Álvarez Duarte y está considerada como una de las réplicas más bellas de la imagen. El mismo autor superó la fidelidad al original en una talla que realizó para la Capilla de los Misioneros de la Esperanza, de Málaga. Para los municipios sevillanos de Martín de la Jara y Utrera, el taller de Antonio Castillo Lastrucci y el jerezano José Moreno Alonso realizaron sendas copias, aunque ésta última fue retallada en 1971 por Duarte. De Antonio Eslava Rubio, quien ya hizo otra versión para la Semana Santa de Jaén que comentamos en la primera edición de Spes Nostra, es la titular de la Cofradía de la Macarena de Madrid, cuyo titular cristífero es una copia del Gran Poder sevillano que labrara Fernández-Andes. Por último, citar la copia académica que se guarda en el taller de bordados de la Familia Caro, en la misma ciudad de Sevilla, realizada por Castillo Lastrucci y vestida con ropas bordadas por un obrador que confeccionó varias de sus mejores piezas para la talla original.

 

 

 

Primer Especial en este

 

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