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Virgen de la Amargura
Foto: Manuel Quesada (Pasión en Jaén)
Evidentemente por falta de
documentación es imposible al presente decir
que se trata de una obra directa de alguno
de los miembros de la familia de escultores barrocos Mora, pues si bien se
sabe que proviene de Granada y llega a Jaén
en 1989, no hay documentos sobre un encargo
explícito. La gramática es completamente
de una dolorosa granadina del siglo XVIII,
sobre todo en los grandes ojos ondulados tan
afines a los Mora y que también vemos con
claridad en la Virgen de las Angustias. Carnaciones pálidas
sonrosadas en los ojos por la manifestación
del padecimiento, ligero estrabismo en el ojo
izquierdo, que es un sutil y perfecto detalle
que acrecienta el tormento psíquico... En resumen,
una perfecta talla con todos los detalles
de la gramática que se dio en Granada a finales
del Barroco.
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Virgen de las Angustias (detalle)
Foto: Néstor Prieto
Fue colocada en el
convento de carmelitas descalzos de San José
en 1718. Quedaban diez años para la muerte
de José de Mora, a quien se le atribuye, no siendo
nada extraño pues el carmelo descalzo
debía de tener un contacto importante con
los Mora.
La enfermiza obra resume enfermedad, no un padecimiento físico, sino psíquico. La maestría de los Mora y
sobre todo de José es la de crear la perfección
de un ser superior y posteriormente
humanizarlo mediante un dolor que podemos
catalogar como expresión de una alteración
psiquiátrica. Con mucho fundamento Soledad
Lázaro la califica como la mejor imagen dolorosa
procesional de Jaén.
Así, la Virgen de las Angustias es una imagen dulce,
extremadamente idealizada, siguiendo
la divinidad que Alonso Cano diera a
su "Inmaculada Concepción", pero al
mismo tiempo empapada de dolor, de un
padecimiento silencioso, profundo, introspectivo,
en donde los labios temblorosos aparecen
cerrados en un gesto de verdadera angustia
capaz de volver humanos los perfectos ojos,
prácticamente cerrados por el cansancio
producido en los párpados por las incesantes
lágrimas, en este caso dinámicas y tangibles, si bien acrecentadoras de la belleza de la perfección del rostro inmaculado de la joven
por eterna Madre, que ligeramente observa
al cadáver del Hijo del Hombre, mucho
más incisivo por el rigor mortis. Arropada
por el manto protector, con la misma
cura casera primaria para los ataques de
ansiedad, denota el conocimiento de José de Mora
de esta enfermedad en su propio cuerpo, difícilmente tratable en el siglo XVIII, y
que tan magistralmente supo trasmitir a sus
imágenes.
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Virgen de los Dolores (Cofradía del Nazareno)
Foto: Manuel Quesada (Pasión en Jaén)
En 1741 los carmelitas encargan a José
de Medina para la Cofradía de Nuestro Padre
Jesús, "el Abuelo", la Virgen de los Dolores.
Medina es un escultor que, por su procedencia malagueña y
con obras en la ciudad de Antequera, presenta
una gramática mucho más dulce e idealizada.
Siguiendo a Sánchez López es un imaginero
que introduce en Jaén la "maniera malagueña",
poco estudiada, pero prolífica e importante
en el siglo XVIII frente al gusto que se estaba
anquilosando en Granada. Dolorosa chiquita, delicada, perfeccionada
en sus trazos homogéneos, de mirada ligeramente
cabizbaja e introspectiva. Grandes
ojos, donoso hoyuelo, perfilados labios -ligeramente
arqueados hacia arriba- como único
detalle en donde se le puede apreciar una
grácil expresión de disgusto, muy paliada con
su pequeñita dentición.
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Virgen de los Dolores (Congregación de la Vera Cruz)
Foto: Manuel Galán
El autor,
el estudioso de los grandes maestros del Barroco Domingo Sánchez Mesa, es
un gran conocedor de la obra de Pedro de
Mena (por ejemplo, la atribuida Virgen de las
Maravillas de la parroquia de San Pedro y San
Pablo de Granada), así como de la de José Risueño
(pongamos el ejemplo de la Esperanza
de Granada de la parroquia de Santa Ana). El
nombrar concretamente estas dos dolorosas,
entre otras muchas que podríamos añadir, es
para expresar la cantidad de notas de las mismas
que el granadino Sánchez Mesa dejó en sus Dolores
de Jaén (1948), caso de las carnaciones pálidas que
a Mena evocan o la boca cerrada de labios temblorosos,
que nos hacen sentir al observarla
el nudo de dolor silencioso que la Madre se
ha tragado, amargo de sabor como es el siglo
XVIII granadino. Imagen perfilada, con idealizado
hoyuelo y de grandes ojos oscurecidos
por los párpados que acrecientan su mirada
ausente, cabizbaja, encerrada en su dolor.
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Virgen de los Dolores (Congregación del Santo Sepulcro)
Foto: Congregación del Santo Sepulcro
Atribuida a Sebastián de Solís, su autoría es ampliamente
debatida y cuenta con una importante bibliografía, si bien nunca demostrada
e incluso puesta en duda la autoría
de Solís por López Pérez. Mayor interés tiene
ubicarla en el grupo de imagineros manieristas
nombrado por Domínguez Cubero. Imagen
mariana atípica de finales del siglo XVI o
principios del XVII. Es una talla que
responde a un período del nacimiento de la
Dolorosa, un adelanto a un Barroco todavía
no definido que será el culmen de la figura
de María en su dolor tallada en madera
para la Semana Santa. Por eso, aún no es
imagen tranquilizadora, su dolor es afín a las madres que han
perdido a sus hijos en las epidemias
de peste y que encuentran
consuelo en el dolor de María desde un
punto de vista de devoción muy popular. Ese
famoso suspiro que muestra, prácticamente
tangible, que casi pudiéramos decir que el autor talló el aire liberado por los labios, define un estado real, prácticamente de hiperventilación, en el que parece que el oxígeno estuviera mareando a María en su horrible estado de shock doloroso.
Podríamos incluso afirmar que tiene dolor físico, como si en realidad hubiera recibido una puñalada en el corazón y se manifestaran los momentos anteriores a su muerte, clara idea de intentar materializar la profecía de Simeón en una Virgen perfectamente definida en la advocación de los Dolores, enlutada como en la aparición a San Alejo y sus compañeros, en donde la falta de riego se consigue mediante una policromía blanquecina en las carnaciones.
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Virgen de la Estrella
Foto: Cofradía Piedad y Estrella
En 1956 realiza Domingo Sánchez Mesa esta dolorosa, en características muy parecida
a los Dolores de la Vera Cruz, pero no así en la expresión, pues mira directamente
al fiel con unos ojos muy peculiares, abiertos
pero ligeramente ensombrecidos por
párpados muy proporcionados que crean en
el observador una sensación de tristeza muy
especial. Es una
mirada estilizada, real y de extrema belleza,
en donde el abatimiento no acida, sino que
acrecienta la viveza.
A pesar de que se trata de una concepción
más joven e idealizada de María que la de la Virgen de los
Dolores de la Vera Cruz, el estudio central no permite
al observador salir de la mirada, que cautiva hasta el punto que por la perfección
de la misma nos atreveríamos a decir
que nos encontramos ante una de las mejores
dolorosas del autor. Una mirada
de luz, análoga a su advocación proveniente
de las letanías lauretanas. No obstante, debemos
de ser un poco cautos en el análisis,
pues como ya indicaba Soledad Lázaro es
una obra con bastantes restauraciones en las
que no vamos a entrar.
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Virgen de las Lágrimas
Foto: Cofradía de los Estudiantes
En 1938 Juan Martínez
Cerrillo talla la Virgen de las Lágrimas de la
cofradía de Estudiantes. Entra dentro del
grupo de las primeras dolorosas que el imaginero
hace para la ciudad de Córdoba, concretamente
las Lágrimas fue para la hermandad
del Calvario como compañera al Nazareno de Fray Juan
de la Concepción (1724); junto a la célebre
Paz (1939) y la devocional
Esperanza (1946). Es en 1947 cuando la dolorosa llega
a Jaén. Este cambio de imagen en la ciudad
de Córdoba es poco entendible, pero debido
al mismo es cierto que dejó en la capital del
Santo Rostro la única imagen que existe de
la gramática cordobesa heredada del Barroco
por Martínez Cerrillo. Dolorosa de tez morena,
afín a la búsqueda de la belleza en la
mujer popular cordobesa que llenó de embrujo
Romero de Torres en
sus lienzos simbolistas. Ligeramente madura,
de mirada profunda en sus grandes ojos oscurecidos
por las sombras creadas por los párpados,
dulce pero de serio semblante, silenciosa
de labios titubeantes que conecta con
el fiel mediante su mirada serena, carente de
dinamismos exteriores. Es la representación
de un dolor pausado, ligeramente monótono,
pero con unos ciertos toques de misterio.
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Virgen del Mayor Dolor
Foto: Juan Luis Plaza (Pasión en Jaén)
En 1946 Alfredo
Muñoz Arcos talla la Virgen del Mayor
Dolor para la cofradía de la parroquia de
Santa María Magdalena. Era una talla de edad
madura, perfil afilado en el que se marcaba
la tristeza en los ojos con una ligera mirada
hacia el lado derecho, en donde es acompañada
del San Juan de Pío Mollar Franch. En el
año 2019 fue totalmente repolicromada por
Sebastián Montes Carpio, que ciertamente
mejoró el rostro, pero que rompe con toda la
idea del artista primigenio por lo cual no va a
ser una obra a la que dediquemos un análisis
en estas líneas, pues sería complicado.
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Virgen del Silencio
Foto: Manuel Quesada (Pasión en Jaén)
Contradictoria en la concepción, pero
catalogable en el siglo XVIII es la
Virgen del Silencio que acompaña al grupo
del Calvario de la parroquia de San Juan.
Anónima y así hasta el presente la debemos
aceptar, dejando de lado las atribuciones que
se hicieron a La Roldana o a Martínez Montañés
que como bien expresa Manuel López
es una absurda teoría. Afín a una "gramática giennense", en
donde se mezclan notas de la Andalucía occidental, caso de las carnaciones blanquecinas tan afines al magisterio de Pedro y Luisa Roldán, con la zona de Granada, por la presencia de ligeros toques más ácidos.
Mirada perdida en el cielo, anhelante de
expresión. Entra en conexión con el crucificado de Sebastián de Solís, aunque en
sus orígenes suponemos no fue pensada para
estar al pie de la cruz, si bien por su posición
y expresión no se puede descartar. Carnaciones
pálidas, idealización en una clara juventud;
implorante desde el silencio, pues
no gesticula, sino que simplemente arquea el
cuello hacia la izquierda para que su mirada, muy marcada en los iris elevados, quede en
una interesante diagonal dirigida al firmamento,
al tiempo que ligeramente
suspira con los labios arqueados hacia arriba
y dejando ver su cuidada dentición. Aunque en la
posición presente se cruza con Cristo, podría
no toparse con nada, pues su lectura sería la
misma: la conexión con la divinidad a la que
ofrece su dolor al mismo tiempo que recibe
el consuelo.
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Virgen de las Siete Palabras
Foto: Manuel Galán
Única dolorosa
que el prolífico escultor e imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte dejara en
la ciudad de Jaén. Es
una imagen de 1995 que define perfectamente la estética
del autor a la hora de tallar la figura barroca de
la Inmaculada Concepción y revestirla de dolor
sin perder la belleza y la juventud como
hizo en el siglo XVIII el gran imaginero
Torcuato Ruiz del Peral, si bien la línea
de Álvarez Duarte no busca esa punzada seca
tan especial que tiene la imaginería granadina
y que con anterioridad comentábamos de
los Mora. Hablamos aquí de un gusto infinitamente más bajo
andaluz, con la gracia divina de Murillo sumada
a los rasgos académicos definidos en el
siglo XIX por Juan de Astorga.
José Joaquín León tomó unas palabras del imaginero con las que resumía personalmente sus Siete Palabras: "En Jaén solo cuento con una imagen en la capital (...) Aunque solo sea una, no es una más. Mi Virgen de las Siete Palabras, de la cofradía de la Expiración, es una aportación destacable a la Semana Santa de Jaén, al figurar entre mis obras más alabadas".
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