JERÓNIMO BOSCO 500
LA NAVE DE LOS LOCOS


 

 

Uno de los ejemplos más atractivos y más significativos del tránsito entre el medievo y el renacimiento lo tenemos en El Bosco, cuya lenta influencia renacentista, dentro del marco del cerrado y reticente a los cambios del noroeste europeo, tardaría algo más en alcanzar. Diez siglos de oscurantismo, supersticiones, ignorancia e imposición de códigos, normas e intereses "divinos" sobre la razón, el pensamiento y los intereses humanos, pesaban demasiado sobre lo que habría de llegar, de la mano del quattrocento y cinquecento italianos.

No solo este condicionante geográfico y tradicional afectará a la obra del Bosco (en particular la piadosa e intimista religiosidad del arte flamenco) sino la época que le tocó vivir, en la que la insostenible situación social y política llega al límite de la crisis religiosa y moral generalizada (no solo de la disoluta población, sino de la propia Iglesia y, particularmente, del Papado) que sacudía la Europa de finales del siglo XV y que tan bien reflejaron Erasmo en su Elogio de la Locura y Brandt en La Nave de los Locos (que El Bosco llevará a la pintura) y que conducirán a la Reforma y a la primera fractura de la identidad occidental en 1517, un año después de la muerte de El Bosco, cuando Martín Lutero clavaba sus noventa y nueve tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg dando inicio al fin del antiguo orden establecido.

La estupidez humana que desoye las exhortaciones divinas se materializa en el Bosco con una composición de gran vivacidad en La Nave de los Locos (imagen superior, Museo del Louvre), un tema que gozaba de popularidad en Flandes y sobre el que, como hemos apuntado antes, el humanista alsaciano Sebastian Brandt había publicado en 1494 el poema satírico Die Narrenschiff (La Nave de los Necios). En el mismo sentido va el sermón plasmado en El Carro de Heno (Museo del Prado), ya analizado en la primera entrega.

Los análisis confirmaron la tesis formulada por Filedt Kok de que La Nave de los Locos es una pintura cortada; concretamente, un fragmento que pertenece al panel izquierdo de un tríptico integrado también por La Muerte del Avaro (imagen inferior, Washington) como panel derecho, la Alegoría de la Gula y la Lujuria (Yale) como resto del panel izquierdo y El Vendedor Ambulante (Rotterdam) como parte exterior.

 

 

En La Nave de los Locos de diez personajes están reunidos en un barco. El grupo principal se compone de un franciscano y una monja tocando el laúd, sentados cara a cara, con la boca abierta como para cantar, pero también parece que intentan morder, como sus compañeros, una torta colgante en referencia al entretenimiento popular de comer un alimento suspendido sin manos. Detrás de ellos están sentados tres marineros: uno de ellos rema con un cucharón gigante y otro lleva en equilibrio un vaso en la cabeza. A la izquierda, una mujer está a punto de golpear con una jarra a un joven que enfría en el agua una calabaza. A la derecha, un hombrecillo vestido como de bufón bebe encaramado a un árbol que parece ser el timón, mientras otro hombre a su lado se encuentra vomitando. El conjunto está dominado por una especie de mástil del que cuelgan una bandera con la media luna musulmana y un ganso asado. El mástil está rematado por un copete de hojas, similar a las del árbol, en cuyo centro se representa un búho o un cráneo.

Este grupo de glotones y borrachos que navega como tontos hacia su destino simboliza la codicia y los excesos. Siguiendo los grabados que ilustraban la obra de Brandt, publicada en Basilea, El Bosco satiriza irónicamente a las gentes obsesionadas, sobre todo, por la gula y la bebida, especialmente a los religiosos que, debido a su permanente estado de embriaguez, perdían el sentido y el alma. La ira es una consecuencia de esta inclinación por la bebida, de ahí el gesto de la mujer que golpea al joven con la jarra.

El clero disoluto deja el barco, representación de la Iglesia, a la deriva, descuidando así la salvación de las almas a través de un sendero que, en la tabla, se materializa en un paisaje vasto, yermo e infinito. Ello era la base principal de las críticas formuladas por la Reforma protestante y parece encontrar su ilustración en La Nave de los Locos con el hombre que intenta aferrarse a la embarcación-iglesia sin que nadie se preocupe.

 

 
 
Alegoría de la Gula y la Lujuria

 

FUENTES

MONSERRAT MONTOYA, Víctor. "Los artrópodos en la obra de Hieronymus Van Aken (El Bosco)", en Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa, nº 45, Zaragoza, 2009, pp. 589-590.

 

Anterior entrega en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com