SPES NOSTRA. LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DE LA ESPERANZA (III)

Jesús Abades y Sergio Cabaco. Con información de Juan Miguel González Gómez,
Jesús López Alfonso y el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Navarra


 

 

 

Comenzamos con la Virgen de la O, una de las primeras Dolorosas con las que el imaginero cordobés Antonio Bernal Redondo obtuvo la plena aceptación del público cofrade y la crítica especializada. Fue labrada en el año 1994 para la Cofradía de la Sagrada Lanzada de Córdoba y presenta la cálida belleza juvenil y el mesurado dolor que caracterizarían su tan aclamado estilo a la hora de modelar sus imágenes marianas. De candelero para vestir y supremas calidades en las pinturas y añejas pátinas que dejan gran prestancia y antigüedad en la obra, muestra el especial énfasis que pone su autor en la aplicación de las policromías, elemento que considera tan fundamental o más como la talla en madera a la hora de realizar una pieza de imaginería sacra.

La imagen de la Virgen de la Esperanza, del municipio murciano de Jumilla, fue realizada en el año 2001 por el imaginero alicantino Ramón Cuenca Santo para la Hermandad Penitencial del Cristo de Fe y Vida. Como es habitual en su autor, se trata de una talla de vestir que guarda el canon de belleza pasional de la escultura levantina aunque derivado hacia formas mas naturales, menos afectadas por el artificio que aún perdura en la zona desde la imposición de la estética salzillesca en el siglo XVIII. Se la representa erguida, abiertos los brazos y sin lágrimas en su rostro, con la mirada angustiada y expectante. Sobre su pecho luce un corazón llameante de plata atravesado por una daga, símbolo del dolor de María, y en su mano derecha porta el pañuelo aportado por la piedad popular con el que enjuga su llanto. 

La Virgen de la Esperanza de Vegueta recibe su nombre del Barrio de Vegueta, ubicado en Las Palmas de Gran Canaria, para distinguirla del resto de imágenes veneradas bajo la advocación esperancista en el archipiélago canario. Antes de ser la actual titular de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Salud, la dulce imagen de candelero para ser vestida, obra del escultor canario Arsenio de las Casas Martín (1892), procesionaba cada Martes Santo acompañando al Cristo Atado a la Columna bajo la advocación de Nuestra Señora de las Misericordias. El imaginero sevillano José Paz Vélez restauró la encarnadura de esta Virgen, creación de uno de los discípulos del célebre escultor guiense José Luján Pérez.

Fruto de la prolífica labor del escultor e imaginero sevillano Miguel Bejarano Moreno, la Virgen de la Esperanza, titular de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno del municipio malagueño de Nerja, fue realizada en el año 2002 empleando madera de cedro en su ejecución. Se trata de una Dolorosa de vestir muy representativa del estilo de su autor, definido por el historiador Juan Miguel González Gómez como un estilo inscrito dentro del neobarroco sevillano, tendente siempre a la idealización y a la suavidad de líneas, y que en las creaciones marianas suele recurrir a fórmulas propias de José Montes de Oca, Cristóbal Ramos o Juan de Astorga. Mide 167 cm y recibe culto en la Parroquia del Salvador.

También de Miguel Bejarano Moreno es la Virgen de la Esperanza que se venera en el frente del ala del crucero derecho de la Parroquia de Santa Quiteria de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Labrada en el año 1997, comparte con la anterior imagen malagueña el tipo de material lígneo, la iconografía pasionista y casi las mismas medidas (165 cm). Por lo demás, hablamos de una obra se sereno dramatismo y delicado modelado que sigue en la línea de recreación contemporánea de los más prestigiosos maestros de la escuela sevillana del barroco, aportando el acento personal del escultor y no olvidando tampoco las impagables aportaciones del imaginero onubense Sebastián Santos Rojas al arte sacro del siglo XX.

 

   

 

Una maravillosa representación pictórica de la Virgen de la Esperanza se halla en la Catedral de Tudela (Navarra), encargada junto con su retablo por el Canciller Francisco de Villaespesa al pintor aragonés Bonanat de Zahortiga (1412), quien estampó su firma a los pies de la titular. El conjunto, de estilo gótico internacional, se halla concebido con gran monumentalidad. En el banco se desarrollan escenas de la Pasión, mientras que en el cuerpo se recrean tres ciclos diferentes: en la calle de la izquierda y de arriba a abajo se representan escenas de la vida de San Francisco; el segundo ciclo, que se desarrolla en la calle central y en las entrecalles que la flanquean, se compone de escenas de la vida de la Virgen en relación con la tabla de la titular, la Virgen de la Esperanza, con retratos de los donantes; por último, el tercer ciclo corresponde a San Gil y ocupa la calle derecha. Se completa la iconografía con las figuras de los Evangelistas y Cristo Resucitado en Majestad, que sirven de remate a las distintas calles y entrecalles, así como con las figurillas de santos de las entrecalles, los Profetas portando filacterias situadas en los laterales del guardapolvo y las cabezas de querubines que se disponen en las franjas horizontales del mismo. 

Otra pintura relativa a la iconografía que nos ocupa es la de la Virgen de la Esperanza con Ángeles Músicos, óleo sobre tabla fechado hacia 1610 que procede de la Cartuja de Porta Coeli del municipio valenciano de Serra y actualmente se guarda en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Su autor es Juan Sariñena, el pintor más célebre en Valencia durante los últimos años del siglo XVI. Formado en Italia, desarrolla un estilo proclive a la pintura naturalista, los sugestivos juegos de luces y sombras, el detallismo realista, la paleta cálida y una severidad compositiva que lo convierten también en la personalidad valenciana más significativa de la transición hacia el Barroco. Todo esos caracteres se aprecian en esta pieza, que recrea a la Virgen en avanzado estado de gestación con un rompimiento de gloria como telón de fondo, leyendo un libro sagrado a la espera del feliz alumbramiento y flanqueada por dos ángeles que tocan instrumentos propios de la época para hacer más placentero su embarazo.

La Virgen de la Esperanza, Patrona de Logroño, es una interesante talla sedente de la Virgen con el Niño que se cataloga como pieza de principios del siglo XIV. Ha sufrido numerosas intervenciones que han alterado sensiblemente su impronta gótica original, sobre todo en lo referente a la policromía; pese a ello, sigue respondiendo plenamente a los grafismos habituales de las imágenes marianas del periodo, en las que ya se advierte el deseo de plasmar una concepción naturalista de los afables rostros. Porta en su mano derecha un cetro, aunque primitivamente llevaba un ramo de azucenas como símbolo de pureza; por su parte, el Niño, bendiciendo con la mano derecha, reposa sobre su rodilla izquierda mientras porta un libro sagrado en su mano izquierda.

Una de las imágenes gloriosas menos conocidas de Sevilla es la Virgen de la Esperanza que se venera en la Iglesia de Santiago y ha sido atribuida al escultor Roque Balduque. Aunque actualmente se nos presenta vestida, en su interior conserva gran parte de su talla original recubierta de una capa de pintura blanca o estuco. Se encuentra en un estado lamentable, con agujeros que se ven incluso en el cuello ocasionados por fijar las vestimentas a puntillazos, así como la encarnadura muy sucia y agrietada. Ha sido desposeída de su retablo original, ya que es la titular de la Hermandad Sacramental de Santiago y presidió hasta la fusión de ésta con la Hermandad Penitencial de la Redención la Capilla Sacramental del templo. El Niño es del mismo autor, está desnudo, y presenta esa actitud de complicidad con la Madre que caracteriza a las obras del escultor flamenco. 

Por último, mencionar una magnífica talla gloriosa que, al igual que anteriores iconos, se halla representada en estado de buena esperanza. Se trata de la Virgen de la Esperanza de la Iglesia de Santiago de Allariz (Ourense), una de las obras menos conocidas del prestigioso escultor francés, afincado en España, Juan de Juni o de Joigny (¿1507?/1577). En este caso, a diferencia de los anteriores simulacros, la imagen mariana no aparece serena sino pletórica, casi exaltada, ante la dicha de llevar al Hijo de Dios en sus entrañas. Las líneas de la figura, irracionales y caprichosas, obedecen a los criterios manieristas de un autor que anticipa las sinuosas formas del barroco, mediante el uso de pronunciadas curvas y ondulados pliegues, e impone en nuestro país un estilo fuertemente influenciado por los artistas italianos del momento.

 

 

 

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