TRICENTENARIO DEL ESCULTOR FRANCISCO GUTIÉRREZ ARRIBAS
CIBELES

30/01/2024


 

 

Carlos III encargó al arquitecto Ventura Rodríguez y al ingeniero José Hermosilla la remodelación de la antigua alameda del Prado de San Jerónimo, en el lugar donde actualmente se encuentra el Museo del Prado. En 1777 se realiza un proyecto inspirado en un gran hipódromo griego, con tres monumentos de la mitología griega para su ornamentación: Neptuno, dios de los océanos, en un extremo; Apolo, dios de la luz, la gracia y la belleza, en el centro; y en el otro extremo, la diosa Cibeles que, procedente de Frigia (Anatolia), simboliza la fertilidad de la tierra.

Francisco Gutiérrez Arribas, quien ya gozaba de un gran prestigio y había sido nombrado escultor de cámara por el propio Carlos III, fue el elegido para realizar la efigie de la diosa en la fuente de Cibeles. Imbuido de clasicismo y buen conocedor de las espléndidas colecciones escultóricas de la antigüedad romana hizo de la diosa una versión llena de serena dignidad y majestuoso empaque.

Siguiendo el dibujo de su diseñador Ventura Rodríguez, hoy en el Museo Municipal de Madrid, la representó sedente, en un trono sin brazos de alto respaldo moldurado. El contorno exterior del asiento está decorado con bucráneos de carnero con flores y frutos, que aluden al sacrificio del carnero a los dioses frigios. El lado izquierdo del respaldo del trono aparece recubierto por una parte del amplio manto que cubre los hombros de la diosa y su regazo.

El rostro de Cibeles, de finos rasgos, se ve animado por unos ojos de línea clásica, sombreados por el trazo destacado y firme de las cejas, sobre todo en su arranque, lo que acentúa la serenidad. Las córneas se ven horadadas por la esfera de la pupila, ligeramente dirigida hacia arriba, recurso que da como resultado una mirada distante, propia de dioses y héroes. Luce doble corona con forma de torre, incapaz de sujetar su abundante cabellera que, repartida por raya en medio, se recoge, a duras penas en la nuca, con un moño que se deshace en larga melena sobre el cuello y hombro derecho. La diosa viste una fina túnica interior y se envuelve en un cumplido manto. Son ropajes amplios y desenvueltos, tratados en profundos pliegues que se desbordan por el respaldo y los laterales del trono, razón por la cual dicho sitial pasa casi desapercibido dentro del conjunto. Esta forma de desceñir cabellos y ropajes es intencionada por parte de Arribas y transfiere, casi de forma subliminal, un buscado efecto de pujante prodigalidad. En la mano derecha de Cibeles, que descansa sobre sus rodillas, sostiene el cetro, símbolo de su poder universal, y en la derecha, ligeramente levantada, muestra la llave de la ciudad; según algunos, también la llave maestra del rotar de las estaciones. Sus finos pies cruzados, que apenas sobresalen de entre los pliegues del manto, calzan delicadas y ligeras sandalias.

Arribas también realizó las cuatro ruedas del carro, de desigual diámetro; más pequeñas las delanteras que las traseras. De la minuciosa y alegórica decoración que decora el trono y el carro se encargó Miguel Ximénez, un conocido maquetista que colaboró con Ventura Rodríguez en varias de sus obras.

Los leones fueron realizados por Robert Michel, quien terminó su obra a finales de 1781. Representan a Hipómenes y Atalanta, los amantes cazadores que fueron castigados por Cibeles a perder su condición humana y a no mirarse nunca por haber tenido relaciones sexuales en uno de los templos consagrados a la diosa. Asimismo, una vez transformados en leones, Cibeles les ordenó que la sirvieran tirando de su carro.

En 1791, Juan de Villanueva añadió al conjunto el símbolo del Madrid de entonces: un oso y un dragón. Este elemento ornamental apareció en Puerta Cerrada, en la antigua muralla de Madrid, derribada en 1569. En 1894, el arquitecto López Sallavery sustituye dicho símbolo, del que apenas quedaba nada, por dos amorcillos: uno, labrado por Miguel Ángel Trilles, sostiene una caracola, y el otro, obra de Antonio Parera, un ánfora. Los materiales de la escultura corresponden a mármoles dolomíticos de Montesclaros (Toledo), salvo los amorcillos que son de mármol de Carrara.

La posición actual de la Fuente se adquiere en 1895, cuando se traslada, no sin polémica, al centro de la plaza y se orienta mirando a la Puerta del Sol. Desde el siglo XX ha tenido frecuentes restauraciones; tanto las debidas a lesiones relacionadas con la humedad, la contaminación medioambiental y el factor uso; como las causadas por actos vandálicos, destacando en este caso las sufridas a mano de los forofos del fútbol en repetidas ocasiones.

 

Foto: Yolanda Gil

 

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FUENTES

GONZÁLEZ SERRANO, Pilar. "La diosa Cibeles "Nous" de Madrid. Historia e iconografía", en Actas del Congreso Nacional "Madrid en el contexto de lo hispánico desde la época de los descubrimientos", vol. 1, Universidad Complutense de Madrid, 1994, pp. 435-438.

LÓPEZ DE AZCONA FRAILE, María Concepción, FORT GONZÁLEZ, Rafael y MINGARRO MARTÍN, Francisco. "La conservación de los materiales pétreos en la Fuente de Cibeles, Madrid (España)", en Materiales de construcción, n º 265, vol. 52, Madrid, CSIC, 2002, pp. 66-67.

 

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