SANEDRITA DE JOSÉ ANTONIO CABELLO MONTILLA PARA JAÉN
06/04/2009
Tal y como les adelantábamos el pasado 30 de marzo de 2009, la Cofradía de la Amargura de Jaén presenta hoy dos nuevas figuras que procesionarán en su paso de misterio: San Juan Evangelista y un miembro del sanedrín. Si aquel día nos deteníamos en la descripción de la talla del Discípulo Amado, ahora le toca al turno al sanedrita. Les recordamos que ambas obras, al igual que todo el renovado conjunto escultórico, a excepción del Cristo, han sido labradas por el escultor e imaginero José Antonio Cabello Montilla.
La talla del sanedrita se encuadra perfectamente dentro de la teatralidad que el autor ha querido imprimir en el misterio jiennense del Despojo de las Vestiduras de Cristo, uno de los proyectos de mayor envergadura que está llevando a cabo hasta la fecha. Como suele ser frecuente en este tipo de simulacros procesionales, el judío, recreado como un hombre maduro de larga y afilada barba, propia de su condición, adquiere un rictus perverso tras el ultraje sufrido por las contundentes palabras del Redentor ante el interrogatorio del tribunal.
En este caso, además de exagerar el carácter siniestro y airado de la expresión, Cabello Montilla lo ha concebido con un rostro muy tosco, cercano a la brutalidad gestual propia de los verdugos del pasaje de la Flagelación de Cristo; sólo que en este caso el castigo es verbal, no físico, y va dirigido a Simón de Cirene y no a Jesús, ya que el sanedrita, testigo de la ejecución, se encuentra en actitud de aferrar el hombro del campesino con el fin de conminarle violentamente su ayuda en los preparativos de la Crucifixión.
Si pulsan en el icono que encabeza la noticia, podrán ver más fotografías de la pieza, labrada, al igual que el resto del misterio, en madera de cedro con policromía al óleo. Como hemos apuntado anteriormente, forma parte de un grupo escultórico para vestir con el que el artista cordobés está queriendo reflejar una pluralidad de fisonomías y emociones, dirigidas a captar el interés absoluto del espectador a través de cada efigie. Un soldado romano a caballo es la única escultura que falta por realizar para completar definitivamente la composición.
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