NUEVA OBRA DE PEPI MAYA PARA OLIVARES (SEVILLA)

Hipólito Rodríguez Silva (13/02/2023)


 

 

Ayer se presentó en el Teatro Municipal de Olivares (Sevilla) la presentación del techo de palio de la Virgen de los Dolores en su Soledad, titular de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores. El acto comenzó con la actuación del quinteto de cámara de la Banda de las Nieves de Olivares y la proyección del audiovisual titulado "Un tapiz de flores para la Flor de las flores", que explica el proceso de creación de una obra iniciada hace diez años.

El palio, concebido como dosel de ricas telas portado por varas, se usaba desde antiguo como símbolo de dignidad y majestad. Estaba reservado al Santísimo y a las altas jerarquías de la Iglesia. A partir del Concilio de Trento, su uso se extendió también a las imágenes sagradas, primero a las de Cristo, y luego también a las de la María. Así pues, un paso de palio está diseñado para enaltecer la divina realeza de la Virgen, que aparece entronizada con atributos regios, como el manto y la corona real, y a veces, ricamente enjoyada como testimonio de amor por parte de sus fieles.

En el caso de la Virgen de los Dolores en su Soledad, también llamada Virgen de los Dolores, tenemos constancia documental de que hizo estación de penitencia bajo palio desde la fundación de la Hermandad en 1712. Otros documentos nos hablan de un paso para la Virgen encargado en 1729 a José Fernando de Medinilla, maestro escultor de Sevilla, que se componía de palio con caídas de tafetán negro con forro de holandilla, crestería forrada de terciopelo negro y flecos negros y diez varales con remates de bronce dorado al fuego. Posteriormente, ya en el siglo XX, el paso de palio fue objeto de distintas remodelaciones de mayor o menor profundidad hasta que, ya en nuestro siglo, el proyecto del paso fue adquiriendo su forma definitiva con el estreno de los respiraderos y, sobre todo, de las bambalinas del palio, que, en 2012, acabaron por completar un conjunto monumental que se inició en la década de 1960 con la realización de los varales, diseñados por el prestigioso orfebre Cayetano González.

Sin embargo, quedaba aún pendiente un importante elemento para que todo el conjunto estuviera acorde con las líneas estéticas marcadas por la capilla y el retablo de Nuestra Señora de los Dolores, así como por el rico ajuar litúrgico del templo: el techo de palio. La hermandad ya tenía un magnífico techo bordado en oro por los talleres de Caro en 1986, pero su estética de líneas románticas no casaba bien con las bambalinas recién estrenadas. Por esta razón, después de dicho estreno, el equipo de asesores artísticos de la Hermandad, bajo la dirección del recordado Luis Becerra (q.e.p.d.), se puso a trabajar en el diseño del techo de palio, probablemente el proyecto más ambicioso en este aspecto que ha iniciado la Hermandad en su historia reciente.

En 2013 comenzaron a estudiar distintos bocetos que se adecuaran a las necesidades estéticas del nuevo palio. Después de analizar y rechazar diversas ideas propuestas, Luis Becerra presentó el boceto final, que a lo largo de estos años se ha ido puliendo y perfeccionando hasta configurar la pieza definitiva. El equipo consideraba que el techo, como tal, debía tener la estructura de un artesonado, cuyas divisiones se correspondieran con las marcadas por la separación de los varales y de las bambalinas, provisto de una gran gloria u óvalo central rodeada por artesas o casetones en los que figurarían centros de flores. En la gloria, concebida a modo de gran tapiz, iría representada la escena del hallazgo de la Virgen del Álamo, antigua patrona de Olivares, tal como aparece en la pintura situada en el ático del retablo de San Benito, antiguo altar de la venerada imagen.

 

 
 
 
 

 

Una vez decidida la estructura del techo y los temas a representar, el equipo se puso a trabajar para definir, concretar y diseñar todos los elementos que conformarían el proyecto final. Luego se pasó a elegir el tema floral representado en cada casetón, puesto que la idea era "un techo de flores para La Flor de las flores". Jazmines y ramas de olivo expresaban la vinculación con la villa de Olivares por su significado simbólico; otras flores, como rosas e hibiscos, tan propias de nuestro entorno llenarían los casetones restantes.

Estos dibujos esbozados en el proyecto presentado marcarían las líneas maestras para su configuración definitiva, apta para el bordado a realce, llevada a cabo con toda meticulosidad para definir bien los puntos e hilos a emplear en cada caso. Para los galones que conforman el artesonado, se buscó un dibujo sencillo a base de hojas que parten de un galón liso, rodeadas en su parte exterior por otros galones de menor envergadura que enriquecen las calles formadas entre los casetones o artesas. En las intersecciones van situados veinticuatro pinjantes de orfebrería dorados en oro fino; la situación de los pinjantes del contorno del techo coincide exactamente con el nacimiento de las guirnaldas de flores de las bambalinas, para dar la sensación de que éstas penden de esos elementos del techo.

En cuanto al diseño de la gloria, en principio se pensó en representar la escena de la invención de la Virgen del Álamo, tal y como aparece en la mencionada pintura del altar de San Benito, pero la propia estructura del techo no se adaptaba bien a dicha escena, así que se optó por situar la imagen en el centro sobre un gran álamo cuyas hojas llenarían casi todo el espacio y cuyo tronco partiría de un paisaje con las características de nuestro entorno. En dicho paisaje aparecen los típicos campos de olivos que dan nombre a nuestra villa y el lugar donde estuvo situada la primitiva ermita de la Virgen del Álamo, ubicada justo donde hoy está la plaza de Jesús Nazareno, antes denominada plaza de los Alamillos, por los álamos que allí había hasta los años sesenta del pasado siglo. De ese lugar partía un venero de agua que también aparece en el paisaje y que es una de las fuentes del arroyo Río Pudio. Lirios y otras flores silvestres completan la pintura. Debido a su complejidad técnica y a su envergadura, de casi dos metros de altura, fue lo primero que se acometió, en noviembre de 2019, empleándose más de tres años en terminar la obra.

La imagen que preside la gloria del techo es una réplica fiel, a tamaño natural, de la antigua patrona de Olivares. Sus "carnes", es decir rostro y manos de la Madre y del Niño, están talladas en marfil por el imaginero Carlos Valle Hernández, y las coronas y el cetro han sido cinceladas en plata de ley en los talleres de Villarreal. Del mismo taller es el pajarito en plata dorada que lleva en la mano Jesús, que como Salvador del mundo se muestra protector de una humanidad frágil, como el cuerpo de las aves. El ropaje ha sido realizado en una técnica mixta de bordado en seda y oro para reproducir exactamente el estofado de la talla original. Se trata de una técnica inédita que consiste en reproducir el dibujo del estofado en hilo de oro bordado a un cabo y el fondo con bordado en hilo de seda en los colores habituales de la virgen, manto azul y saya color jacinto. En dicha reproducción destacan los símbolos tradicionales marianos, como el anagrama del Ave María o la granada, que simboliza la pureza de María y también la Resurrección de Cristo. Asimismo, la túnica del Niño muestra los símbolos de la pasión, el martillo y las tenazas, como presagio de su sacrificio para salvarnos. Todo el conjunto va en bajorrelieve sobre el fondo de la gloria bordado en seda.

La Hermandad encargó la realización de este proyecto al taller de bordados de Pepi Maya, de reconocida solvencia y calidad artística, cuya técnica de ejecución y distribución de puntos y materiales fueron adquiridas en el taller de Caro del que procede su personal. Esta magna obra, por su riqueza y complejidad técnica, supone todo un hito en la historia reciente de nuestra Hermandad y de Olivares, y, probablemente, se trate de la pieza de estas características más importante realizada hasta ahora en la provincia de Sevilla en el presente siglo.

 

 

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