MARIANO BENLLIURE. 150 ANIVERSARIO
OBRAS DEL PANTEÓN DE HOMBRES ILUSTRES - MADRID
Santiago Prieto Pérez (31/08/2012)
Nacido en el seno de una familia de tradición
artística, Mariano Benlliure mostró desde niño talento para la pintura y la escultura. Con 13
años participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876 con un grupo
escultórico de cera titulado La Cogida de un Picador, apuntando uno de sus temas
más queridos y trabajados: la tauromaquia. Estudió pintura en París con su maestro
Domingo Marqués y en 1879 fue a Roma, donde, fascinado por Miguel Ángel,
decidió dedicarse sólo a la escultura. En 1887 se estableció en Madrid, obteniendo
la primera medalla por la estatua del pintor Ribera en la Exposición Nacional de ese
año. Su talento superlativo y su estilo expresivo y ágil le dieron reconocimiento y
numerosos encargos. Así, Alfonso XIII le encargó trabajos para la Casa Real; creó
imágenes religiosas y retrató a algunos de los personajes más relevantes de la época:
Sagasta, Castelar, María Cristina, Dato, Fortuny, Sorolla… Muy prolífico, destacó
también en el campo del monumento funerario -Medalla de Honor en París en
1900, por su monumento a Gayarre, hoy en Roncal (Navarra)-, saliendo de su
taller en la calle Abascal los mausoleos de Joselito (1925, Sevilla), Sagasta, Dato y
Canalejas. En 1895 obtuvo la Medalla de Honor por la escultura del poeta Trueba
y en 1944, la Gran Cruz de Alfonso X. Fuera de España fue galardonado con la
Legión de Honor francesa, la medalla especial del emperador Francisco José de
Austria y nombrado Comendador de la Orden de la Corona de Italia. |
Sepulcro de Sagasta Situado en la nave Este, ocupa el centro de la galería a la izquierda de la entrada. Obra de Benlliure, en mármol, el sepulcro lo componen tres figuras: sobre el sarcófago del difunto, la efigie yacente de Sagasta, portando levita y el Toisón de Oro. A su cabecera, la Historia, representada por una mujer con un libro; a sus pies, el Pueblo, con el brazo izquierdo sobre la Biblia y la mano derecha empuñando una espada invocando la Justicia y la Paz. Los laterales del monumento muestran los años que marcaron épocas importantes en su vida política y una leyenda: "Pro patria mortuus/ Honor et pax". |
Sepulcro de Canalejas Realizado en 1913 por Benlliure en mármol blanco, se inauguró en noviembre de 1915. Lo componen dos hombres y una mujer que descienden el cuerpo del político asesinado hacia la entrada de la tumba. Sobre ésta, la figura en bajorrelieve de Jesús con los brazos abiertos recibe el cadáver. En la parte posterior, bajo una cruz, dos guirnaldas con hojas de laurel y encina simbolizan la inmortalidad. El magnífico conjunto, de impecable factura, destaca por su escenografía original, de elegante y difícil composición pero exenta de efectismo. |
Sepulcro de Eduardo Dato Está compuesto por la figura yacente de Dato, con las manos sobre el pecho, en mármol; a su cabecera, en bronce, una figura femenina portando una cruz, y a sus pies, también en bronce, dos niños escoltan un gran Escudo Nacional. En el sarcófago, bajo su cabeza puede leerse la inscripción: "Eduardo Dato / vivió para la patria / murió por ella". Siendo una de las obras de composición más sencilla, austera incluso, de todas las que alberga el Panteón, seguramente es la que inspira mayor serenidad. En ella, admira la sobriedad transmitida por el maestro valenciano, tan conocido por su modelado enérgico y dinámicas composiciones. |
El proyecto de un gran panteón que acogiese los restos de grandes personajes de
nuestra historia, a imagen, por ejemplo, de la abadía de Westminster en Gran
Bretaña, data de 1837, cuando las Cortes aprobaron la creación de un Panteón
Nacional en la Basílica de San Francisco el Grande. En 1841, la Real Academia
de Historia propuso una primera lista de inmortales, pero no fue hasta el 31 de
mayo de 1869 en que designó una comisión -formada por Hartzenbusch, Antonio
Gisbert, Pere Borrell, Fermín Caballero, Estanislao Figueras, Francisco Silvela,
Salustiano Olózaga, Fernández de los Ríos, Fermín Caballero y Ruiz Aguilera- y
un plazo para reunirlos.
En la lista de inmortales a conservar en el Panteón de San Francisco el Grande
figuraban los restos de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán); de los
marinos Federico Gravina y Jorge Juan; de literatos como Juan de Mena, Garcilaso
de la Vega, Alonso de Ercilla, Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la
Barca; del humanista Ambrosio de Morales; del Justicia Mayor de Aragón, Juan
de Lanuza; del ministro Zenón de Somodevilla (Marqués de la Ensenada) y de los
arquitectos Juan de Villanueva y Ventura Rodríguez. No pudieron hallarse los restos
de Cervantes, Juan de Mariana, Lope de Vega, Agustín Moreto, Tirso de Molina,
Luis Vives, Juan de Herrera, Antonio Pérez, Diego Velázquez o Claudio Coello. Sin embargo,
el proyecto no cuajaría y la mayoría de ellos serían devueltos finalmente a
sus lugares de origen.
Años después, con motivo de la restauración de la Basílica de Atocha, deteriorada
y convertida en Cuartel de Inválidos, la reina regente María Cristina rescató la idea
de crear un panteón. Atendiendo a que el citado cuartel albergaba los restos de
sus últimos directores, Palafox, Castaños, Prim y Manuel Gutiérrez de la Concha,
así como del político Ríos Rosas, se convocó un concurso público para levantar
una nueva basílica con un gran panteón. En 1890, se declaró ganador del mismo
a Fernando Arbós y Tremanti, con su proyecto titulado Nigra sum sed fermosa,
inspirado en el camposanto de estilo bizantino del Campo dei Miracoli, de Pisa, diseñado por Giovanni di Simone en el siglo XIII. Las obras empezaron en 1891
y se concluyeron en 1899.
Arbós no sólo fue innovador en el estilo elegido sino también en los materiales
y técnicas. Así, los muros no son de piedra, sino de ladrillo y cemento, recubiertos
en su fachada con losas. Y original es también que tanto el tejado como la cúpula
estén cubiertos por planchas de zinc pintado de rojo. En cuanto a los materiales,
además de los citados empleó una gran variedad de tipos de piedra: los zócalos
de las fachadas son sillares de granito procedente de El Berrocal y Alpedrete; las
losas que recubren las fachadas, en bandas alternas negras y blancas, son calizas
de Calatorao (Zaragoza) y Torrubia (Cuenca) respectivamente; los frontones
están decorados con mármol negro de Bélgica y los fustes de las columnas que
adornan puertas y ventanas son de mármol blanco de Fuenteheridos (Huelva)
y de Macael (Almería). En el interior, suelos, cornisas, bóvedas y techos están
decorados con mosaicos.
Al finalizar las obras, el Panteón albergaba los restos de Palafox, Castaños, Prim
y Manuel Gutiérrez de la Concha y fue acogiendo los de Antonio Ríos Rosas,
Martínez de la Rosa, Muñoz Torrero, Juan Álvarez Mendizábal, José María Calatrava,
Salustiano Olózaga, Agustín Argüelles, Antonio Cánovas del Castillo, Práxedes
Mateo Sagasta, José Canalejas y Eduardo Dato. Años más tarde fueron reclamados
y devueltos a sus localidades de origen los de Palafox (en 1958), Prim (1971) y
Castaños (1973), habiendo permanecido intacto desde entonces. |
Fotografías de Carlos Viñas
FUENTES PRIETO PÉREZ, Santiago. "El Panteón de Hombres Ilustres de Madrid", en Dendra Médica. Revista de humanidades, Madrid, 2012, pp. 27-28 y 34-37. |
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