ANECDOTARIO DE ARTISTAS
EL SANTO Y SU PINTOR

Carlos Cid Priego


 

 

El Gótico representó en la pintura y la escultura una mayor influencia de lo humano. Los santos, los grandes hombres, ya no eran seres de otro mundo, rodeados de una aurora irreal. Se convirtieron en el buen José el carpintero, el tierno Jesús o el magnate de carne y hueso, semejante a los que entonces vivían y regían las ciudades italianas. Cimabue dio un gran paso con sus amables obras, pero no fue suficiente; la transformación definitiva estaba reservada a Giotto, discípulo del anterior, el cual probablemente no hubiera desarrollado su arte sin las amorosas predicaciones de San Francisco de Asís.

La vida de Giotto recuerda en cierto modo a la de San Francisco, cuyos ideales plasmó como nadie: sus orígenes fueron muy humildes, conoció la pobreza y luego se elevó en alas del espíritu, iniciando un fecundo movimiento. De su juventud se cuentan muchas travesuras. Vasari dice que pintó una mosca tan real en la nariz de un santo de Cimabue, que el maestro, lejos de reprenderle, la dejó en el cuadro.

En la época de Giotto, todos los artistas buscaban afanosamente jóvenes inteligentes que trabajasen en sus obradores. Ellos preparaban las tablas, molían los colores y pintaban las grandes manchas de color. Hacían los trabajos de la casa y vivían casi como esclavos. A cambio, el maestro les daba de comer y les enseñaba su oficio. Cada artista tenía unos agentes o corredores que andaban a la caza de muchachos.

Volviendo a Giotto, fue la suya una pintura grandiosa, aunque un poco rígida y muy simple, de acuerdo con las arquitecturas que decoraba. Sus imágenes eran el complemento de los sermones de los frailes. En ciudades como Padua, Florencia o Asís -en este último caso, en la basílica del santo que vivió en la generación anterior a Giotto-, están parte de sus obras maestras. Una gran amistad le unió con Dante, con el que compartió mesa y techo, y gracias a un perfecto retrato suyo, conocemos el rostro del excelso poeta.

Giotto se adelantó al Renacimiento, que sin su obra acaso se hubiera retrasado. Como los grandes hombres de su época, tuvo varias actividades: fue mosaísta, aunque alcanzó mayor fama como arquitecto. Los florentinos habían comenzado su magna Catedral, que deseaban fuera la más bella de Italia. A edad avanzada, Giotto se encargó de la dirección de las obras, proyectando el famoso campanile o campanario del templo metropolitano, que pese a ser conocido como el Campanile de Giotto, finalmente no se levantó según sus diseños.

 

Nota de La Hornacina: En la fotografía, Fidias retratado por Paolo Uccello.

 

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