NUEVA OBRA DE JOSÉ ANTONIO NAVARRO ARTEAGA

Fotografías de Alejandro Cerezo (24/08/2009)


 

Galería de Fotos

 

Los orígenes de la ceremonia cristiana del Bautismo se hallan en las predicaciones de San Juan Bautista acerca de la necesidad de un ritual de penitencia y de remisión de los pecados. Según narran los textos evangélicos, las personas que acudían a oír al Precursor de Cristo acababan, bajo la fascinación profética del primo de Jesús, por confesar sus faltas y eran bautizadas por él en el río Jordan, mediante la aspersión del agua sobre la cabeza.

Cierto día, el propio Jesús acudió al Jordán para ser bautizado. Pese a las reticencias iniciales del humilde Bautista, que se consideraba indigno de llevar a cabo dicha tarea, Jesús le obligó con suavidad a hacerlo, ya que era necesario que se cumpliese la voluntad de Dios-Padre. Tras su Bautismo, mediante el cual San Juan reveló a la multitud la naturaleza divina de Jesús, el recién anunciado Mesías se retiró al desierto, solo, durante cuarenta días y cuarenta noches, entregado al ayuno, a la meditación y a las tentaciones del diablo, con el fin de conseguir la completa perfección espiritual como Dios-Hijo y como hombre.

En el mundo del arte, la escultura sacra encontró una de sus más brillantes recreaciones del Bautismo de Cristo en la pieza labrada en 1624 por Gregorio Fernández para el antiguo convento vallisoletano del Carmen Descalzo, hoy en día en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Fernández, maestro de la escuela castellana, oriundo de Galicia, presentó a las dos figuras principales casi exentas sobre un fondo de relieve y pintura.

El escultor sevillano José Antonio Navarro Arteaga ha tenido muy presente este clásico de la imaginería para realizar la obra central de un tríptico escultórico que presidirá la futura Capilla Penitencial del Santuario de Nuestra Señora del Rocío, venerada Patrona de la localidad onubense de Almonte.

Navarro Arteaga, ganador del III Premio La Hornacina, por las limitaciones del espacio, simplifica la composición y suprime algunos detalles; si bien introduce otros, como el ángel que anuncia con una trompeta la venida del Espíritu Santo en forma de paloma, y establece ciertas diferencias formales, caso de la actitud erguida de Jesús, cuyo rostro recuerda al canesco San Juan de Dios conservado en el Museo de Granada, o la postura del Bautista, que en lugar de arquearse sumisamente hacia el Redentor, contempla extasiado la apertura de los cielos y la llegada del Padre, cuya función era reconocer al Hijo, en el cual tenía depositadas todas sus complacencias.

Si pulsan en el icono, podrán ver más fotografías de un simulacro de tamaño natural del que destaca la excelente resolución anatómica, el depurado semblante de Jesús, inmerso en sus propios pensamientos, y la mirada de San Juan en el momento de experimentar el tránsito de su fe profética hacia la convicción de experiencia real.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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