FEDERICO BAROCCI. IV CENTENARIO (VII)
LA ÚLTIMA CENA

Federico Giannini


 

 

Esta pieza maestra, una de las más famosas de Federico Barocci, fue encargada para la Capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral de Urbino. Tardó nueve años en ser realizada (1590-1599).

Con esta pintura Barocci quiso honrar al duque Francesco Maria II della Rovere, promotor de la mencionada capilla catedralicia. Para ello ambientó el pasaje evangélico en un interior que recuerda al Palacio Ducal de Urbino e introdujo dos motivos alusivos al apellido del duque (rovere, en castellano, significa roble): las hojas de roble grabadas en el recipiente que sostiene el sirviente del ángulo inferior derecho y el haz de ramas de roble que otro joven sirviente, en el lado derecho de la mesa, lleva camino de la chimenea.

La composición de la obra, cuyas medidas son 299 x 322 cm, es bastante agitada, con muchos personajes ocupados. A la izquierda, por ejemplo, vemos otros sirvientes enfrascados en sus tareas: uno guarda en una cesta los platos que otro, un niño, le acerca, mientras un tercero, fornido y barbado, seca con un paño una lustrosa bandeja. De nuevo a la derecha, dirigiéndose al centro de la escena, vemos otro siervo infante que se dispone a llenar la copa vacía de uno de los comensales.

El resultado es la reunión, en un solo cuadro, de diferentes escenas, recurso nada nuevo ya que pintores venecianos como Tintoretto lo habían ensayado en repetidas ocasiones, incluyendo el tema de la Última Cena. No obstante, Barocci ofrece una nueva vuelta de tuerca al oponer los dos elementos principales del pasaje: el pan y el vino; el primero, a la derecha, donde los sirvientes han preparado y siguen preparando lo necesario para la bebida, y el segundo, a la izquierda, lugar en el que han servido la comida.

Como en la Madonna del Popolo, estudiada en la anterior entrega, un perro, situado a la derecha, fija sus ojos directamente en los del espectador. En este caso, se trata del único personaje del cuadro que lo hace.

Tras la puerta derecha, entre la institución de la Eucaristía y los cuatro ángeles que vuelan sobre la mesa, vemos una madre con su hijo en brazos, cita casi literal de una obra de Justo de Gante titulada La Comunión de los Apóstoles, que formó parte de las colecciones de la corte de Urbino y hoy se conserva en la Galería Nacional de las Marcas de dicha ciudad italiana. En la obra del pintor flamenco el niño era Guidobaldo di Montefeltro; por tanto, la cita pudo deberse a que Della Rovere era sucesor natural de Montefeltro en el Ducado de Urbino.

 

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