CHIPIONA

Óscar Torres, Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Fundada por el cónsul romano Quinto Servilius Caepion, esta localidad gaditana va mucho más allá del tópico de destino veraniego, entre otras razones por poseer un interesante patrimonio artístico que merece la pena visitar.

Principalmente, la escultura sacra se encuentra en la bella Iglesia de Nuestra Señora de la O, templo principal de Chipiona, y en el Monasterio de Nuestra Señora de Regla, con su bello claustro decorado con azulejos y la muy venerada talla gótica de la Virgen homónima, Patrona del municipio.

Debemos reseñar también la Ermita de la Misericordia y, aunque se escapen de nuestro estudio, son dignos de mención el famoso Faro de Chipiona, construido entre 1863 y 1867, el puerto y el paseo marítimo.

 

   

 

Según Barros Caneda, la Parroquia de Nuestra Señora de la O tiene su origen en las modificaciones efectuadas durante el último tercio del siglo XVIII, probablemente a consecuencia de los efectos del terremoto de Lisboa acaecido en 1755, aunque perviven importantes elementos de su estructura arquitectónica que permiten retrasar su existencia a los primeros años del siglo XVI. La portada lateral del muro de la epístola (imagen de la izquierda) y el ábside del templo se atienen a los postulados góticos extendidos por la zona a raíz de la construcción durante los siglos XV y XVI de la catedral sevillana, a cuyo arzobispado pertenecía Chipiona.

Documentada por Aroca Vicenti, la efigie en madera policromada de Nuestra Señora de la O (imagen del centro), titular de dicho templo y conservada en la capilla mayor, en un baldaquino neoclásico (imagen de la derecha) que sustituye al primitivo retablo mayor tallado por Matías José Navarro entre 1761 y 1762, fue encargada al escultor y retablista sevillano Manuel García de Santiago en 1785. La policromía corrió a cargo del también sevillano José Guevara. Su modelado remite al pleno barroco sevillano, si bien rostro y cabellera evidencian incursiones del autor en fórmulas más clásicas. María parece sosteniendo el disco solar radiante con la figura del Niño desnudo. Su modelo parece hallarse en una miniatura de un cantoral del siglo XVI existente en la Catedral de Sevilla. Cabe destacar los querubines situados a modo de peana, cuyo tratamiento se ajusta al esquema barroco dieciochesco.

 

   

 

A la izquierda, Virgen del Rosario, obra del siglo XVI que participa de los modelos del manierismo sevillano, si bien tanto la figura de la Madre como la del Niño que reposa sobre su costado izquierdo resultan algo arcaicas y rígidas, y no participan de la esbeltez formal y el delicado naturalismo propios de maestros del periodo como Gaspar del Águila o Juan Bautista Vázquez el Viejo. Ha sido repolicromada posteriormente y los ricos estofados de sus ropajes son propios del Barroco, etapa en la que se integra el candelero de San Francisco de Asís que aparece en la instantánea del centro; concretamente, fue labrado a finales del XVIII, imprimiendo el anónimo autor en esta pieza los estigmas que recibió de Jesucristo, según narra San Buenaventura. Vestido con el hábito enriquecido con bordados, la penetrante mirada del santo se dirige al Crucifijo que sostiene en su mano izquierda.

Obra de gran interés es la Virgen de la Rosa (imagen de la derecha) una terracota atribuida al escultor de origen centroeuropeo Pedro Millán, activo en Sevilla entre 1487 y 1507, según los estudios realizados por Pérez-Embid. La pieza, que representa a María con una rosa en la mano izquierda -símbolo de virginidad y de su condición de Rosa Mística- y sujetando sobre su brazo derecho al Niño, el cual se abraza con alborozo al cuello de la Madre, demuestra el alto grado de perfección alcanzado por los barristas de la época en la capital hispalense. Posee analogías con la imagen mariana del grupo de la Lamentación sobre Cristo Muerto de la localidad onubense de Aracena, obra documentada de Millán que actualmente se exhibe en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.

 

   

 

La Virgen de la O se halla flanqueada en su baldaquino, pintado en 1836 a imitación de mármoles, por las efigies de bulto redondo de San Miguel (imagen de la izquierda) y San José (imagen del centro), ambas fechadas en el siglo XVIII. El Arcángel, a pesar de ciertos resquicios de barroquismo en su concepción, acusa bastante los preceptos neoclásicos introducidos en la centuria por las enseñanzas académicas, apareciendo como el típico paladín de la escultura clásica que, armado con coraza, casco, espada y escudo, dirige a sus ejércitos; en este caso, los celestiales en la lucha contra Satanás y los ángeles rebeldes, a los que arroja del cielo. Respecto a San José, los historiadores Juan y Lorenzo Alonso de la Sierra creen que se corresponde con una imagen dorada y estofada en 1782. Recreado en su iconografía más habitual, la de Conductor de Jesús como Maestro y Protector del mismo, posee también la inercia formal propia del academicismo, aunque la tradición barroca resulta en este caso más visible.

La Virgen del Carmen (imagen de la derecha) que se venera en un retablo de la nave de la Epístola, es también obra ejecutada en el Setecientos. Según el cronista local Juan Luis Naval Molero, es el resultado de la transformación iconográfica de un simulacro de la Divina Pastora que tuvo retablo propio en la parroquia hasta 1931. Se restauró por los años 50 del siglo XX, siendo probable que dicha intervención tuviese lugar hacia 1953, fecha en la que comienza a procesionar por el mar. La figura de la Virgen, labrada en terracota policromada, puede ubicarse a finales del siglo y se halla relacionada con el afamado escultor e imaginero sevillano Cristóbal Ramos.

 

   

 

A la izquierda, el venerado Crucificado de las Misericordias, Alcalde Perpetuo de Chipiona, titular de la ermita del mismo nombre y, desde 1954, también de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Misericordias, Dulce Nombre de Jesús, Nuestra Señora de la Piedad y María Santísima de la Soledad. Su devoción se remonta a principios del siglo XVI, si bien la imagen actual de Jesús muerto y fijado al arbóreo madero por tres clavos, tallada en madera de cedro, es posterior, pudiendo fecharse en el último cuarto del siglo XVII, sin que por nuestra parte exista relación alguna, como se afirma en no pocas ocasiones, con el estilo de la escultora sevillana Luisa Roldán. Según la tradición, libró a Chipiona de daños mayores durante el Terremoto de Lisboa del año 1755. Ha sido restaurado por el escultor Antonio Eslava (1975) y por los restauradores Almudena Fernández y José Joaquín Fijo León (2005).

En la misma ermita se conservan dos interesantes tallas de pequeño formato para vestir, probablemente de la misma época artística sevillana que el Crucificado: el Dulce Nombre de Jesús (imagen del centro), un Niño Pasionario cuya ejecución deriva del popular modelo sevillano labrado por Francisco Dionisio de Ribas en el año 1664 y que es titular también de la Hermandad del Cristo de las Misericordias, y la Virgen del Amparo (imagen de la derecha), Dolorosa ricamente ataviada, al igual que el Divino Infante, que sostiene entre sus manos la corona de espinas.

 

   

 

En la Ermita del Cristo de las Misericordias también reciben culto obras modernas: a la izquierda, la Virgen de los Dolores (1985), inspirada en la anterior del maestro carmonense Francisco Buiza Fernández, si bien su autor, el escultor e imaginero sevillano Ángel Rengel, le confiere la hierática impronta de las Dolorosas sevillanas bajorrenacentistas; en el centro, el grupo escultórico de la Virgen de la Piedad, con el corpulento cadáver de Jesús en su regazo -obra completamente anatomizada, a diferencia de la Madre, cuyo rostro se alza desconsolado hacia el cielo-, realizado en madera de cedro en el año 2005 por el artista sevillano Emilio López Olmedo.

A la derecha, devota imagen de Jesús Nazareno que se venera en el Santuario de Regla. A pesar de ser calificada frecuentemente como pieza de discreta calidad artística, a nuestro juicio se trata de una interesante talla cuya ejecución, lejos del estilo imperante a principios del siglo XVI -y mucho más lejos de hallarse inscrita en la centuria anterior, tal y como se ha llegado a afirmar-, habría que situarla en los inicios del XVII, pues aunque muestra un relativo arcaísmo en algunos detalles -propio del arte popular de las últimas décadas del Quinientos-, anticipa, especialmente en sus rasgos faciales, el naturalismo escultórico que se desarrollaría en décadas posteriores.

 

   

 

Retablo Mayor del Santuario de Nuestra Señora de Regla (imagen de la izquierda), templo edificado en estilo neogótico entre los años 1904 y 1909, aunque fue inaugurado en 1906 sin la torre del cuerpo principal. Los planos fueron diseñados por Fray José María Rodríguez, que dirigió también las obras, aunque el remate de dicha torre fue modificado por el arquitecto gaditano José Romo Barrero para acortar algo su altura. La dirección técnica y legal de todo el proyecto la llevó Antonio Arévalo, arquitecto municipal de Sanlúcar de Barrameda. El retablo, en madera blanca y dorada, fue realizado siguiendo el mismo estilo por el artista valenciano José Jerique (1906).

La talla de la Virgen de Regla (imagen del centro), de origen castellano y originaria del siglo XIII, se halla en actitud sedente y sostenía entre sus manos al Niño. De las orillas de su vestido asoman puntiagudos chapines, propios de la estatuaria gótica, mientras que en su cabeza conserva la primitiva corona mural esculpida en la misma pieza. Mide 62 cm de altura y su rostro posee rasgos arcaicos y orientalizantes. Hacia el año 1580 fue reformada para vestirla. Para ello le mutilaron las manos y la figura del Hijo, adaptaron la cabeza a modo de bonete para recibir una presea superpuesta y forraron el cuerpo con una lámina de plata para salvaguardar el modelado original en madera. La policromía de los ropajes han sido renovadas y las negras carnaciones del semblante, aplicadas mediante pintura de tierra, son más oscuras que las primitivas.

A la derecha, retablo de la nave del Evangelio, de líneas similares a las del retablo mayor, donde se veneran tres interesantes esculturas en madera de santos ligados a la Orden de los Franciscanos, actuales cuidadores del santuario -el antiguo cenobio, del que subsisten el espléndido claustro y varias dependencias monacales estuvo a cargo de los Agustinos-; de izquierda a derecha, Santa Clara de Asís, San Antonio de Padua y San Diego de Alcalá. La primera es de candelero para vestir, mientras que las otras dos son de bulto redondo, ricamente estofadas en oro.

 

   

 

De izquierda a derecha, Jesús Cautivo, la Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista, titulares de la cofradía chipionera del Cautivo con sede en la Parroquia de Nuestra Señora de la O. El Cristo, cuyo origen se encuentra en un cuadro del madrileño Cautivo de Medinaceli que recibía culto en la parroquia, muestra los caracteres personales de Francisco Buiza, quien lo talló en 1960, especialmente en el modelado de los labios y la dramática expresividad del gesto, si bien la resolución de algunos detalles, caso de los rasgados ojos, conserva todavía la herencia del maestro Sebastián Santos. También hay que tener en cuenta la influencia en su ejecución del famoso icono venerado en Madrid. En el año 1995 fue restaurado por Juan Manuel Miñarro, discípulo de Buiza, debido a los daños sufridos en un acto vandálico. Respecto a la Dolorosa, de mirada frontal y anchos volúmenes, se atribuye al escultor e imaginero sevillano Manuel Gutiérrez Reyes (1845-1915) con importante intervención de Francisco Buiza en el pasado siglo. Por último, la imagen del santo, presentada en La Hornacina el 21 de Diciembre de 2009, es obra compartida de José Carlos Gutiérrez y Alejandro Oliveras, quienes se inspiraron en el sello barroco de José de Arce.

 

FUENTES: http://www.cautivodechipiona.es: http://www.santamariaderegla.com; BARROS CANEDA, José Ramón: "La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la O de Chipiona", en Laboratorio de Arte, Universidad de Sevilla (US), nº 13, 2000, pp. 330 y 332; AROCA VICENTI, Fernando: "La Virgen de la O de la Parroquia de Chipiona, Obra del Escultor Manuel García de Santiago", en Laboratorio de Arte, Universidad de Sevilla (US), nº 8, 1995, pp. 455-456; PÉREZ-EMBID, Florentino: Pedro Millán y los Orígenes de la Escultura en Sevilla, Madrid, 1973, p. 33; A.A.V.V. Guía Artística de Cádiz y su Provincia (II), Cádiz, 2005, pp. 77-83; http://www.chipiona.net; RODA PEÑA, El Escultor Manuel Gutiérrez Reyes, Sevilla, 2005, p. 30.

 

Escrito Relacionado en este

Escrito Relacionado en este

 

Volver         Principal

www.lahornacina.com