20 PREGUNTAS A RUBÉN FERNÁNDEZ PARRA

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

Tu padre (Francisco Fernández Enríquez) y tu hermano mayor (Darío Fernández Parra) son también imagineros, y tú más o menos te has criado con la gubia de sonajero y la escofina a modo de biberón, ¿qué hubiese pasado si te hubiera dado por ser médico?

Pues fíjate que yo empecé a estudiar música y, al contrario que mi hermano, que quiso ser imaginero desde que tuvo uso de razón, mi vocación es relativamente tardía. Hasta los 15 años no empecé en el taller de mi padre.

¿Cómo ha sido la evolución hacia un estilo escultórico tan personal?

Parto de la base que, antes que imaginero, soy escultor, de ahí que a mis obras las trate, por encima de todo, como esculturas y luego les doy la debida unción sagrada y los rasgos específicos que la imaginería requiere.

¿Has cultivado la obra profana?

No todo lo que yo hubiese querido. Me gustaría tener más tiempo para experimentar en nuevos campos y con materiales distintos a los que habitualmente uso.

¿Y qué tipo de escultura civil te gustaria realizar?

Un monumento. Me gustaría trabajar con materiales como la piedra, la resina o la terracota patinada, que siempre suelen dar mucho juego.

¿Cómo te llegó el encargo del grupo de misterio de la Cofradía del Prendimiento de Huelva?

Por un conocido mío. Yo estaba aún en el taller de mi padre cuando me anunció que la cofradía había convocado un concurso de obras. Presenté el busto en barro de mi Cristo de la Salud y Misericordia, que realicé para Tenerife, y el proyecto gustó.

Quedan dos figuras por realizar de dicho misterio, Judas y un soldado judío, ¿cómo piensas abordar su ejecución?

Me tengo que sentar y pensarlo bien, aunque ya tengo algunas ideas. No quiero variar mucho de lo que estaba. Principalmente, me gustaría dar mayor fuerza y dinamismo a lo que ya hay.

A diferencia de muchos de tus contemporáneos, en tus creaciones se observa un mayor seguimiento de las fórmulas de Roldán y Arce que las de otros maestros como Mesa o Montañés.

También me gustan, pero Pedro Roldán siempre me ha inspirado mucho. Trata los volúmenes por encima del detallismo, algo que yo también he cultivado pero que, a la larga, me agota. El volumen de una obra es lo que más me interesa junto con su expresión.

Me llama la atención el conseguido aspecto de pieza añeja que siempre otorgas a tus obras.

Mi intención es dar siempre un acabado de obra antigua pero no imitar nada antiguo. La pátina, al ser algo imperfecto dentro de un orden, le da naturalidad a la obra.

¿Has cultivado el campo de la restauración?

Sí, lo aprendí con mi padre. Ahora estoy restaurando una imagen de Santa María Magdalena que procesiona sola la Hermandad de Santa Ana, de Segura de León (Badajoz).

¿La sencillez de formas encierra más complicaciones que el estilo aparatoso?

Para mi es mucho más complicado. Es como la diferencia entre una película independiente, que es sencilla y barata pero encierra un argumento y una base impresionantes, y una superproducción con mucho aparato y efectismo pero hueca y sin poso. Expresar más con menos detalles tiene más mérito y, como te digo, yo prefiero cultivar los volúmenes que el detallismo.

Tu obra tiene la cualidad de ver reconocida su paternidad cuando se contempla.

Es todo un proceso natural. Te dejas guiar por las formas de los grandes maestros, pero cuando cojes soltura y confianza, dejas con el tiempo tu sello propio.

¿Usas modelos del natural?

Para el estudio anatómico, sí; para las cabezas, no, pues pueden pecar de ñoñas y de muñequitos de cera.

¿Cómo valoras el nivel de imaginería existente, a grandes rasgos?

Malo, por no decir pésimo.

¿Y a qué crees que es debido?

Técnicamente estamos mejor, pero se carece de oficio y de técnica. También se descuidan mucho aspectos como la policromía, aunque algunas obras presenten un acabado que parece más propio de las obras de cerámica. Tampoco se saben tratar ni los materiales ni las maderas.

¿Y las prisas no son un perjuicio?

Por supuesto. No es lo mismo hacer un Cristo al año que quince, pero el problema sobre todo es la asignatura taller, la falta de taller y de oficio.

¿Qué tipo de obra religiosa te gustaría acometer?

Un Crucificado. Es el máximo exponente para realizarte por la anatomía, la composición, la policromía... Te sueltas y te vacías en una pieza de ese tipo.

¿Te interesa la obra retablística?

Sí, es muy interesante. Además, tratar el altorrelieve y el mediorrelieve es algo muy complicado.

¿Qué trabajos estás haciendo actualmente?

La imagen de un Cristo Cautivo que, por el momento, no tiene destino fijo y será expuesto en diversas muestras de escultura sacra. También la decoración escultórica del canasto del Cristo de la Redención, de Montellano (Sevilla), y un Niño Jesús para una colección particular. Existe el proyecto de un misterio para un pueblo de Sevilla.

¿Es tan grande la competitividad que hay en tu profesión?

Es horroroso. A mí nunca se me ocurriría ir corriendo a una Parroquia o a una Junta de Gobierno de una cofradía a presentar un encargo, salvo que tuviera un contacto cercano con el personal. Lo lógico es hacer un concurso de obras, aunque también hay hermandades que lo tienen muy claro, les gusta tu estilo y van directamente a ti.

¿Se cuida el patrimonio artístico y, de paso, se valoran las obras de imaginería en nuestra sociedad?

Hay conciencia, pero se sigue sin saber lo que se está haciendo en algunas cosas. Incluso hay casos en los que se pasan de rosca. La mayoría de las veces no se valora como se debe lo que se tiene entre las manos.

 

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